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lunes, 29 de noviembre de 2021

La conservación, restauración y rehabilitación de bienes del Patrimonio Histórico de Nerja de titularidad municipal y su puesta en valor, una urgente necesidad (2)

 


Estado actual de la fábrica de miel de caña de RIFOL, La Maquinilla, (foto del autor)

 

El segundo de los bienes de titularidad municipal que vamos a tratar que precisa de una urgente intervención para su conservación, uso y puesta en valor es la fábrica de miel de caña de RIFOL, popularmente conocido por el nombre de La Maquinilla. Este establecimiento no solo es de titularidad municipal, también es propiedad del Ayuntamiento de Nerja. Forma parte del Patrimonio Industrial a que se refiere el Título VII de la Ley 14/2007, de 26 de noviembre, del Patrimonio Histórico de Andalucía, integrado por «el conjunto de bienes vinculados a la actividad productiva, tecnológica, fabril en cuanto son exponentes de la historia social, técnica y económica de esta comunidad».

 

La fábrica de miel de caña de RIFOL

 

La fábrica de miel de caña de RIFOL es el último de una serie de edificios de tipo industrial existentes en el solar en el que este se encuentra, situado en el predio antaño conocido con el nombre de El Molinillo. A comienzos del siglo XIX era un molino harinero llamado de Tabalones, el segundo apellido o apodo de sus propietarios, siendo adquirido por los dueños del ingenio azucarero San Antonio Abad en 1828 y agregado al ingenio. En 1872 lo adquirió José Maezo García, albéitar y propietario de varios molinos en Nerja. Sus sucesores lo dedicaron también a fábrica de esparto, aunque fundamentalmente fue un molino harinero que molía trigo y maíz. 

 

En 1940 tres bisnietos de José Maezo decidieron instalar una fábrica de miel de caña utilizando las instalaciones del molino harinero, y para ello crearon la compañía mercantil Rico, Fossi y Cía. S.L. Formaban la compañía los hermanos José y Antonio María Rico Noguera, el primero de los cuales aportó el molino adquirido por herencia, un primo hermano de ambos, Ramón Fossi Rico, militar de Artillería y experto en ingeniería industrial, y un cuñado de este. Nacía así la fábrica de miel de caña RIFOL (acrónimo formado por las iniciales de Rico, Fossi y Luque, apellido este último del cuarto socio), popularmente conocida en Nerja con el nombre de La Maquinilla. Se daba con ello a los labradores de Nerja que eran reacios a moler la caña en la fábrica de Larios, la única que entonces molía en Nerja y Maro, la posibilidad de hacerlo en otra, a la vez que se elaboraba un producto que, tras la guerra, en la España de la década de 1940 gozaba de una gran aceptación. La dirección técnica de la empresa la ejerció Ramón Fossi Rico y la fábrica llegó a contar con un mecánico, cinco o seis trabajadores fijos y un número variable de eventuales durante los meses de más actividad. La fábrica comenzó a funcionar con tecnología y procedimientos propios de los ingenios preindustriales, pero fue paulatinamente modernizada [1].



La fábrica de miel de caña de RIFOL, La Maquinilla, en la década de 1940 (foto Som Cerezo)


 

La fábrica molió hasta 1966, año a partir del cual su entonces propietaria, Carmen Rico, vendió los molinos y demás maquinaria, y llegó a un acuerdo con uno de los empleados, Antonio Jiménez Gálvez, quien más tarde sería el primer alcalde de Nerja de la etapa democrática, quedándose este con los locales industriales para destinarlos a almacén. Posteriormente, los edificios fabriles de La Maquinilla pasaron a manos del Ayuntamiento de Nerja, su actual propietario. 




La fábrica de miel de caña de RIFOL, La Maquinilla, en 2003 (foto del autor)
 


De la fábrica de miel de caña se conservan los edificios que la componían, algunos de ellos en estado semirruinoso, como la nave de pailas, con fachada noroeste de estética art déco, y la plaza en la que se amontonaba el bagazo, todo ello rodeado por la antigua cerca de albañilería, ocupando una parte del primitivo solar de la fábrica (el resto del solar está ocupado por viviendas de pisos). Hay algunas construcciones añadidas de cronología imprecisa. Conserva en el interior la señalización con avisos para la seguridad de los operarios y en la fachada suroeste, muy deteriorada, la inscripción con el nombre de la fábrica.




La fábrica de miel de caña de RIFOL, La Maquinilla, en 2003 (foto del autor)



En la primavera de 2013 la Asociación para la Conservación y Difusión del Patrimonio Histórico ‘La Volaera’ de Nerja denunció el estado de abandono de los restos preindustriales e industriales azucareros del municipio. Uno de ellos fue este de RIFOL o La Maquinilla que presentaba un avanzado deterioro, con gran parte de sus dependencias destejadas y convertidas en basurero y algunos de sus muros amenazando ruina, si bien algunas zonas eran utilizadas por los servicios municipales de mantenimiento. La citada asociación mantuvo entonces reuniones con las responsables de las Concejalías de Cultura y de Planeamiento Urbanístico del Ayuntamiento nerjeño, propietario del edificio, exponiéndoles la situación y proponiendo que, dada la coyuntura de crisis económica por la que se atravesaba en aquellos momentos que hacía inviable la restauración y puesta en uso del edificio, al menos se estabilizaran las fachadas, con objeto de impedir su derrumbe, y poder acometer una intervención integral cuando la situación económica lo permitiera. Dos años después, en febrero de 2015, la Junta de Gobierno local aprobó el Proyecto para la estabilización de las fachadas noroeste y suroeste del edificio La Maquinilla de Nerja redactado por el arquitecto técnico e ingeniero de edificación Felipe Baena Rodríguez, aunque no se ejecutó hasta septiembre de 2018[2]




Estado actual de la fábrica de miel de caña de RIFOL, La Maquinilla, (foto del autor)

 

Desde la denuncia y propuesta realizadas por la Asociación La Volaera hasta la ejecución del proyecto de estabilización habían transcurrido algo más de cinco años en los que el edificio seguía arruinándose. A pesar de que la estabilización de las fachadas se consiguió y el edificio, de momento, se mantiene en pie, su deterioro avanza de manera imparable, pradójicamente, en unos momentos en que las finanzas municipales parecen haber salido de la etapa de crisis vivida anteriormente y permiten apostar decididamente por la recuperación de este patrimonio para el que no faltarían importantes usos. 

 

 

 Continuará

 

 



[1]Véase CAPILLA LUQUE, Francisco, La industria azucarrera en Nerja y Maro (II). Las fábricas, Vélez-Málaga, 2017.

[2]La Clave 1, febrero de 2015, pág. 5.

sábado, 23 de octubre de 2021

La conservación, restauración y rehabilitación de bienes del Patrimonio Histórico de Nerja de titularidad municipal y su puesta en valor, una urgente necesidad (1)

 




 

El municipio de Nerja posee un importante Patrimonio Histórico, resultado de siglos de historia cuyos restos materiales e inmateriales han llegado en mejor o peor estado de conservación hasta nuestros días; no todo este patrimonio (parte de titularidad privada y parte de titularidad pública) cuenta con la protección jurídica que otorga la legislación vigente. Aunque toda la normativa por sí sola no garantice la conservación del Patrimonio Histórico si no hay voluntad de mantenerlo por parte de las personas e instituciones responsables y si no se ponen los medios adecuados para ello, es fundamental que cuente con el debido reconocimiento y cobertura legal.

