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viernes, 25 de julio de 2014

Nueve documentos del siglo XVIII relativos a la iglesia de El Salvador de Nerja


Como algunos lectores me han trasladado su interés por ciertos aspectos concernientes al origen de algunas hermandades nerjeñas a las que aludía en mi artículo 'La iglesia de El Salvador de Nerja', publicado en una entrada anterior, publico aquí, a modo de anexo, la transcripción de nueve documentos del siglo XVIII relativos a la citada iglesia, hasta ahora inéditos.

sábado, 7 de junio de 2014

'Pentecostés' en la ermita de Nuestra Señora de las Angustias de Nerja











La ermita de Nuestra Señora de las Angustias de Nerja fue fundada por Bernarda María Alférez, viuda de Luis López Enríquez de Alcántara, propietario del ingenio azucarero de dicha localidad, y bendecida en 1720. Desde 1853 el Ayuntamiento nerjeño es el patrono de la ermita en representación de los vecinos de Nerja.

El santuario es una sencilla construcción dividida en tres ámbitos: nave, capilla mayor y camarín-cripta, con algunas dependencias anexas (sacristía y vivienda del ermitaño), que alberga en su interior un magnífico programa decorativo de pinturas murales realizado en la década de 1730, destacando sobremanera la cúpula sobre pechinas que cubre la capilla mayor o presbiterio.

El tema representado en la cúpula es Pentecostés, descrito en los Hechos de los Apóstoles. Tras la Ascensión de Jesús a los cielos se reunieron los apóstoles junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y sus parientes (Hch, 1, 13-14).

"Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, como el de una  ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos ellos llenos del  Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse." (Hch, 2.4)



(Fotografía del autor)




(Fotografía del autor)



Este tema había sido ampliamente tratado desde la Edad Media y en España tenemos de él importantes ejemplos, especialmente desde el siglo XVI, como los que pintaron Alejo Fernández, El Greco, Juan de Roelas, Herrera el Viejo, Luca Giordano, Antonio Palomino o Corrado Giaquinto. Sin embargo, en la provincia de Málaga hay escasas representaciones de la Venida del Espíritu Santo; además de esta de Nerja, en la iglesia del Espíritu Santo de Ronda hay una Pentecostés, anónimo sevillano del siglo XVII, y en el Altar de la Ascensión del Señor de la Capilla de Santa Bárbara, en la Catedral de Málaga, hay otra, obra de Juan Coronado, fechada en 1767. En todas estas obras la Virgen, sentada sobre una tarima, es el centro de la composición, que adopta un esquema apaisado; en cambio, la Pentecostés de Nerja se adapta perfectamente al marco y presenta una disposición circular, aun cuando se mantiene la preeminencia de la Virgen María al estar situada en un eje que une su figura, la embocadura del camarín y el altar, de frente al espectador.



(Fotografía del autor)



La cúpula sobre pechinas, en las que se representan los cuatro evangelistas, tiene una base con dos anillos de molduras pintadas imitando mármoles y, entre ambos, hay un friso decorado con grisallas de roleos y máscaras. Sobre todo ello se asienta un pretil pintado, decorado también con roleos de jugosas hojas de acanto, dividido en siete paños unidos por ocho pedestales, en torno al que se organiza la escena.


El pretil se interrumpe en  una abertura tras la cual, sobre unos escalones, está sentada la Virgen María, con manto azul, la cabeza cubierta con toca y coronada por diez estrellas, las  manos sobre el pecho y la mirada dirigida al cielo en señal de entrega; a sus pies hay dos ángeles niños, y a derecha e izquierda se disponen los apóstoles en diferentes posturas en dos grupos de seis, así como el resto de personajes participantes en la escena. Sobre todos ellos se abre el cielo lleno de nubes algodonosas donde vuelan ángeles y en lo alto, en la clave de la cúpula, se encuentra la paloma del Espíritu Santo, de la que descienden treinta lenguas de fuego y haces de luz dorada; el número total de figuras representadas es de cuarenta. Algunos apóstoles son auténticos retratos, mientras que otros presentan unas cabezas, manos y ojos que parecen extraídos de las cartillas de dibujo con las que se iniciaban muchos pintores de la época. Cuatro de estos apóstoles portan un libro en sus manos o lo apoyan sobre el pretil; algunos se asoman y miran hacia abajo; otros dirigen sus rostros a María, mientras que varios de ellos elevan sus ojos al cielo. Los primeros llaman la atención del espectador; la función de los segundos es la de dar a la Virgen relevancia y un protagonismo que se acentúa al estar en un lugar destacado; por su parte, los últimos invitan a mirar el cielo. Todos ellos nos hablan con  un lenguaje gestual y corporal en el que destacan la posición de las manos con las palmas hacia abajo o hacia arriba, las manos entrelazadas, en actitud orante o  cruzadas sobre el pecho, sugiriéndonos entrega, que se relacionan con  la de los ojos y la dirección de las miradas. En segundo término se encuentran los personajes secundarios, planteados como si se tratara de un agilísimo esbozo, aunque algunos emanan tal fuerza que podrían equipararse a los personajes principales.


