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martes, 14 de octubre de 2014

Sobre la fundación de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Nerja




Jesús Nazareno (Domingo Sánchez Mesa. 1944)(fotografía del autor)


La historia de las hermandades y cofradías de Nerja durante el periodo anterior al año 1936 es prácticamente desconocida, pues casi toda la documentación referente a las mismas se ha perdido. En mayo de 1931 tuvo lugar el incendio del palacio episcopal de Málaga, desapareciendo con él casi todo el archivo diocesano en el que se debían custodiar, entre otros, los expedientes de autorización de las hermandades con la documentación fundacional de las mismas. Posteriormente, en julio de 1936, fue destruido el archivo parroquial de Nerja, así como los de las distintas hermandades que tenían su sede canónica en su iglesia y en los que se debían guardar las escrituras fundacionales, constituciones y estatutos, libro de reglas, libros de cabildos, relación de hermanos, etc.

Perdida toda esa documentación y siendo muy escasas las noticias que sobre el tema proporciona Alejandro Bueno García en las dos obras que publicó sobre historia de Nerja en 1899 y 1907, los datos que puedan conocerse a través de documentos en los que se aluda a las cofradías, aunque sea de forma indirecta, cobran un gran valor, porque arrojan luz sobre un periodo de la existencia de estas del que muy poco o nada se sabe.

En la Reseña histórica de la villa de Nerja Alejandro Bueno refiere que la primera hermandad fundada en Nerja fue la Esclavitud del Santísimo, el 19 de marzo de 1715, que solía costear en la procesión del Corpus una tarasca, gigantes y seis danzantes, aunque a principios del siglo XX ya estaba en declive, contaba con pocos cofrades y había perdido el esplendor que la caracterizaba[1]. En los Apuntes históricos de Nerja el autor informa de la creación en 1787 de la Venerable Hermandad de la Concepción Purísima que a juzgar por el número siempre fijo de veinticuatro cofrades (sacerdotes, militares y algunos propietarios) que la componían, así como por la disposición de los asientos y el traje que usaban en las ceremonias, debía ser enormemente elitista[2]. Esta última debió crearse una vez que se hubo ejecutado la segunda ampliación de la iglesia e instalado en su capilla mayor el retablo de la Concepción de José Martín de Aldehuela con la imagen de la Inmaculada, tallada por Fernando Ortiz. Ningún dato más proporciona Alejandro Bueno sobre las cofradías nerjeñas.

En un documento que publicamos en una entrada anterior sobre la iglesia de El Salvador de Nerja, pudimos constatar la existencia de tres hermandades más en 1782, al figurar entre los firmantes los mayordomos de las mismas: la de San Miguel, que en el siglo XVIII, probablemente, fuera una hermandad de Ánimas; la de nuestra Señora del Rosario; y la de Nuestro Padre Jesús. Según nos informaba el cronista oficial de la Ilustre y Venerable Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores, Alejandro Jaime Peñuela, esta tenía como fecha fundacional, no documentada sino transmitida oralmente por hermanos de varias generaciones,  el año 1792; por lo tanto, la publicación del citado documento permitía adelantar la existencia de la misma al menos diez años.

Sin embargo, otros documentos que hemos hallado más recientemente en el Archivo Histórico Provincial de Málaga acreditan una antigüedad aún mayor para la cofradía, pues un testamento otorgado el 24 de diciembre de 1735 por Miguel Ruiz, vecino de Nerja, incluye la disposición de ser amortajado con “túnica de mi Padre Jesús Nazareno”[3]. Es cierto que esta cita por sí misma no garantiza la existencia de la hermandad en ese momento, pues muchas personas pedían ser amortajadas con túnicas de diferentes advocaciones no necesariamente asimiladas a una cofradía, pero otro documento fechado unos meses después sí hace mención expresa de la hermandad. Se trata de un testamento otorgado en Nerja  el 7 de abril de 1736 por Francisco González Zamora ante el notario Francisco Ruiz en el que manifiesta su voluntad de ser sepultado en la iglesia parroquial de la puebla y que su “cuerpo sea amortajado con túnica de la hermandad de nuestro Padre Jesús de Nazareno”[4]. Hay que tener en cuenta que una de las funciones asistenciales de las cofradías, que fundamentalmente, aunque no solo, estaban formadas por hombres, era la de asegurar sepultura a los hermanos difuntos y socorrer a su viuda e hijos en caso de necesidad.