 

En la actualidad hay una parte de este Patrimonio Histórico declarado Bien de Interés Cultural (BIC), lo que lleva aparejada la máxima protección jurídica con que cuenta un bien en nuestro país. Son todas las fortificaciones, entre ellas las seis antiguas torres costeras (Macaca, Torrecilla, Maro, Río de la Miel, Pino y Caleta); la Cueva de Nerja; y el Sitio Histórico Paraje Pintoresco de Maro. Hay otros bienes no declarados BIC, pero que están incluidos en el catálogo de bienes protegidos del vigente Plan General de Ordenación Urbana de Nerja que tienen otro nivel de protección, pero lo tienen. Son veintiséis bienes, de los que la mitad ya están catalogados BIC por la normativa de rango superior (además, en estos momentos se encuentra en tramitación el expediente de declaración BIC de la ermita de Nuestra Señora de las Angustias, promovido por el Ayuntamiento de Nerja), cuyo listado completo puede ser consultado haciendo clic en este enlace

 

Hay otro patrimonio no catalogado ni protegido, la mayor parte de él de propiedad privada, que algunos investigadores hemos tratado en diferentes publicaciones: el Patrimonio Industrial azucarero, del que Nerja y Maro cuentan con un buen número de restos[1]; bienes o restos de otros sectores industriales, como son el papelero, el minero[2], las hidroeléctricas[3], los molinos harineros, o la abundante arquitectura del agua. Gran parte de este patrimonio, en algunos casos lo que queda de él, se encuentra abandonado y en serio peligro.

 

En esta y próximas entradas trataré sobre la urgente necesidad de intervenir, para su conservación y puesta en valor, en cuatro bienes del Patrimonio Histórico que son de titularidad municipal: el edificio de la antigua fábrica de miel de caña RIFOL, conocido popularmente como La Maquinilla; la calzada romana de la Coladilla; el puente sobre el barranco de Maro, patrimonio de la obra pública y Lugar de Memoria Histórica de Andalucía; y el expediente sobre la ermita de Nuestra Señora de las Angustias conservado en el Archivo Municipal de Nerja. Comenzaré por este último, por ser un bien desconocido por la mayor parte de los lectores.

 

El expediente sobre la ermita de Nuestra Señora de las Angustias



Expediente sobre la ermita de Nuestra Señora de las Angustias. Archivo Municipal de Nerja, Leg. H-027, fol. 1 r.º



El Archivo Municipal de Nerja, en su sección histórica, conserva algunos importantes documentos sobre la ermita de Nuestra Señora de las Angustias. Se trata de los documentos 3.1 y 3.2 del legajo H-027 que forman parte del Patrimonio Documental Andaluz incluido en el Título VIII de la Ley 14/2007, de 26 de noviembre, del Patrimonio Histórico de Andalucía. Si bien toda la documentación que se conserva en un archivo tiene valor, porque constituye una de las fuentes para el conocimiento histórico, este expediente tiene un valor añadido para el pueblo de Nerja, pues contiene los documentos del proceso por el que, en 1853, la Corporación Municipal, en representación del pueblo de Nerja, obtuvo el patronato, hasta entonces en manos privadas, de la ermita de Nuestra Señora de las Angustias.

 

El estado de estos documentos hace necesaria su restauración si se quiere asegurar la conservación de los mismos e impedir el avance de su deterioro; así mismo, su digitalización permitiría consultarlos sin someterlos al proceso de desgaste al que, inevitablamente, se ven expuestos cuando se hace de forma física. A finales de 2019, cuando se preparaba la conmemoración del tricentenario de la fundación de la ermita, propuse al Ayuntamiento de Nerja la restauración de estos documentos y su presentación y exposición temporal, así como la exposición de los trabajos, en el Museo de Nerja, debidamente contextualizados para su conocimiento y valoración por parte de la ciudadanía. La declaración de pandemia en marzo de 2020 interrumpió la celebración del tricentenario, siendo cancelados los actos previstos. Encontrándonos en una situación felizmente distinta de aquella, considero llegado el momento de acometer la restauración propuesta y valorar su posterior exhibición pública. No serían estos los primeros documentos restaurados del Archivo Municipal de Nerja. En noviembre de 2017 se presentó en el Museo de Nerja la restauración del Libro del Privilegio de Nerja y Torrox (año 1705) y en abril de 2018 las de la Real Ejecutoria por la que se le concedía a los vecinos de Nerja la propiedad de las tierras, casas y huertos que hasta entonces habían estado en manos de la ciudad de Vélez-Málaga (año 1747) y la toma de posesión de la puebla de Nerja de las tierras, casas, huertos y dehesas de su término (años 1747 y 1750), realizadas en los talleres del Archivo Histórico Provincial de Málaga; además se abrió el archivo en línea de la web municipal que permite consultar los citados documentos digitalizados, así como todas las actas municipales conservadas entre 1765 y 1990, también digitalizadas.

 

El documento 3.1 es el Espediente sobre que la Patrona de la Hermita de N. S. de las Angustias cumpla con las obligaciones que son de su cargo, está fechado en 1852, aunque su contenido se extiende hasta 1853. Fue incoado por el Obispado de Málaga y es el original del mismo que fue entregado al Ayuntamiento de Nerja, según se certifica en el mismo expediente. Una copia debió archivarse en la Secretaría de Cámara del obispo y está irremediablemente perdida, pues el incendio del palacio episcopal en 1931 destruyó su archivo. Por lo tanto, este es el único ejemplar conservado de toda la documentación que contiene, con una salvedad a la que más adelante me referiré.

 

Para conocer y valorar la importancia de este expediente conviene saber que la ermita de Nuestra Señora de las Angustias de Nerja, fundada en 1720 por Bernarda Alférez, viuda de Luis López de Alcántara, su primera patrona, estuvo bajo el patronazgo familiar hasta 1826, en que falleció su último patrono, y también capellán, el sacerdote Francisco Antonio Rodríguez de Alcántara, bisnieto de la fundadora. A su muerte, y por disposición testamentaria suya, el patronato de la ermita pasó a los esposos Miguel Rebolledo y María de la Concepción Romero. Tras la muerte del esposo la viuda mantuvo el patronato hasta el 1 de agosto de 1853 en que lo cedió conjuntamente a la Corporación Municipal de la villa de Nerja «en representación de su común» y al canónigo nerjeño Juan Gutiérrez Correa, quien al poco tiempo renunció al copatronazgo, quedando dicha Corporación Municipal nerjeña como patrono único.



Matriz de la escritura de cesión del patronato de la ermita al Ayuntamiento de Nerja, otorgada en Málaga el 1 de agosto de 1853 ante el escribano Juan Bautista Vignola, incorporada en su protocolo de dicho año. Archivo Histórico Provincial de Málaga, leg. 4.391, fol. 1.304 r.º 

La fundadora y los primeros patronos habían construido y ornamentado la ermita y también la habían dotado con una serie de bienes que aseguraban su mantenimiento, así como el de la capellanía y las misas que habían instituido en ella. Pero María de la Concepción Romero, al enviudar, utilizó la ermita y su dotación para hacer frente a sus propias necesidades económicas. Había dispuesto del capital, un censo de 8.000 reales impuesto sobre tierras del ingenio azucarero San Antonio Abad de Nerja, con que estaba dotada la capellanía de la ermita; había vendido la corona de plata de la Virgen y otros enseres, sustituyéndola por otra de hojalata; no se celebraban las misas y actos litúrgicos por falta de fondos; y los desperfectos en el templo eran cuantiosos debido a la falta de mantenimiento, amenazando ruina algunas piezas de la casa anexa del ermitaño. El proceso que desembocó en la cesión (en realidad, venta) del patronato de la ermita por María de la Concepción Romero fue arduo y largo y queda recogido en el expediente. 