Esta Pentecostés es un ejemplo de lo que se ha dado en llamar un cuadro de visión, pues posee determinadas características que son propias de este tipo de pinturas: es persuasiva; quien la ve no albergará ninguna duda sobre la veracidad de lo que está ocurriendo; da ejemplo de gracia infusa; y hace participar al espectador del acto que representa. Hay en la pintura un desdoblamiento narrativo: la tierra y el cielo, los visionarios y la visión, y, entre ambos, las nubes que son la parte visible del cielo, elemento principal que configura el aparato escenográfico de esta visión barroca.



(Fotografía del autor)



En el cielo se abren las nubes sobre las que vuelan trece ángeles niños desnudos, que dan la nota festiva de alegría y ternura, danzan, juegan o se abrazan, y cumplen, además, la función de rellenar el espacio que se abre entre el Espíritu Santo y los receptores de su gracia. Sobre nubes algodonosas que avanzan en un magnífico trampantojo, planean sobre el espectador tres ángeles mancebos, pintados tal y como el pintor y tratadista Francisco Pacheco, suegro de Velázquez, disponía:


"Los ángeles mayores calzados con antiguos coturnos, (...) generalmente en las túnicas talares de los pacíficos de sedas o linos, de varios colores cambiantes que siempre tiren a candidez y blancura resplandecientes. (...) Hanse de pintar ordinariamente con alas hermosísimas de varios colores, imitadas del natural (...) no porque Dios los haya criado con ellas, sino para dar a entender su levantado ser, la agilidad y presteza de que están dotados, cómo baxan del cielo libres de toda pesadumbre corpórea y tienen siempre fixas sus mentes en Dios; entre nubes, porque el cielo es su propia morada y para que nos comuniquen, templadamente, la inaccesible luz de que gozan."[1]



(Fotografía del autor)







[1]  PACHECO, F., El arte de la pintura, Madrid, Cátedra, 1990, págs. 569-570.









martes, 18 de marzo de 2014

La fuente de la calle Angustias y los inicios del suministro de agua a viviendas en Nerja




La primitiva fuente de la calle Angustias de Nerja proyectada en 1878 por Salvador Gutiérrez Gallego



En 1877 las aguas de Nerja provenientes del río Chíllar se canalizaban a través de tres acequias, la Alta, la de Enmedio y la del Pueblo, con sus correspondientes brazales, que proporcionaban el agua tanto para el riego de sus tierras como para el funcionamiento de fábricas y molinos  y para el consumo humano. De la acequia del Pueblo se tomaban las aguas que surtían las tres fuentes públicas que entonces abastecían a la población, dos de ellas muy próximas, situadas en el sector sur de la misma, una en la Plaza (actualmente Plaza Balcón de Europa) y otra en la Plazoleta o plazuela de Cabanas, y una tercera ubicada en la confluencia de las calles Pintada y de la Cruz que era la única disponible para toda la parte central y alta de la localidad.

En el año que nos ocupa las tres fuentes eran claramente insuficientes, pues Nerja había crecido considerablemente en dirección norte. En la década de 1820 el límite urbano de la localidad se encontraba en las calles de Granada, Gitanos (posteriormente denominada Bronce), de la Cruz y Pintada, quedando aisladas en la parte superior la calle Angustias y la calle de las Carretas; la trama urbana se prolongaba hacia el Este con las calles Carabeo, Cristo y Huertos, y hacia el Oeste por la calle Vélez (hoy El Barrio) y camino de Málaga. A mediados del siglo XIX se habían abierto las calles Parra y Arropieros, y en 1870 ya existían las calles Méndez Núñez, Nueva, Molino, Guzmán el Bueno, Cervantes, San José, Trancos, Colón y San Juan, acercándose la población cada vez más al cementerio construido extramuros en 1853. Por lo tanto, las fuentes que hasta un determinado momento estuvieron relativamente cercanas a las casas de casi todos los nerjeños, habían quedado alejadas del área urbana ampliada.