A.H.P.M., Leg. P-4.709, fol.86 v.
"It. es mi voluntad que mi cuerpo sea amortajado con tunica de la hermd de nuestro Padre Jesus de Nazareno."


Por lo tanto, diciembre de 1735 o, si se prefiere con más exactitud, abril de 1736 son las fechas en las que se encuentra documentada esta hermandad. No obstante, esta debía haber sido fundada con anterioridad a esas fechas, aunque con posterioridad a la de la primera cofradía que Alejandro Bueno situaba en 1715, en el espacio de los veinte años transcurridos de una fecha a la otra, y posiblemente en la década de 1720, pues en otro testamento de finales de la misma la persona testamentaria, sin llegar a nombrarlas, afirma pertenecer a varias cofradías. Desgraciadamente los primeros protocolos notariales de Nerja que se conservan en el archivo provincial malagueño son los de esos años, entre otras cosas porque entonces no había escribanía en la puebla y se tenía que desplazar a ella un notario de otra localidad; además, están incompletos. Es muy probable que el año fundacional de 1792 que hasta ahora había considerado la hermandad del Nazareno sea el de la hermandad de la Virgen de los Dolores que terminaría fusionándose con la primera, pues de ese tiempo datan tanto la primitiva imagen de la Dolorosa donada por Pedro Coronado como la construcción y ornamentación del camarín en el que recibe culto.







[1] BUENO GARCÍA, A., Reseña histórica de la villa de Nerja, Vélez-Málaga, 1907, pág. 37.
[2] BUENO GARCÍA, A., Apuntes históricos de Nerja, Vélez-Málaga, 1899, págs. 30-31.
[3] (A)rchivo (H)istórico (P)rovincial de (Málaga), Leg. P-4.709, fols. 86r-87v.
[4] A.H.P.M., Leg. P-4.709, fols. 98r-99v.

viernes, 10 de octubre de 2014

Los orígenes de la feria de Nerja









Los orígenes de la feria de Nerja se sitúan en la década de 1840. Aunque de momento desconocemos el año exacto, el tomo del Diccionario Geográfico de Pascual Madoz que incluye el partido judicial de Torrox, publicado en 1849, recoge que “respecto a las ferias solo se celebra una en la v. de Nerja en los días 26, 27 y 28 de septiembre de cada año, que le fue concedida recientemente por el Gobierno”. Por lo tanto, cabe situar el nacimiento de esta feria en los años inmediatamente anteriores a la publicación del diccionario, y en todo caso durante la referida década. Esta era la segunda feria que se celebraba en la comarca -la primera era la de Alcaucín, en agosto- e inmediatamente tenía lugar la de Vélez-Málaga, autorizada en 1842, entre el 29 de septiembre y el 1 de octubre; posteriormente, en 1853, Torrox pediría celebrar feria los días 1, 2 y 3 de octubre.  En 1874 el Ayuntamiento nerjeño, trasladó las celebraciones a los días 9, 10 y 11 de octubre, fechas que se han mantenido hasta la actualidad, aunque ya antes se había desplazado su finalización al día 29 de septiembre.

Desde 1837 el Gobierno estaba facultado por las Cortes para permitir la celebración ferias y mercados en todos los pueblos que lo solicitasen como medio de impulsar el comercio local y el consumo. Muchas de ellas eran ferias monográficas, pero otras implicaban la compraventa de los más variados géneros y productos; además, la mayoría de ellas tenían lugar en los momentos del año en que la población disponía de recursos por haber finalizado la recogida de frutos y se hacían coincidir con festividades religiosas. La de Nerja era una feria de ganado cuyos días de celebración giraban inicialmente en torno a la solemnidad del arcángel san Miguel.