 

Ya en septiembre de 1848 el Ayuntamiento de Nerja había puesto en conocimiento del obispo, entonces Salvador José de los Reyes García de Lara, la situación lamentable en que se encontraba la ermita a causa del abandono de responsabilidades por parte de la patrona, María de la Concepción Romero, pidiéndole que se le exigiera cumplir con sus obligaciones y, en caso de persistir en su actitud, concederle al Ayuntamiento el cuidado del santuario. Como consecuencia, la patrona fue apremiada a ello por el Obispado y aunque esta aseguró que repararía el edificio, ignoró cuanto se le exigía, cosas todas a las que ella misma se había comprometido en la escritura de obligación de patronato otorgada en su día junto a su marido. Cuatro años después, el 31 de agosto de 1852, el Ayuntamiento se dirigía al nuevo obispo, Juan Nepomuceno Cascallana, en idénticos términos, proponiendo que, de persistir la patrona en su actitud, el patronato de la ermita pasara al pueblo de Nerja, lo que motivó la incoación del expediente que tratamos. 

 

El Obispado envió a Nerja al arcipreste de Torrox, José María Navarro y Landete, para recabar información sobre el terreno. Este encargó al maestro de obras de la villa, Pedro de Algarra, un informe pericial del estado del edificio que Algarra firmó el 20 de septiembre de 1852. Se encuentran insertos en el expediente, además de las comunicaciones entre el Ayuntamiento de Nerja, el Obispado y la patrona de la ermita antes comentados, el informe del maestro de obras y el dictamen del arcipreste de Torrox. Este proponía que María de la Concepción Romero reparara el edificio en breve plazo y llevara a cabo la reposición de los ornamentos sagrados, sostenimiento del culto y dotación de ermitaño, y de no cumplirlo, se entendiera que renunciaba al patronato, entregándose la ermita al Ayuntamiento.

 

Fueron varios los apremios enviados a María de la Concepción Romero por el Obispado incluidos en el expediente. Primeramente, se le dio un plazo de nueve días para cumplir lo mandado en la providencia del obispo, aunque, posteriormente, se le otorgó un plazo de treinta días que, de todas formas, ella no cumplió. Al fin, el 9 de julio de 1853, María de la Concepción Romero comunicaba al obispo que no podía hacer frente a sus obligaciones por encontrarse en «una situación lamentable, sin recursos aun para su subsistencia» y pedía licencia para la cesión del patronato al Ayuntamiento de Nerja, acordada con el alcalde, José García Peralta, de la que se otorgaría escritura «que servirá de título a el Alcalde y Ayuntamiento de Nerja como representantes del pueblo».

 

La escritura se otorgó en Málaga, el 1 de agosto de 1853, ante el escribano Juan Bautista Vignola y, aunque María de la Concepción Romero había pedido licencia para ceder el patronato solo al Ayuntamiento de Nerja, en la escritura esta institución comparte el patronato con el canónigo nerjeño Juan Gutiérrez Correa, cuyo primo, Manuel Gutiérrez, había sido el alcalde de Nerja que inició el proceso de reclamación del patronato en 1848. Los motivos por los que finalmente Gutiérrez Correa compartió el patronato con el Ayuntamiento están por ver, aunque parece que su papel consistió en ejercer de intermediario (¿por exigencia del Obispado para otorgar la autorización? ¿Por iniciativa propia, figurando como pagador de la suma entregada a María de la Concepción Romero a cambio de la cesión del patronato?), para acabar siendo un efímero copatrono. De hecho, él fue quien actuó en su nombre y también como representante del Ayuntamiento de Nerja en el otorgamiento de la escritura, y el expediente le fue entregado a él, aunque pasó a manos del Ayuntamiento que en todas las actuaciones posteriores figuraría como único patrono, así reconocido por el propio canónigo. De esta escritura, además del original dado por el escribano Vignola el mismo día de su otorgamiento e incorporado al expediente, se conserva la matriz, inserta en su protocolo del año 1853, depositado en el Archivo Histórico Provincial de Málaga[4]. El original del Archivo Municipal de Nerja está deteriorado, siendo ilegibles las últimas líneas de cada folio por efecto de la humedad. Es el único documento del expediente del que se conserva otro ejemplar, como ya dije más arriba, y gracias a la matriz del archivo malagueño podemos conocer el texto completo de la escritura[5]. El expediente se cierra con el auto de aprobación de la cesión y nombramiento de los nuevos patronos por la jurisdicción eclesiástica ordinaria, dado el 5 de agosto de 1853.



Primer folio del original de la escritura de cesión del patronato de la ermita al Ayuntamiento de Nerja, otorgada en Málaga el 1 de agosto de 1853 ante el escribano Juan Bautista Vignola, inserta en el expediente conservado en el Archivo Municipal de Nerja


El documento 3.2 es un inventario de los enseres de la ermita realizado por acuerdo del pleno municipal el 28 de agosto de 1853, unos días después de obtenido el patronato. Por él conocemos el mobiliario, los enseres de la ermita, las imágenes a las que se rendía culto en el santuario, y las ropas y alhajas de la Virgen de las Angustias, que confirman la veracidad de las acusaciones del Ayuntamiento contra la anterior patrona. Hay también otro inventario de la ornamentación, objetos de metal y telas realizado el 1 de julio de 1885.




Continuará



[1]CAPILLA LUQUE, Francisco, La industria azucarera en Nerja y Maro (I). Los ingenios preindustriales, Vélez-Málaga, 2016, y La industria azucarera en Nerja y Maro (II). Las fábricas, Vélez-Málaga, 2017.

[2]YUS RAMOS, Rafael, Un siglo de actividad minera en la Sierra de Nerja, 1826-1928, Vélez-Málaga, 2013.

[3]ROJO PLATERO, Pablo, Las fábricas de la luz. La llegada de la electricidad a la comarca de la Axarquía, Vélez-Málaga, 2019.

[4]Archivo Histórico Provincial de Málaga, Leg. 4.391, fols. 1.304 r.o-1.306 v.o.

[5]Transcripción de la escritura en CAPILLA LUQUE, Francisco y ARCOS VON HAARTMAN, Estrella, La ermita de Nuestra Señora de las Angustias de Nerja y sus pinturas murales, Nerja, 2012, págs. 55-57.

viernes, 20 de agosto de 2021

El territorio histórico de Maro y sus límites

 

Límites históricos aproximados del territorio de Maro sobre fotografía aérea del Vuelo Americano (1957)


Maro está situado en la parte oriental del término munici­pal de Nerja, el más oriental de la comarca de la Axarquía y de la provincia de Málaga, un territorio montañoso, con una costa acantilada en la que se abren algunas calas y desembocan ríos y arroyos de caudal típica­mente mediterráneo. No obstante, las fértiles tierras existentes en el entorno de la localidad de Maro conforman una rica vega irrigada que han proporcionado a este lugar, al menos desde la Edad Media, una gran riqueza agrícola.

 

Este territorio estuvo poblado durante la Prehistoria, una etapa relativamente bien estudiada gracias a los trabajos arqueológicos realizados tanto en la Cueva de Nerja como en otras cuevas y abrigos de la zona. Sin embargo, el conocimiento que tenemos de los períodos posteriores hasta la Edad Moderna es escaso y fragmentario; a época romana pertenecen algunos restos arqueológicos hallados en El Lugarejo, en las proximidades del núcleo urbano actual, y en el cercano río de la Miel. 

 

El Maro medieval, al igual que ocurre con el periodo de la Antigüedad romana, es escasamente conocido, si se exceptúan los datos proporcionados por algunas excavaciones de urgencia realizadas con motivo de la construcción de la autovía del Mediterráneo a su paso por Maro, y por la documentación que se conserva del período de la conquista del territorio por los Reyes Católicos y décadas posteriores. Una de estas excavaciones puso al descubierto en la ladera del Aprisco los restos de una pequeña fortaleza (ḥiṣn), activa entre los siglos VIII y IX, relacionada con el levantamiento que cUmar b. Ḥafṣūn dirigió contra el estado cordobés desde las sierras de Ronda a las Alpujarras.