Por otra parte, estos vecinos de los sectores central y norte habían visto cómo su situación se había ido complicando, ya que de la fuente de la calle Pintada manaba una cantidad de agua insignificante porque esta se perdía casi en su totalidad al hallarse obstruida la cañería por la que discurría; el conducto se encontraba a mucha profundidad y su reparación resultaba entonces enormemente costosa y volvería a serlo en el futuro cuantas veces hubiera que repararlo. La mayor parte del vecindario debía bajar hasta la fuente de la Plaza o la de la Plazoleta para abastecerse, con el consiguiente perjuicio, además del peligro que suponía la lejanía del acceso al agua en caso de producirse un incendio. La solución al problema pasaba por construir una nueva fuente al norte de aquella para atender las necesidades de la parte superior y central del pueblo y prolongar la canalización de la misma hasta la citada fuente de calle Pintada, de forma que esta pudiera disponer de un caudal considerable y fuera completamente aprovechable. Esto no era una novedad, pues ya diez años antes, en 1867, el Ayuntamiento se había planteado construir una fuente pública al final de calle Angustias “para dar trabajo a los jornaleros y clase menesterosa”, aunque el asunto quedó en una mera  declaración de intenciones.



Plano del trayecto de la cañería (Salvador Gutiérrez Gallego, 1878)

En el mes de julio de 1877 trece de los grandes contribuyentes de Nerja, todos ellos propietarios e industriales, que vivían en las calles de la Gloria, Pintada y Puerta del Mar, se dirigían al Ayuntamiento ofreciéndose a proporcionarle el dinero necesario para la ejecución de las citadas obras, hasta un máximo de 3.500 pesetas a devolver en el plazo de cuatro años. El ofrecimiento no era desinteresado, pues a cambio pedían autorización para realizar tomas de la cañería principal que proporcionaran agua corriente a sus hogares por medio de un grifo. Sin embargo, el Ayuntamiento declinó la propuesta, pues ya tenía consignada en el presupuesto de ese año la cantidad necesaria para llevar a cabo las obras, y, de momento, no se pronunció sobre la solicitud de los proponentes.

Con fecha 22 de diciembre de 1877 el alcalde de Nerja remitía al gobernador de la provincia, para su aprobación, el expediente para la construcción de una fuente pública en la calle Angustias que debía alimentar también a la de calle Pintada. Se incluía un proyecto bastante simple, carente de planos, y un presupuesto cuya realización había sido adjudicada a los maestros de albañilería Antonio Romo Ruiz y Francisco Cantarero Martín. Tras muchas dilaciones, cinco meses después se recibía una comunicación de la sección de Fomento del Gobierno Provincial en la que se formulaban diversos reparos y se denegaba la autorización hasta tanto no fueran subsanados.

Como una de las objeciones era que en realidad lo presentado no se podía considerar un proyecto, sino más bien un presupuesto, y Nerja carecía de personal especializado para elaborarlo, con fecha 7 de septiembre de 1878 el Ayuntamiento encargó su realización a Salvador Rodríguez Gallego, un afamado maestro de obras de Málaga que destacó construyendo importantes viviendas entre 1870 y 1885, el cual fechó el proyecto en dicha ciudad unos días después, el 20 de septiembre, siendo remitido de inmediato al gobernador de la provincia.



Secciones transversales de las cañerías (Salvador Gutiérrez Gallego, 1878)