San Miguel Arcángel, ant. a 1936 (desaparecida)



San Miguel había sido proclamado patrono de Nerja a comienzos del siglo XIX, aunque desde 1718 se celebraba una misa y procesión del arcángel en su solemnidad. El 23 de septiembre de 1804, los vecinos, atemorizados por la epidemia de fiebre amarilla que asolaba la provincia de Málaga, se congregaron en la iglesia, aclamaron a san Miguel por su tutelar y patrono y juraron guardar y hacer guardar su festividad. Este voto fue aceptado y promulgado por el obispo de la diócesis el día 15 de agosto de 1806, por lo que podemos considerar esta última fecha la de la proclamación oficial de san Miguel como patrono de Nerja. Por lo tanto, desde su nacimiento en la ya citada década de 1840, la feria de Nerja se hizo coincidir con la solemnidad del patrono, quedando así unidos el mercado y los actos religiosos.

Años más tarde, en 1857, la Virgen de las Angustias sería incorporada a estas celebraciones al convertirse en patrona de Nerja. Esta advocación mariana fue introducida en Nerja en 1720 por la familia granadina López de Alcántara, propietaria de su ingenio azucarero, construyendo para ello una ermita a las afueras de la localidad. En 1853 la ermita quedó bajo el patronazgo del Ayuntamiento y cuatro años más tarde, el 23 de junio de 1857, a petición municipal, el obispo de Málaga concedió el título de patrona de la villa para la Virgen de las Angustias. El Ayuntamiento acordó que “se baje en procesión popular y solemne a tan sagrada imagen a dicha Iglesia Parroquial para hacerle una solemne función de Iglesia con misa cantada y salve, con objeto de hacerle la declaración y confirmación de dicho patronato, y que además se practique el disparo de una función de fuegos artificiales en su solemnidad”.


Virgen de las Angustias, ant. a 1936 (desaparecida)


A partir de ese momento quedaron establecidos para lo sucesivo tanto los cultos como la procesión conjunta de ambos patronos; desde entonces todos los años la Virgen es conducida hasta la iglesia unos días antes del comienzo de la feria para regresar a su ermita, siempre precedida por el trono de san Miguel que la acompaña, durante la celebración de los festejos en una procesión que constituye uno de los actos centrales de las fiestas nerjeñas en su vertiente religiosa.

Desde un principio el Ayuntamiento sufragó los gastos ocasionados por las fiestas. Se conservan las cuentas correspondientes al año 1873, en las que figuran gastos por conceptos como cantora, sermón, órgano, acólitos y compostura de la iglesia, cera, aceite para las lámparas de la iglesia y de la ermita, gratificación a los artistas, fuegos artificiales, consumo de cera para el Santísimo durante la salve, compostura de la plaza, y diversos jornales. Especial importancia tenía el sermón que se encargaba a un religioso que glosaba la figura del arcángel. Conocemos el que dio en los últimos años del siglo XIX Ramón Gutiérrez de Gálvez, nerjeño, deán de la Catedral de Jaén, escritor y fino orador, publicado bajo el título de Panegírico de San Miguel Arcángel, patrono de Nerja.

El mercado y el ritual religioso estaban indisolublemente unidos a lo lúdico, de manera que durante unos días los nerjeños también se entregaban a la comida, la bebida y la diversión. La feria de ganado se realizaba en los aledaños de la población, pero el resto de las celebraciones tenían lugar en la plaza Mayor, el paseo y calles adyacentes, engalanándose para la ocasión. Los fuegos artificiales llenaban la noche de luz y color en un tiempo en que no había alumbrado público y cuando este se instaló quedaban encendidas excepcionalmente durante todas las noches de feria las setenta y tres farolas existentes. El centro del pueblo se transformaba; la plaza y sus calles eran testigos del paso del cortejo procesional de los patronos, verdadera exhibición de grupos sociales, dejando una estela de incienso, pero también del baile y el deambular de la gente, mientras sonaba la música, algo infrecuente entonces; era la fiesta de la luz y de los sentidos y una prolongación de la fiesta  barroca en pleno siglo XIX.