 

Durante los primeros siglos del periodo andalusí las comunidades rurales se refugiaron en las alturas, pero durante la época califal (929-1031), una vez que había quedado reforzado el estado cordobés, se produjo la bajada al llano de las mismas; fue entonces cuando debió establecerse una comunidad humana en un asentamiento estable: la alquería de Maro/qarya Mārūh. Esta alquería, de cuyo caserío en la actualidad no existe evidencia, se encontraba en un área atravesada hoy, en parte, por la carretera nacional 340 y situada, aproximadamente, entre el paso del antiguo camino de Málaga a Almuñécar por el río de Maro y el nacimiento del mismo. La alquería disponía de un cementerio (maqbara), descubierto en otra de las excavaciones referidas, que comprende cuatrocientas cuarenta y dos sepulturas. Los restos de esta alquería constituían el ruinoso lugar de Maro en1582.

 

Hasta el siglo XV Maro/Mārūh perteneció a la taha de Bentomiz/ṭāca Munt Mās, aunque en el momento de la conquista castellana formaba parte de la taha de Frigiliana/ṭāca Frījīlyānā. Sus pobladores, los maruhyíes (mārūhyyūn), vivían de la agricultura, coexistiendo los cultivos de secano con los de regadío, como el del moral, imprescindible para la producción de la seda, que practicaban en fértiles hazas y bancales regados por una acequia principal que tomaba sus aguas del nacimiento del río Maro. Ya en el siglo XIV debía constituir una población de cierta entidad, pues figura, al igual que algunas otras importantes de la costa del reino de Granada, en el denominado Atlas catalán, realizado en 1375 por el cartógrafo mallorquín Abraham Cresques.

 

El día 4 de mayo de 1487, unos días después de la toma de Vélez-Málaga por los Reyes Católicos, treinta y siete villas, alquerías y lugares de la parte oriental de la actual provincia de Málaga, entre ellas Maro, prestaron obediencia a los monarcas que los pusieron bajo jurisdicción de la ciudad de Vélez-Málaga, de cuyo término formarían parte a partir de entonces y durante varios siglos. La obligación de los mudéjares de convertirse al cristianismo a partir de 1500, así como el endurecimiento de sus condiciones de vida y el incremento de la presión fiscal que se produjo entre los años 1501 y 1504, provocaron la huida en masa y la despoblación de la taha de Frigiliana. El primer lugar en ser abandonado fue Maro, en 1504, pasando a ser automáticamente propiedad de la Corona todas las tierras y casas que los pobladores habían dejado.

 

El 7 de febrero de 1505, la reina Juana I de Castilla, por una provisión dada en la ciudad de Toro, vendió a su secretario Gaspar de Gricio «todas las haciendas y heredamientos, viñas, tierras y árboles y otros bienes raíces que me pertenescen en la alquería de Maro que está en término e jurisdicción de la ciudad de Vélez que dejaron los vecinos cristianos nuevos del dicho lugar que pasaron allende [...], con facultad que podéis poblar e avecindar el dicho lugar de Maro», convirtiéndose en poseedor del mismo con efectos retroactivos desde el día primero de enero de ese año[1].



El secretario Gaspar de Gricio, futuro comprador de Maro, escribiendo el testamento de la reina Isabel I. Eduardo Rosales. Doña Isabel la Católica dictando su testamento. 1864. Óleo sobre lienzo, 287x298 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado

 

El mes siguiente de efectuarse la compra, el día 13 de marzo, se dio a los apoderados designados por Gricio la posesión de Maro 

«con todos los heredamientos del dicho lugar, así de tierras de secano como de regadío e viñas e higuerales e morales e olivar e cañaverales e otros cualesquier árboles fructuosos e infructuosos e pinares e colmenares e molinos, así de pan moler como de aceite, como otros cualesquier que en el dicho lugar de Maro y su término hubiere, e con todas sus yerbas e prados e pastos e setos e montes, ejidos e dehesas, e aguas estantes e manantes, pesquerías, e todo lo al dicho lugar de Maro e vecinos que de él fueron pertenecieren e pertenecer puede e debe en cualquier manera e por cualquier razón e título que sea e ser pueda»[2]

En el acta de toma de posesión no se especifican los límites del territorio que se entregaba, aunque es probable que se hubieran apeado y deslindado las propiedades dejadas por los moriscos, recogiéndose en un documento que, en caso de existir, desconocemos. Sin duda debieron reconocerse y apearse las tierras, porque en la ceremonia estuvieron presentes como testigos varios vecinos de Vélez, Nerja y Frigiliana, conocedores del terreno, entre los que se encontraban el alcaide del castillo Bajo de Nerja y el alguacil morisco de Frigiliana Francisco de Guzmán Adarra. 

 

A la muerte de Gaspar de Gricio, quien falleció el 7 de noviembre de 1507, heredó Maro su hijo Francisco de Gricio; él y su mujer, Leonor de Herrera, lo transmitieron al suyo, Juan de Gricio de Herrera, vecino y regidor de la ciudad de Salamanca, en cuyo poder se encontraba en 1582. De momento no sabemos cómo gestionaron Gaspar de Gricio y su hijo Francisco las tierras de Maro, pues no hemos encontrado contratos de arrendamiento firmados por ellos o por sus apoderados. En la década de 1560 el territorio estaba abandonado y solo, y quizá lo estuvo también en las décadas anteriores; en 1571, tras la rebelión de los moriscos, Francisco Arévalo de Zuazo, en la relación de la visita que hizo a determinados lugares para su repoblación, recomendaba cultivar las tierras de Maro, donde «había hasta ciento y cincuenta fanegadas de tierra de riego e está todo despoblado por ser a la marina»[3]. Recomendación que debió ser tenida en cuenta por Juan de Gricio, pues en 1576 todas las tierras las tenía arrendadas a una sola persona y en 1582 a un vecino de Cómpeta. 

 

El 26 de septiembre de 1582, el licenciado Felipe de Armengol, abogado de la Audiencia Real de Granada, compró a Juan de Gricio de Herrera y a su esposa Isabel de Solís el lugar de Maro «con todo lo en él anejo y dependiente, según y como lo tuvo su abuelo»[4]. Armengol convirtió las tierras de Maro en una gran plantación de caña de azúcar, las arrendó por parcelas, construyó un ingenio azucarero, una pequeña iglesia y algunas casas y un mesón junto al ingenio, dando así este núcleo origen al moderno pueblo de Maro. Los días 22 y 23 de diciembre de 1582 las autoridades de Vélez-Málaga dieron a Armengol la posesión de Maro en una ceremonia que quedó recogida en un acta, afortunadamente conservada, siendo este el primer documento, que sepamos, en que se da información completa sobre los límites y la topografía del territorio[5]



El barranco de Maro, límite occidental del territorio, por el paso del antiguo camino de Almuñécar. Al fondo, la cara norte del Acueducto del Águila (ca. 1860) 


Según este documento la tierra de Maro comenzaba en la junta de dos caminos, situada unos metros al oeste del barranco de Maro: uno que procedía de Vélez-Málaga y Torrox y se dirigía a Almuñécar, pasando por las proximidades del castillo Alto de Nerja, y otro que, bordeando la playa de Burriana, conectaba el castillo Bajo de Nerja y el Bajo de Torrox con el camino anterior en dicho punto; allí había una cruz que sirvió de referencia para el amojonamiento del territorio. Siguiendo el camino de Almuñécar se llegaba a otro que iba al arroyo del Sanguino, abandonándose el de Almuñécar a mano derecha. Las hazas del barranco del Sanguino, el nacimiento de Maro y hazas que bordeaban el río pertenecían también a Maro, cuyo caserío abandonado y en ruinas se encontraba en el entorno del río de Maro y el cruce de este con el camino antiguo de Almuñécar. El territorio se extendía por hazas y bancales hasta un punto no mencionado situado a levante del río de Maro, aunque en documentos del siglo XVIII se precisa que este límite oriental se hallaba en la Peña Quebrada (o Cuarteada), al oeste de la desembocadura del río de la Miel. Además, pertenecían a Maro algunas hazas de tierra situadas en la margen derecha de este último río hasta su desembocadura. De manera que el territorio de Maro tenía por linderos el barranco de Maro al oeste; la desembocadura del arroyo de los Colmenarejos por el este, agregándose algunas hazas cercanas a la desembocadura del río de la Miel por su margen derecho; la mayor parte del trazado del camino de herradura de Vélez-Málaga a Almuñécar que discurría entre los límites anteriores, por el norte, con el añadido de ciertas lenguas de terreno en el barranco del Sanguino y el nacimiento del río Maro; y el mar al sur.