Un ejemplar del proyecto, que consta de memoria, planos, pliego de condiciones y presupuesto, se conserva en el Archivo Municipal de Nerja diseminado en diferentes legajos. Se establecía tomar el agua de la acequia del Pueblo en un punto situado junto a la ermita de Nuestra Señora de las Angustias, surtiendo a las dos fuentes con un caudal de 16 metros cúbicos por hora. La distancia desde este punto hasta la nueva fuente sería de 235 m y desde ella hasta la otra, siguiendo por calle Pintada, 85 m, lo que hacía un total de 320 m. La cañería la compondrían atanores de barro de 10 cm de diámetro ajustados con zulaque (una especie de betún en pasta hecho con pelo de cabra, aceite, cal y otros materiales) para evitar filtraciones por las juntas; toda ella se revestiría con otra cañería de ladrillos. En el tramo que descendía por calle Pintada se añadiría otra cañería solo de ladrillo para conducir las aguas sobrantes de la fuente hasta la acequia del Pueblo, parte de la cual discurría cerca de la fuente que había en la esquina de dicha calle con la de la Cruz. La nueva fuente se construiría de ladrillo hasta una altura de 0,70 m, teniendo 2 m de frente y 0,80 m en sus costados, con coronación de sillería. El fondo era un macizo de mampostería cubierto de ladrillos gruesos, sobre el que se encontraba el pilón, recubierto interiormente con losetas. En el frontis de mortero hidráulico con una sencilla moldura en su contorno se disponían tres caños de bronce dorado por los que debía manar el agua. Todos los materiales se obtendrían en la propia localidad, excepto los atanores de barro que serían adquiridos en Vélez-Málaga, por ser estos de mejor calidad. Las obras se presupuestaban en 2.009,73 pesetas y se establecía un plazo de veinticinco días para su ejecución.

El 13 de noviembre de 1878 el proyecto era aprobado por la Sección de Fomento  de Málaga y el 10 de diciembre se realizaba en las dependencias municipales la subasta de las obras que fueron adjudicadas a  Miguel García Cereto (Acereto en su firma). Dichas obras estuvieron concluidas el 8 de febrero de 1879, fecha en que se procedió a la recepción de las mismas por el municipio, una vez que los maestros Antonio Romo Ruiz y Francisco Cantarero Martín hubieron certificado que cumplían todas las condiciones establecidas en el proyecto.



Alzado y sección transversal de la fuente (Salvador Gutiérrez Gallego, 1878)


Unos meses después de que entrara en funcionamiento la nueva fuente y se garantizara el caudal que correspondía a la de calle Pintada, el 14 de septiembre de 1879, aquellos grandes contribuyentes que dos años antes habían solicitado el abastecimiento de agua a sus viviendas volvían a realizar la misma petición, aprovechando que el pavimento de la calle Pintada estaba levantado. Esta vez el Ayuntamiento accedió a la solicitud con una serie de condiciones. El agua se derivaría de la alcantarilla de la citada fuente pública y debería llegar a las casas por una tubería que correría por el centro de la calle Pintada y se haría por cuenta de los interesados. Además, cada uno de ellos debería satisfacer para el fondo de propios una contribución anual de cinco pesetas. El Ayuntamiento se reservaba el derecho de utilizar sin indemnización la cañería matriz de los concesionarios para abrir otras fuentes en la parte baja del pueblo.

Estos beneficiarios eran algunos de los miembros más destacados de la élite de poder local: industriales, propietarios de tierras, e incluso el notario de Nerja y el secretario municipal. Eran Antonio Martínez Manescau, Antonio Martínez Roca, Lorenzo Terol Prolongo, Rafael de Guevara y Pérez, Jerónimo de Guevara y Sanjuán, Juan Ferrándiz Zaragoza, José Rico Medina, Antonio López Zamara, Francisco Cantarero Martín, Sergio Gómez Fernández, José Rico Navas, Francisco Martín González y Antonio Urbano López, que vivían, respectivamente, en el número 7 de la calle Gloria, en los números 17 y 22 de Puerta del Mar, y en los números 4, 9, 10, 11, 17, 18, 20, 24, 26, 27 y 37 de la calle Pintada.

Así fue como se inició el abastecimiento domiciliario de aguas en Nerja, que a partir de entonces, tímidamente, se iría ampliando a otras viviendas de gente pudiente de la localidad. Ya en el siglo XX, Francisco Cantarero Rodríguez, hijo del nombrado maestro de obras, solicitaría en 1913 el abastecimiento de agua para uso doméstico en la casa de aire mudéjar que se había construido en uno de los extremos de la calle San Miguel, y el año siguiente, siendo alcalde de Nerja, emprendería importantes obras de conducción de aguas al pueblo, traídas del manantial de la Fuente Santa; también instalaría una fuente en la plaza que lleva su nombre en 1917. Además se construyeron otras fuentes en Nerja, como la de calle Carabeo; pero todo ello sobrepasa los límites de esta historia y deberá ser objeto, quizá, de una entrada posterior.