Conforme avanzaba el siglo XX la feria de ganado dejó de celebrarse y la feria se fue transformando, aunque permanecieron la fiesta y los actos religiosos. En las últimas décadas de esa centuria la feria abandonó el espacio físico que había ocupado tradicionalmente y se desplazó a la explanada de El Chaparil para regresar posteriormente al núcleo urbano, en cuyos Huertos de Carabeo se instala actualmente el real: una pequeña ciudad efímera levantada solo para unos días, a la que se accede por una portada monumental, con sus calles, casetas, puestos diversos y atracciones, que desaparece rápidamente una vez terminados los festejos. Es la feria de nuestro tiempo en la que, salvando las distancias, aún se pueden percibir los ecos de la fiesta barroca.

(Artículo publicado en Nerja Feria 2014, revista editada por el diario Sur el 9 de octubre de 2014) 

viernes, 3 de octubre de 2014

Ramón Rodríguez de Gálvez (1832-1906), un ilustre nerjeño








En 1899 Alejandro Bueno García publicaba una obrita, casi un folleto, titulada Apuntes históricos de Nerja en la que afirmaba que Ramón Rodríguez de Gálvez era  uno de los hijos más preclaros de Nerja, y años más tarde en su más amplia Reseña histórica de la Villa de Nerja, aparecida en 1907, lo incluía en la nómina de los más ilustres nerjeños[1]. Pero ¿quién era este personaje que gozaba de la amistad y la admiración de nuestro historiador?

Ramón Rodríguez de Gálvez había nacido en Nerja el 18 de diciembre de 1832, siendo bautizado al día siguiente en la iglesia de El Salvador. En el Archivo Universitario de Granada se conserva una copia de su partida de bautismo, realizada en 1873, que dice así:

“Don Gregorio García Coadjutor de la Iglesia Parroquial de San Salvador de esta Villa de Nerja, provincia y diócesis de Málaga por ausencia de su Sr. Cura, certifico que en el libro 25 de bautismos de su archivo, al folio 4 vto. su 1ª pretª dice así: 
En la Villa de Nerja en diez y nueve de diciembre de mil ochocientos treinta y dos, yo Juan Francisco Álvarez, teniente  cura de su Iglesia Parroquial bauticé a Ramón, Nicolás, Arsenio, hijo legítimo de D. Diego Rodríguez, natural de Ponferrada, y de Dª María del Carmen Gálvez, su mujer  natural y vecinos de esta villa. Abuelos paternos D. Antonio Rodríguez y Dª Luisa Lobo, naturales de Ponferrada; maternos, D. Pedro de Gálvez y Dª Micaela Tello de esta naturaleza. Declaró su padre no haber tenido otro hijo del primer nombre y afirmó que nació el día diez y ocho de dicho mes y año. Fueron sus padrinos D. Nicolás Collado y Dª Cándida de Guevara, su nieta, de este vecindario, a quienes advertí su obligación y parentesco especial conferido. Testigos D. José Antelo y Juan Padilla, de esta vecindad, de que doy fe. Francisco Álvarez. 
La anterior partida es copia del original. Nerja, diez y nueve de septiembre del año del sello.” [Timbre del año 1873 y, estampado en tinta verde, sello de la parroquia][2]

A los catorce años ingresó en el Colegio de los Escolapios de Archidona, donde comenzó los estudios de segunda enseñanza que prosiguió en Málaga, de nuevo en Archidona y por último en el Colegio del Sacromonte y en el Instituto agregado a la Universidad de Granada, institución en la que se graduó en bachiller en 1851[3]. Desde 1850 disfrutaba de sendas becas para estudiar filosofía en el Seminario del Sacromonte de Granada y teología en el Seminario de San Sebastián de Málaga. En 1857 ascendería finalmente al presbiterado, ejerciendo desde ese momento el sacerdocio; en 1859 obtuvo la designación de examinador sinodal del obispado de Ceuta.

Sin embargo, Rodríguez de Gálvez no abandonará aquí su carrera formativa y se matriculará en Filosofía y Letras en la universidad granadina, obteniendo el título de licenciado en octubre de 1873 y el de doctor en diciembre del mismo año. Apasionado del estudio, prosigue en la universidad y en 1882 se licencia en Derecho Civil y Canónico con calificación de sobresaliente, para lo cual lee el discurso Paralelo entre los Concilios de Toledo y las Cortes españolas. ¿Pueden considerarse los primeros como origen de los segundos o son instituciones distintas emanadas de distintas causas?[4]. Un año después, en 1884, el rector de la Universidad de Granada lo nombra vocal de exámenes para estudios privados y pasa a formar parte del claustro universitario.