Ingenio de Maro construido por Felipe de Armengol en 1585, núcleo a partir del cual surgió el Maro actual



A partir de entonces y hasta la actualidad Maro y sus tierras han tenido diferentes propietarios que sería tedioso enumerar aquí. Sin embargo, citaremos a dos de ellos por su relación con el tema que tratamos: Juan Francisco de Horcasitas y Oleaga y Joaquín Pérez del Pulgar y Ruiz de Molina.

 

El primero, Juan Francisco de Horcasitas y Oleaga, II conde de Moriana del Río, heredó Maro de su padre, un importante financiero vizcaíno establecido en Madrid, a su muerte en 1723. Este había comprado Maro en 1717 a las monjas del convento de Santa Paula de Sevilla, sus anteriores propietarias, y ese mismo año la ciudad de Vélez-Málaga, a quien, como se ha dicho, pertenecía la jurisdicción del lugar, le dio la posesión del mismo. Para ello se llevó a cabo un apeo, deslinde y amojonamiento del territorio que se hizo a partir de otros apeos anteriores, realizados en 1608 y en 1682[6]. Desgraciadamente no hemos encontrado las actas de toma de posesión ni los apeos de 1608 y 1682 ni los de 1717, pues, a no ser que algún traslado de ellos aparezca incorporado en documentación dispersa, no se conservan en los archivos de las instituciones responsables de emitirlos o tratarlos. Sin embargo, el Archivo Municipal de Nerja custodia uno de los ejemplares del amojonamiento de Maro con las tierras que le pertenecían para la toma de posesión de Juan Francisco de Horcasitas, que tuvo lugar en 1733, en que se reconocieron «los sitios que se señalaban en los apeos que la ciudad traía». Es decir, este apeo se hizo teniendo en cuenta los anteriores y, aunque no se conserven, podemos conocer las lindes del territorio que figuraban en ellos a través de este último. Según el acta, el día 11 de enero de 1733

 

«[...] se llegó a el barranco que llaman de Maro, [...] que allí era el apartamiento de los caminos que venían el uno a el castillo de esta puebla [de Nerja] y el otro a el Bajo de Torrox, y con conocimiento y consentimiento de las partes se puso un mojón junto a una cruz que está en lo alto de la cuesta que se sube de dicho barranco viniendo de Maro a esta puebla. Y prosiguiendo el camino que va a la ciudad de Almuñécar se llegó a un camino que va al arroyo que llaman de Sanguino, dejando el camino de Almuñécar a mano derecha, y se fue a un tejar que está a la parte de poniente de la cañada que llaman de Sanguino y se riega con una fuente que hoy se llama de Sanguino y antes se llamaba la fuente Santa, y de allí se pasó a una cueva pequeña que está enfrente de la cueva de Sanguino, quedando dicha cueva y tejar por mojones. Y se pasó a una calera que está en una cuesta blanca y se subió a un collado que está encima de dicha calera y desde dicho collado se da vista a el nacimiento de Maro, y se fue vía recta a el Lugarejo, y se pasó por junto un colmenar, el que está y quedó en término de Maro, y por un camino que va derecho a el Lugarejo, y derecho se tomó a lo alto de la cuesta que viene de los arcos y se puso un mojón y se juntó con el camino de Almuñécar, y se prosiguió dicho camino y en una subida que está de lado de levante del arco donde hace el camino canjilón se puso otro mojón. Y se prosiguió el camino adelante por una cañada arriba y [roto] el camino que va a los Colmenarejos y prosiguiendo el de Almuñécar se subió a un collado y se puso otro mojón. Y habiendo proseguido por dicho camino a poco trecho se encontró un collado que da vista a los caños de Maro por el poniente y levante con los barreros y barranco de los Colmenarejos, y tomando el camino que va a mano derecha para Almuñécar, y dejando el de mano izquierda, se fue a la peña Cuarteada, la que sirve de mojón, y todo el camino abajo se bajó la cuesta, y en la boca del barranco de los Colmenarejos hay unos argamasones en el propio barranco que sirvieron de mojón. Y se fue todo el camino de Almuñécar por la playa y se llegó a el río de la Miel, el que sirvió de mojón, y se le dio una rambla que está de esta parte de poniente del río, lo que se puede regar de dicha rambla sin secano alguno, quedando por de Maro todo lo que quedó bajo de dicho amojonamiento, así a la mar, sin pasar de dicho río de la Miel»[7].



Amojonamiento de Maro de 1733. Archivo Municipal de Nerja. Leg. H-01, fol. 1 r.º


Unos años después, en 1752, se cumplimentaron en Maro las respuestas al interrogatorio del llamado Catastro de Ensenada. En el Archivo Histórico Provincial de Granada se conserva un ejemplar de las Respuestas particulares correspondientes a Maro que incluye un libro del vecindario y se abre con un plano de la puebla y el siguiente texto en el que se indican las dimensiones del territorio en leguas: 

 

«La figura antecedente es de la Puebla de Maro, partido de la ciudad de Vélez de donde dista cuatro leguas y media, y de la ciudad de Granada, su capital, once, y tiene de término dos leguas de circunferencia, y de levante a poniente tres cuartos de legua, y uno desde el norte al sur, y linda por el norte, poniente, y levante con la diezmería y dehesas de la puebla de Nerja y por el sur con la playa de Maro»[8].

 

O sea, algo más de 4 km de este a oeste y 1,4 km de norte a sur. Era el de Maro un territorio rodeado por el de Nerja por todas partes, salvo por el sur, en que lindaba con el mar.



Plano de la puebla de Maro y límites del territorio. Archivo Histórico Provincial de Granada. Catastro de Ensenada. Puebla de Maro, Libro 1 (1752)


El otro propietario al que nos referiremos es Joaquín Pérez del Pulgar y Ruiz de Molina, un granadino de mentalidad empresarial perteneciente a una familia noble y descendiente por línea materna de aquellos Horcasitas que habían poseído Maro en el siglo XVIII. En 1858 Joaquín Pérez del Pulgar llegó a poseer por diversas herencias las tres cuartas partes del territorio de Maro, mientras que el resto, perteneciente a unos sobrinos suyos, sería adquirido por Enrique Crooke y Larios en 1883, siendo aportado por este al capital social de la Sociedad Azucarera Larios cuando se constituyó en 1890.

 

Pérez del Pulgar quiso ampliar sus propiedades y en los últimos años de la década de 1850 compró tierras al oeste del barranco de Maro, en lo que se llamaría pago de Las Mercedes o de Tetuán. Más tarde compró el Molino de Papel de río de la Miel, la fundición de plomo de la playa de Burriana y algunas tierras en distintos pagos de Nerja; así mismo, construyó el acueducto del Águila para llevar el agua de riego a Las Mercedes y una fábrica azucarera llamada San Joaquín en ese mismo pago. Con todo ello, en 1879, constituyó dos colonias agrícolas: la Colonia Occidental o de Las Mercedes y la Colonia Oriental o de Maro que abarcaban una extensión de unos 2.000.000 de m2. En 1883 ambas fueron fusionadas formando la Colonia Agrícola Las Mercedes y Maro. Las propiedades que conformaban la colonia fueron adquiridas a comienzos de la década de 1930 e incorporadas a la Sociedad Azucarera Larios que ya contaba con los inmuebles de Maro aportados en su día por Enrique Crooke al constituirse la sociedad.