La primitiva fuente de la calle Angustias no existe en la actualidad, pues fue sustituida hace unas décadas por otra distinta, con una función prácticamente ornamental,  que dispone de un solo caño, en lugar de los tres que tenía, y un pilón de mármol idéntico al de la fuente que existe en la plaza Balcón de Europa, junto a los Arcos del Paseo. En efecto, este pilón no es otro que la media taza de la fuente que hubo en la plaza, desmontada en los años inmediatamente anteriores a 1895. Una media taza se instaló en la fuente de la calle Pintada y la otra media, esta de la fuente actual de la calle Angustias, se utilizó primeramente en la fuente de la plazuela de Cavanas, para terminar en ella (véase en este mismo blog La fuente de la antigua plaza de la Constitución de Nerja).



La fuente de la calle Angustias en la actualidad



martes, 25 de febrero de 2014

La torre del río de la Miel de Nerja, historia de una ruina





    Restos de la Torre del río de la Miel



En 1743, Felipe Crame, un ingeniero que había recorrido la costa del reino de Granada para elaborar un informe sobre las reparaciones más urgentes que precisaban sus fortificaciones, escribía en el mismo lo siguiente sobre la torre del río de la Miel:

“la Torre del Río de la Miel del Partido de Vélez se arruinó enteramente con los temporales del invierno pasado y cubriendo una cala muy peligrosa para el  comercio de la costa por hallarse frecuentada de corsarios moros que encuentran en ella un buen aguadero conviene reedificarla de nuevo […]”[1].

Este sería uno de los mayores males que aquejaría a la torre desde el siglo XVIII. Seis años después, en 1749, seguía en las mismas condiciones y se comunicaba que “está totalmente destruida”, proponiéndose igualmente su reedificación[2].




   Torre del río de la Miel. Restos de la puerta de acceso y patín



Esta torre que ya estaba completamente inservible había sido construida en el último cuarto del siglo XVI (no conservamos documentación que acredite la fecha exacta), con el mismo diseño que las torres de Maro o de la Caleta, también conocida esta última como del Cañuelo. Era la antepenúltima torre de la costa de Nerja y del partido de la ciudad de Vélez-Málaga, al que pertenecía, por su parte de levante, y se levantó en la playa actualmente denominada del Molino de Papel. El objetivo era vigilar (no era entonces una torre dotada de artillería) una zona de costa muy atractiva para la piratería berberisca, como era la desembocadura del río de la Miel y las calas adyacentes, y por ello especialmente peligrosa.




    Torre del río de la Miel. Restos del pretil y plaza de armas



A la vista de que era completamente inútil, se decidió la construcción de una nueva en sustitución de aquella. Las obras, presupuestadas en 22.000 reales de vellón, comenzaron en 1751 y fueron dirigidas por el ingeniero Juan Zahoras. En enero de 1753 aún no se había concluido por haberse producido retrasos en los pagos y se designó al ingeniero Juan de Dios González para hacerse cargo de su terminación[3].




     Detalle del plano de la Torre Derecha de Algarrobo de Juan Zahoras. 1755.

La fortificación que se hizo era una torre artillada, fortificación abaluartada equipada con dos cañoncitos de bronce, uno dirigido hacia el Castillo de Nerja y otro hacia el puerto del Cañuelo, idéntica a la que, posteriormente, en 1755, el mismo Zahoras levantaría en la costa de Algarrobo,  la Torre Derecha, siguiendo un modelo que se estaba construyendo por aquel entonces en la costa de Almería.

Aunque no se conservan los planos que Zahoras debió realizar para la Torre del río de la Miel, sí han llegado a nuestros días los que hizo unos años después para  la Torre Derecha de Algarrobo. Por ellos podemos saber que la torre era de planta circular y tenía dos cuerpos: uno inferior de forma troncocónica que albergaba una estancia con bóveda, a la que se descendía por un escotillón abierto en la clave de la misma; en él se encontraba el almacén de pólvora; otro, el superior, era cilíndrico y albergaba una cámara con chimenea, destinada a cuarto para los torreros, que debería estar dotada de un tablado en alto para el personal; sobre su bóveda se encontraba la plaza de armas, una batería donde se situaban las piezas de artillería, rodeada por un parapeto; a ella se subía por unas escaleras embutidas en el muro, cuya boca estaba protegida por un cobertizo en el que había una ladronera para la defensa de la vertical de la puerta de entrada a la torre. A la torre se accedía por un patín -escalera de obra- exento conectado con la puerta elevada por un puente levadizo que salvaba el espacio existente entre ambos a modo de foso.