 Autógrafo de Ramón Rodríguez de Gálvez



Ramón Rodríguez de Gálvez fijaría su residencia, junto con sus hermanos en la ciudad de Jaén, lugar donde transcurrió gran parte de su vida. Allí fue capellán vicario del convento de dominicas, director del Hospicio de Hombres y gobernador de la Santa Capilla. En mayo de 1883 fue nombrado canónigo de la catedral de Jaén; en agosto de 1893 fue promovido al arciprestazgo de dicha catedral, y en marzo de 1906 elevado a la dignidad de deán de la misma, culminando así su carrera eclesiástica[5]. Fue un afamado orador y sus sermones en el templo catedralicio durante las grandes solemnidades atraían a una gran cantidad de público que acudía a oírle. Falleció en Jaén el 25 de noviembre de 1906, a los pocos meses de ser promocionado al deanato catedralicio. 

La inquietud de Rodríguez de Gálvez por la cultura fue intensa y le hizo participar en las actividades de distintas instituciones giennenses. En la década de 1850 era miembro de la Sociedad Científico-Literaria y tras la reorganización de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, ocupó los cargos de vicepresidente y presidente, pronunciando entre otros el Discurso en honor del Rey D. Carlos III; el Discurso sobre la exposición provincial de Jaén; y el Discurso en loor de D. Pedro Calderón de la Barca.

Una de sus facetas más importantes fue la de escritor. Publicó estudios de carácter religioso, históricos y literarios, además de sermones, entre los que se encuentran: Apuntes históricos sobre el obispado de Jaén (1873); La verdad de la tradición del descenso de la Santísima Virgen a la ciudad de Jaén en la noche del diez de junio del año MCCCCXXX (1883); Juicio crítico sobre la traducción al italiano del Ensayo histórico de San Juan de la Cruz (1885); Noticias para la vida del venerable siervo de Dios Gutierre González Doncel, fundador de la Santa Capilla de Jaén (1893); Estudios críticos sobre San Pedro Pascual, obispo de Jaén y mártir (1903); y  Sermones varios (1906).

En 1905 publicó en Jaén su Panegírico de San Miguel Arcángel, patrono de Nerja (Málaga), con un apéndice de noticias para la historia de la mencionada villa. Daba así a la imprenta el sermón que había ofrecido en su pueblo natal a petición del Ayuntamiento con motivo de las fiestas patronales que, junto con la feria de ganado, se celebraban en Nerja cada año y a las que se solía invitar a un orador que ensalzara al arcángel. Desconocemos el año exacto en que Rodríguez de Gálvez pronunció el discurso, pero sin duda debió ser entre 1893 y 1899, pues ya era arcipreste y Alejandro Bueno se refiere al mismo en su primera obra. El Panegírico es una magnífica pieza de oratoria sagrada que deleitará a los amantes de este género. Del apéndice de noticias históricas, diremos que no es en realidad un ensayo histórico, sino una recopilación de notas tomadas de algunos libros o proporcionadas por su amigo Alejandro Bueno, algunas de las cuales dan pie a hipótesis y afirmaciones que las investigaciones históricas posteriores han demostrado erróneas. El apéndice está dividido en tres partes que tratan, la primera de la conquista castellana y la rebelión morisca; la segunda de la pacificación de la costa en tiempos de Carlos III y las fortalezas existentes en la costa nerjeña; y la tercera y última del paso del general liberal Rafael de Riego por Nerja en 1823. Este apéndice tiene el valor de constituir, junto a los dos libritos de Alejandro Bueno, el inicio de la historiografía local de Nerja.