Fábrica azucarera San Joaquín (1879), levantada por Joaquín Pérez del Pulgar en el pago de Las Mercedes o de Tetuán, fuera del límite occidental de Maro


A veces se tiende a considerar la Colonia Las Mercedes y Maro como parte integrante del territorio de Maro, y no es exactamente así. Como hemos dicho, en su origen esta colonia estaba formada por la Colonia Oriental o de Maro, que incluía todas las propiedades de Joaquín Pérez del Pulgar situadas al este del barranco de Maro y la Colonia Occidental o de Las Mercedes, más extensa que la anterior, que incluía todas sus propiedades situadas al oeste del citado barranco. Las tres cuartas partes de la colonia se encontraban fuera del territorio de Maro y abarcaba terrenos que se encontraban fuera de los límites fijados por los distintos apeos, amojonamientos y deslindes. Por lo tanto, todo lo que queda fuera de los límites establecidos en los apeos antiguos no puede considerarse parte del territorio histórico del lugar de Maro, aunque perteneciera al propietario del mismo y tuviera con él algún vínculo. A modo de ejemplo diremos que la fábrica azucarera San Joaquín, situada en el pago de Las Mercedes, a poniente del barranco de Maro y, por lo tanto, fuera del límite occidental mareño, es conocida como «la fábrica de Maro», cuando tanto ella como el pago en que se ubica están en terrenos que históricamente han sido de Nerja. Quizá haya contribuido a la fijación de esta idea el que Larios y Pérez del Pulgar, para evitar una feroz competencia, acordaran en 1879 establecer mediante escritura una línea divisora que partía del tajo existente a poniente de la playa de Burriana, subía por el Tablazo de Nerja, por el secano, alcanzando los tejares existentes frente al cementerio de la localidad y, continuando por el camino de Almuñécar y las viñas del Badén, seguía en línea recta hasta terminar en la cumbre de Lomas Llanas. Toda la caña de azúcar cosechada al oriente de esa línea debía molerse en la fábrica San Joaquín y toda la cosechada al occidente de ella en la fábrica San José de Nerja, propiedad de Larios[9].



El molino de papel de río de la Miel, construido en 1780 por Manuel Centurión y adquirido por Joaquín Pérez del Pulgar en 1880; fue agregado a la Colonia Agrícola Oriental o de Maro en 1881.



En opinión de ciertos autores Maro fue un señorío, aunque realmente no lo fue. Gaspar de Gricio, su primer poseedor tras la despoblación morisca, no recibió una donación en forma de merced por servicios prestados, sino que realizó una compra por valor de 220.000 maravedís. Los bienes adquiridos no quedaron vinculados, sino que tanto él como sus herederos podían arrendarlos o venderlos cuando quisieran. Y esto es lo que ocurrió en lo sucesivo; tenemos documentadas cuatro compraventas distintas de Maro, sin incluir la primera de Gaspar de Gricio, y muchos más arrendamientos. El término que se usa generalmente en la documentación es el de poseedor y no el de señor, aun cuando hubo algunos propietarios que quisieron usarlo. Por otro lado, Maro era un lugar de realengo y los propietarios de Maro no tuvieron nunca la jurisdicción del lugar, salvo en un momento muy concreto. Fue en 1614, cuando el capitán Julien Gilbert Frotet (castellanizado Julián Gilberto de Froteto), su entonces poseedor, decidió señorializar Maro, convirtiéndolo en un señorío jurisdiccional, con objeto de obtener la jurisdicción que había venido correspondiendo a Vélez-Málaga desde finales del siglo XV. Para ello compró a la Corona la jurisdicción civil y criminal del territorio de Maro por 6.400 ducados, merced que le fue concedida por cédula de 2 de julio de dicho año[10]. Sin embargo, la ciudad de Vélez-Málaga no estaba dispuesta a perder sus privilegios sobre Maro y litigó ante la Chancillería de Granada hasta conseguir que la venta de la jurisdicción hecha al capitán Gilbert fuese anulada.

 

Como lugar de realengo bajo jurisdicción de Vélez-Málaga, mientras Maro tuvo vecinos, aquella ciudad procedía a nombrar alcalde de entre ellos, pero en los periodos en que estuvo despoblada actuaba en su lugar el alcalde de la puebla de Nerja. Con la excepción del periodo de dominación francesa durante la Guerra de la Independencia, cuando en 1811 Nerja fue declarada villa con corregidor propio y regidores, y hasta 1820 en que los liberales alcanzaron el poder, se mantuvo la pertenencia a la jurisdicción de Vélez-Málaga tanto de Maro como de Nerja, que, una vez reinstaurado el absolutismo a la vuelta de Fernando VII en 1814 y anulada la reordenación administrativa anterior, pasó a considerarse de nuevo puebla. A partir del 9 de marzo de 1820, tras el triunfo de la revolución liberal y la jura por Fernando VII de la Constitución de Cádiz, Nerja fue declarada villa y dotada de ayuntamiento constitucional, quedando ya definitivamente fuera de la jurisdicción de Vélez-Málaga; el 1 de septiembre de 1820 Nerja fue nombrada cabeza de partido con juzgado de primera instancia, al que pertenecían todos los municipios de la Axarquía oriental (en 1834 dejaría de serlo en favor de Torrox). Aunque ya desde el siglo XVIII Maro estuvo unido a Nerja para los repartimientos de ciertas contribuciones, como la de escopeteros, no fue hasta el siglo XIX cuando quedó incorporado administrativa y jurídicamente al municipio de Nerja. El primer nombramiento de alcalde de Maro por parte del Ayuntamiento de Nerja, y no por el de Vélez-Málaga, del que tenemos constancia documental tuvo lugar el 2 de octubre de 1825 en que se nombró para ejercer dicho cargo el año 1826 a Julián Casanova[11]; no hemos encontrado documentación de nombramientos en años anteriores. En lo sucesivo Maro y su territorio formarían parte del término municipal nerjeño y sus alcaldes pedáneos nombrados por el alcalde de Nerja.



Plano de la población de Maro (anejo de Nerja). Darío Varela, Málaga, 28 de noviembre de 1894. Señalada con la letra A, la iglesia de Ntra. Sra. de las Maravillas


 

 



[1]Archivo del Cabildo de la Catedral de Málaga. Leg. 61, doc. 70. Transcripción en RUIZ GARCÍA, Purificación, La taha de Frigiliana. Nerja, Torrox, Maro y Frigiliana después de la Conquista, Vélez-Málaga, 1994, págs. 115-118. Véase también CAPILLA LUQUE, Francisco, La industria azucarera en Nerja y Maro (I). Los ingenios preindustriales, Vélez-Málaga, 2016, págs. 49-112.

[2](A)rchivo de la (R)eal (Ch)ancillería de (G)ranada. Leg. 1621, pieza 1, sin foliar.

[3](A)rchivo (G)eneral de (S)imancas. Cámara de Castilla, leg. 2.158, s.f.

[4]A.R.Ch.G. ibid.

[5]A.R.Ch.G. ibid., y Archivo Central de Melilla. Fondo de Vélez-Málaga, CD 17-caja 4-leg. 3-fots. 240-254.

[6]Archivo Municipal de Vélez-Málaga. Libro de actas capitulares de 1717, cabildo de 9 de junio, fol. 186r, y cabildo de 1 de octubre, fol. 230r.

[7](A)rchivo (M)unicipal de (N)erja. Leg. H-1.

[8]Archivo Histórico Provincial de Granada. Catastro de Ensenada, Maro, Respuestas particulares, Libro 1.

[9]CAPILLA LUQUE, Francisco, La industria azucarera en Nerja y Maro (II). Las fábricas, Vélez-Málaga, 2017, págs. 140-142.