El material utilizado para la torre fue la mampostería revocada y enlucida interior y exteriormente, empleándose el ladrillo para algunas partes, como las bóvedas de las dos plantas así como para la del almacenillo de pólvora, y los marcos de puertas y ventanas. Podríamos imaginar e incluso reconstruir completamente la torre a partir de la Torre Derecha de Algarrobo, pues ésta se hizo siguiendo el modelo precedente de la del río de la Miel.




                   Torre Derecha de Algarrobo


Unos años después se pensó sustituir su artillería por otra más potente, pero en 1774, el ingeniero Francisco Gozar informaba de que  no podría recibir la artillería del calibre aprobado “por defecto de sus cimientos y estar enteramente cuarteada”, y por ello ya se había propuesto a la Corte la construcción de otra de nueva planta en sus inmediaciones[4]. Varios años después aún seguía en el mismo estado de deterioro, aunque ya se había presupuestado  la reconstrucción de la torre, y en 1778 se informaba de que “por estar totalmente inútil se debe indispensablemente reedificar, debiendo sostener con su defensa las embarcaciones que ancoran en su rada cargando éstas de carbón para la mayor parte de la costa […].”[5]

Por segunda vez en pocos años la torre había quedado seriamente dañada por el mar y de nuevo se hacía necesaria su reconstrucción. Se realizó un proyecto que no se llevó a cabo, optándose por una solución de urgencia consistente en la reparación de la gran grieta que la afectaba, a causa, quizá, del hecho de que Manuel Centurión acababa de construir en sus inmediaciones el  Molino de papel de río de la Miel y había que garantizar la protección de la zona.

A comienzos del siglo XIX se volvió a plantear la necesidad de construir una nueva torre, entre otras cosas porque en febrero de 1805 se arruinó mucho más de lo que estaba, encargándose al ingeniero José Iglesias la redacción del proyecto, que tampoco se llevaría a la práctica. Mientras tanto, se optó por levantar una batería provisional ubicada en alto, en un recodo del antiguo camino de Málaga a Motril que debería rodearla por su parte posterior. El estallido de la guerra de la Independencia y la posterior situación económica que se vivió, impidieron la ejecución del proyecto de Iglesias y el papel defensivo de la Torre del río de la Miel  quedó asignado definitivamente a la batería provisional.

Cuando en 1830 la visitó el ingeniero Mauricio Rodríguez de Berlanga, refería que estaba inutilizada, pues “habiéndola situado con poco cimiento en un terreno muy flojo y muy inmediato al mar, éste fue socavando aquel, y ocasionó que se rebajara media torre, resultando cortada por una sección perpendicular a su base”. Proponía hacer una defensa estable en la zona, ya fuera batería o torre reducto, porque tanto en la playa del río de la Miel como en la de las Alberquillas “vienen los barcos enemigos y contrabandistas a hacer aguada y echar géneros”[6]. En 1849, Miguel de Santillana informaba de que “se cayó media torre y quedó la otra media inútil”  y descartaba definitivamente su reconstrucción[7].

Entre 1940 y 1945 la parte de la torre que quedaba en pie fue utilizada por los guerrilleros antifranquistas para ocultar en su almacén, bajo la paja, las armas que recibían[8]. En el Legado Temboury se conserva una fotografía de la torre, tomada en 1956 por Simeón Jiménez Reina, en la que se puede apreciar que en esos momentos su deterioro  era menor que el que presenta en la actualidad, pues aún conservaba gran parte del cuerpo superior y del terrado, el cobertizo, y  se pueden ver la puerta de acceso y el frente de tierra completos. A partir de entonces casi la mitad de la construcción existente a mediados del siglo XX ha ido cayendo al mar, aunque todavía pueden verse algunos de los elementos de la torre original proyectada por Juan Zahoras




Torre del río de la Miel. 1956. Fot. Simeón Giménez Reyna. Legado Temboury, Archivo   Fotográfico, fotografía 5086. 



[1] (A)rchivo (G)eneral de (S)imancas. Secretaría de Guerra, leg. 3400.
[2] A.G.S. Secretaría de Guerra, leg. 3408.
[3] A.G.S. Secretaría de Guerra, legs. 3411 y 3412.
[4] A.G.S. Secretaría de Guerra, leg. 3424.
[5] A.G.S. Secretaría de Guerra, leg. 3428.
[6] Archivo General Militar de Madrid. Colección General de Documentos, nº 3916.
[7] Idem.
[8] AZUAGA RICO, J.M, La guerrilla antifranquista en Nerja, Nerja, Izquierda Unida-Los Verdes-Convocatoria por Andalucía, 1996, págs. 57-58.