Más allá de estas consideraciones, el Panegírico supone el reencuentro de Ramón Rodríguez de Gálvez con la tierra que lo vio nacer a la que ensalza, valora y rinde homenaje desplegando toda su capacidad oratoria en un fino discurso en cuyo preámbulo podemos encontrar fijados los elementos laudatorios que en lo sucesivo recibirá Nerja de todos los panegiristas que la canten. Y para comprobarlo y rendir un pequeño homenaje a este nerjeño ilustre, prácticamente desconocido para la mayoría de los actuales, vamos a retroceder en el tiempo a un caluroso día de san Miguel de la década de 1890 y entrar en el templo parroquial de El Salvador de Nerja, abarrotado de un numeroso público expectante, en el preciso instante en que el doctor Rodríguez de Gálvez comienza su panegírico del santo patrono con estas palabras:

“Señores: 
Bendigo a la Providencia divina que me permite volver tras larga ausencia a la amada patria, para ejercitar una vez más en ella el sagrado ministerio de la predicación evangélica; bendigo a la ilustre Corporación que tan acertadamente rige los destinos de este vecindario, por haberme honrado con el encargo —superior a mis fuerzas— de preconizar en la gran festividad que hoy celebramos, las excelencias de nuestro celestial patrono; bendigo a mis conterráneos, deudos y amigos carísimos, por el placer con que me acogen, por el amor que me demuestran y por las atenciones y favores que me dispensan sin tasa ni medida. 
Y esta triple bendición en la que resumo todos los sentimientos que brotan en mi alma, no es otra cosa que un grito de júbilo escapado de ella al pisar la bendita tierra en que vine a la luz de la vida y de la gracia, poetizada por los recuerdos de la infancia, que no se disipan; embellecida con los matices y dorados resaltes de las ilusiones juveniles, que no ha marchitado el transcurso de los años; engrandecida en el propio pensamiento por la fuerza de la fantasía, que le atribuye los más espléndidos dones con que pudo haberla favorecido la pródiga naturaleza, y, finalmente, idealizada hasta el extremo de no encontrarle rival, ni por su situación topográfica, ni por lo apacible de su clima, ni por la transparencia de su cielo, ni por la riqueza de sus productos, ni por la religiosidad y cultura de sus moradores en toda la redondez del planeta que habitamos.
Semejante a los marinos que tripulaban las carabelas con que Colón surcó el inmenso piélago, que desde los altos mástiles gritaron ¡tierra, tierra! al descubrir los nuevos continentes, así yo también he exclamado ¡patria, patria! al divisar entre los repliegues del accidentado paisaje el sitio que ocupa esta bellísima población, bordada con primor natural a orillas del Mediterráneo, y a la que siempre reservé un lugar preferente en mi corazón. 
Es verdad que casi ha desaparecido la generación que me precediera y que, por desgracia, encuentro muy mermada a la que pertenezco; es verdad, que habiendo fijado la Providencia mi destino en otra parte, soy como extranjero en mi propio suelo, donde ya no conservo más que los restos venerados de mis mayores y aquellos recuerdos adheridos a lugares y objetos […]; pero eslo también, que en medio de tan desconsoladora mudanza como ha obrado el transcurso del tiempo, permanece inquebrantable el vínculo de fe religiosa que a todos nos une, y la devoción que tenemos a nuestro gran Patrono, cuyo panegírico intento hacer.”[6]




[1] BUENO GARCÍA, A., Apuntes históricos de Nerja, Vélez-Málaga, 1899, pág. 19, y Reseña histórica de la Villa de Nerja, Vélez-Málaga, 1907, pág. 52.
[2] (A)RCHIVO (U)NIVERSITARIO DE (G)RANADA. Expediente de Ramón Rodríguez de Gálvez, doc. 513/64.
[3] A.U.G. Expediente de Ramón Rodríguez de Gálvez, docs. 64/79, 521/82 y 4.608/26.
[4]A.U.G., Expediente de Ramón Rodríguez de Gálvez, doc. 513/64.
[5] Reales Decretos de 14 de mayo de 1883, de 16 de agosto de 1893 y de 3 de marzo de 1906.
[6] RODRÍGUEZ DE GÁLVEZ, R., Panegírico de San Miguel Arcángel, patrono de Nerja (Málaga), con un apéndice de noticias para la historia de la mencionada villa, Jaén, 1905, págs. 11-13.