[10]A.G.S. Cámara y Pueblos, leg. 22.

[11]A.M.N. Libro de Actas capitulares de 1825-03, Cabildo de 2 de octubre.

martes, 22 de diciembre de 2020

Las fortificaciones pintadas de la costa

 


 

Decoración incisa y pintada en la base de la torre de Lagos. (Foto del autor)



Durante los siglos XVII y XVIII las arquitecturas pintadas, ya fueran con motivos geométricos, arquitectónicos, florales o figurativos, o simplemente procurando un resalte de los materiales, fueron una solución utilizada en construcciones civiles y religiosas de muchas ciudades, a cuyos exteriores proporcionaban color, a la vez que con ellas se disfrazaba el aspecto de pobreza que presentaban los materiales empleados. En el caso de Málaga, desde hace algunas décadas están siendo estudiados muchos ejemplos de ellas en inmuebles urbanos en los que, afortunadamente, se ha recuperado su decoración mural externa en el marco de los procesos de rehabilitación desarrollados en su casco histórico (fachadas de la iglesia del Sagrario, iglesia de San Juan, ermita de la Piedad, Casa del Consulado, arquitectura doméstica dieciochesca diversa, etc.). Para el caso de esta ciudad en el siglo XVIII destacan especialmente los estudios realizados por Rosario Camacho y Eduardo Asenjo del departamento de Historia del Arte de la Universidad de Málaga[1]



Grafitos en el ingenio San Antonio Abad de Nerja realizados en 1734. (Foto del autor)


 

Este tipo de decoración mural externa no era exclusivo de las ciudades, también se dio en ámbitos rurales. Ya indiqué en una reciente entrada de este blog dedicada a la calle Pintada de Nerja, que el nombre de esta arteria en el siglo XVIII —calle de las Casas Pintadas— hacía alusión a la decoración de determinadas casas pertenecientes a miembros de la élite local situadas en ella; esta decoración se perdió hace ya muchas décadas, a la vez que las casas, aunque podemos hacernos una idea de cómo pudo ser a partir de la foto conservada en el Legado Temboury de la Casa Esgrafiada de Canillas de Aceituno, tomada en 1934. Incluso en las primeras décadas del mismo siglo XVIII tenemos en la Axarquía ejemplos de fachadas pintadas o esgrafiadas en edificios preindustriales, como el ingenio Nuestra Señora del Carmen de Frigiliana, en cuyas fachadas se despliega una decoración geométrica pintada, almohadillado fingido y elementos de arquitectura clasicista incisos, íntegramente conservada, aunque falta de estudio y restauración; o el ingenio azucarero San Antonio Abad de Nerja, con obras fechadas y documentadas en 1715 y 1734 que exhiben, asimismo, una variada decoración a base de olas, peces, barcos, formando una auténtica marina sobre el revoco de los muros, además de lágrimas revistiendo la mampostería y cruz con peana.



Decoración incisa de sillares imitando almohadillado en la fachada sur del ingenio de Frigiliana (década de 1720). (Foto del autor)



Pintura incisa a base de motivos geométricos y arquitectura clasicista fingida en la fachada sur del ingenio de Frigiliana (década de 1720). (Foto del autor)



Afortunadamente, en la provincia de Málaga, los estudios sobre este tipo de pintura mural van sobrepasando el ámbito de la capital, como demuestra el caso de su aplicación a la arquitectura dispersa, lagares y cortijos, de los Montes y la Hoya de Málaga, estudiado por el trío de investigadores formado por Álvaro Amaya, Naser Rodríguez y Carlos Sánchez, y dado a conocer en una reciente publicación[2] y en el blog Lagares y Cortijos[3]

 

Pero hay un tipo de arquitectura, la arquitectura defensiva de costa, especialmente la construida durante el siglo XVIII, en la que se utilizó con profusión la decoración pintada o incisa realizada sobre la cara externa de sus muros; estas decoraciones aplicadas a las fortificaciones costeras están aún por estudiar. Desgraciadamente, la mayor parte de ellas se ha perdido a causa del deterioro ocasionado por el tiempo o de las intervenciones que se han llevado a cabo en algunos casos en que se ha optado por dejar desnudos los muros de mampostería sin la protección que los revocos a base de mezcla de cal y arena le proporcionaban, o emplear materiales como el hormigón para restituir determinadas partes perdidas, pero quedan restos en algunos ejemplares que permiten estudiar la técnica y los motivos empleados y hacerse una idea del aspecto externo que debían presentar estas fortificaciones en el momento de su construcción.

 

He podido constatar el uso de la pintura mural externa y de la decoración incisa de los revocos dieciochescos en dos tipos de fortificaciones: en algunas de las atalayas construidas en el siglo XVI, pero remodeladas en el XVIII, centuria en la que se aprovecha para ‘modernizar’ también su aspecto externo, y en algunas de las construcciones incluidas en el plan de obras que para la costa del reino de Granada diseñó entre 1765 y 1766 el ingeniero director de la misma José de Crane. Este proyecto, necesario para llevar a la práctica el Reglamento que para la defensa de la costa del reino de Granada aprobó Carlos III en 1764, fue el más ambicioso y coherente proyecto de construcciones militares concebido para la costa del reino granadino, la de las actuales provincias de Málaga, Granada y Almería. En él se contemplaba la realización de 32 construcciones de nueva planta: 8 atalayas, 12 torres reducto a batería para cañones, 10 fuertes con batería y 2 casas fuerte para caballería. La costa de la Axarquía es el único sector de la misma que reúne ejemplares de los cuatro tipos: las atalayas de Chilches y de Lagos; la torre reducto a batería para cañones llamada de Moya; el fuerte con batería denominado Castillo del Marqués; y la casa fuerte para caballería de Bezmiliana en Rincón de la Victoria[4].

 

Fueron raros los casos en que las fortificaciones costeras se construyeron con bloques macizos de piedra sillar regularmente despiezados; lo común era usar mampuestos irregulares, la mayoría de las veces entremezclados con guijarros y otros materiales de desecho, aunque para determinadas partes especialmente sensibles (esquinas, bóvedas, arcos, dinteles de puertas y ventanas, recercados en general, etc.) se reservaba el empleo del sillar, sustituido frecuentemente por el ladrillo, mucho más barato. Por ello se hacía necesario revocar los muros interior y exteriormente con mezcla de cal y arena, dándoles protección y disfrazando la tosquedad de los mismos, a la vez que se mostraban con un aspecto muy diferente al que los muros desnudos de la mayoría de ellos ofrece en la actualidad. Los proyectos constructivos y las instrucciones particulares de José de Crane, prolijos en lo referente a medidas, cantidades, materiales a emplear, incluso al color que se debía aplicar a la madera, nada dicen de la decoración de la cara externa de los muros, tampoco otros proyectos de construcciones militares del XVIII, por lo que debemos considerar que formaba parte de la práctica constructiva de la época y su ejecución quedaba al criterio de los maestros de obras y de los ingenieros encargados de cada una de ellas. 

 

Algunas de las atalayas costeras construidas en el siglo XVI, tras la Rebelión de los moriscos, fueron remodeladas y adaptadas para contener cañones en el siglo XVIII. Es el caso de las torres de la Boca del río Vélez (erróneamente llamada hoy de Manganeta) o de Macaca, en Nerja. Estas torres, y otras muchas en la costa del reino de Granada, fueron diseñadas por el arquitecto e ingeniero Luis Machuca en 1571 y concebidas dentro de un plan constructivo de 39 torres de nueva planta en dicha costa. Se trataba de torres de planta circular y desarrollo troncocónico, de unos 10 m de altura, con su mitad inferior maciza y la superior para cámara de los torreros, abovedada, a la que se accedía por una puerta-ventana situada a unos 5-6 m de altura a través de una escala enrollable. Estaban rematadas por un terrado comunicado con la cámara por una escalera embutida en el muro. Eran torres exclusivamente para señales y no contenían artillería, pero en el siglo XVIII se vio la necesidad de adaptar algunas de ellas para cañones, a la vez que se las sometía a una intervención a fondo en todas sus partes deterioradas. Fue al renovar los revocos externos cuando se optó por no dejarlos lisos, sino por introducir ciertos elementos decorativos. Los hay de dos tipos: decoración simple a base de figuras ovales o en forma de grandes lágrimas distribuidas por toda la superficie, en cuyo interior podía quedar al descubierto la mampostería que había debajo o disminuir el espesor del revoco, por un lado, y pintura incisa imitando sillar o sillarejo, por otro. Veamos algunos ejemplos:

 

La torre de Macaca



Torre de Macaca vista por la parte del mar (1592). (Foto del autor)

 

Esta torre se encuentra en la punta del mismo nombre, en la costa de Nerja, junto al límite con el término municipal de Torrox, y formó parte de las fortificaciones del partido de Vélez-Málaga, uno en los que se dividió la costa del reino de Granada para su organización. Como se ha dicho, fue construida dentro del plan de obras diseñado por Luis Machuca en 1571, aunque no en la primera fase del mismo, sino en la segunda y última, ejecutada dos décadas después y dirigida por el ingeniero Martín Díaz de Navarrete. Su construcción se documenta en 1592, llevándola a cabo el albañil de Vélez-Málaga Esteban Arias. Esta torre quedó muy dañada por el terremoto de Lisboa de 1755, por lo que desde entonces se hizo necesaria su reparación. Pero sería en 1767 cuando José de Crane, que no había considerado necesaria su demolición y levantarla de nueva planta según su diseño general de atalayas, como otras del mencionado proyecto constructivo, proyectó su reparación y adaptación para contener artillería que debió ejecutarse a partir de dicho año y, en todo caso, antes de 1773. El aspecto un tanto dieciochesco que presenta la torre en la actualidad no es el que originalmente tenía la construcción del siglo XVI por una serie de elementos constructivos que se le incorporaron y que no viene al caso tratar aquí, y por la incorporación de la decoración en su cara exterior, de la que quedan algunos restos en la parte superior del muro orientado al norte. Esta decoración se hace en el enlucido que protege el revoque de la cara externa, que se consiguió realizando una serie de motivos de encintado incisos con los que, en un ejercicio de ilusionismo, se pretendía transmitir la impresión de que la fábrica había sido hecha con piedras más regulares que con los toscos mampuestos que en realidad tiene, a la vez que se imprimía color a los muros ya que el encintado era blanco y el resto del enlucido pintado con óxido de hierro, a semejanza de otro quizá más elaborado que más adelante veremos en la torre de Lagos.



 

Torre de Macaca, decoración incisa realizada en el siglo XVIII. (Foto del autor)



La torre de la Boca del río Vélez



Torre de la Boca del río Vélez, vista por la parte del mar (1574-1575). (Foto del autor)

 

Situada en llano al pie del cerro El Peñón y en la playa denominada antaño de Almayate, junto a la desembocadura del río Vélez, fue construida entre 1574 y 1575 por el albañil veleño Diego Pérez Caraballo, según el diseño y en el plan de obras de Luis Machuca, aunque en su primera fase, bajo la dirección del ingeniero Ambrosio Malgrat. Durante el siglo XVIII tuvo reparaciones y remodelaciones varias, aunque la más importante fue la proyectada por José de Crane con objeto de adaptarla para cañones, llevada a cabo entre 1770 y 1774. Posiblemente fue en esta última remodelación, aunque también es posible que lo fuera en otra anterior de mediados del siglo, cuando, al igual que sucedería con otras fortificaciones tanto antiguas como entonces modernas se enlució el muro, adoptándose la decoración exterior que, en este caso, consistió en motivos de lágrimas y motivos ovalados.



Decoración de lágrimas en el revoco de la torre de la Boca del río Vélez. (Foto del autor)


La torre de Lagos



Torre de Lagos vista por la parte de tierra (1771-1774). (Foto del Autor)


La torre, situada en el cerro del Carchín, a levante de la actual población de Lagos, fue construida en la década de 1510 y modificada con posterioridad. En el siglo XVIII fue demolida y sustituida por una atalaya de nueva planta de las proyectadas en 1765 por José de Crane dentro de su plan de fortificaciones para la costa, ejecutándose entre 1771 y 1774. Estas atalayas eran torres para señales, de planta circular y desarrollo troncocónico, interiormente divididas en tres niveles, el inferior macizo, el medio dedicado a almacén, y el superior para habitación de los torreros; estaban coronadas por un terrado con fogaril para las señales. Algunas de ellas presentan el exterior revocado con motivos de lágrimas u ovalados descubriendo la mampostería, como es el caso de la torre de Chilches, pero esta de Lagos presenta una decoración diferente.



Modelo de atalaya proyectada por José de Crane en 1764, al que pertenece la torre de Lagos. Archivo General de Simancas, Mapas, Planos y Dibujos 30-46 (detalle)


El revoco exterior de la torre está decorado con un motivo geométrico conservado en una parte importante de ella, parecido, en parte, al de la torre de Macaca ya vista; es muy posible que otras torres poseyeran la misma o similar decoración pictórica y la hayan perdido. La decoración consiste en un encintado inciso dispuesto en bandas horizontales y oblicuas con el que se imita la forma de los sillares pretendiéndose dar así la ilusión de que la torre es de sillería en lugar de estar construida con piedra tosca. El revoco está pintado con óxido de hierro que le proporciona un color amarillento y en él hay un encintado inciso que reproduce el llagueado ficticio que hay entre los sillares, pintado con agua de cal que le da un color blanco; en algunas zonas del llagueado se ha desprendido la cal blanca y se descubre el primer color aplicado a todo el muro.



Detalle de la pintura incisa de la torre de Lagos. (Foto del autor)


Detalle de la pintura incisa de la torre de Lagos. (Foto del autor)

 

El Fuerte de La Herradura

 

Los Fuertes con Batería para cuatro cañones de a 24, tipo al que pertenece el de La Herradura, fueron proyectados por José de Crane en 1765 y eran una de las cuatro tipologías diseñadas por este ingeniero para la costa del reino de Granada. Estaban formados por un hornabeque de alas paralelas que terminaban en dos semitorreones, con una batería semicircular a barbeta adosada por el lado del mar. Concebidos para albergar una guarnición de Caballería, Infantería y artilleros, disponían de sus respectivos cuarteles, almacenes, caballerizas, vivienda del oficial y capilla organizados en torno a un patio central con pozo. La planta superior era un terrado rodeado de un muro aspillerado para fusilería.



Perfil y elevación del modelo de Fuerte con batería para 4 cañones proyectado por José de Crane en 1765, al que pertenece el Fuerte de La Herradura. Archivo General de Simancas, Mapas, Planos y Dibujos, 30-44 (detalle)

 

Este Fuerte de La Herradura, en el partido de Almuñécar, se construyó entre 1770 y 1771 en la ensenada del mismo nombre. Fue ocupado a partir de 1839 por el Cuerpo de Carabineros y se usó como cuartel de la Guardia Civil entre 1940 y 2003, siendo adquirido por el Ayuntamiento de Almuñécar en 2005. A partir de entonces y hasta 2010 fue sometido a una restauración completa realizada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas[5].




Fuerte de la Herradura en la actualidad visto, tras la intervención realizada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, visto por la parte de tierra. (Foto: web oficial de Turismo de Andalucía)

 

El edificio está revocado, tanto por el exterior y como por el interior con mezcla compuesta de mitad de cal y mitad de arena. Los muros presentan en su cara externa el ya conocido motivo de lágrimas y figuras ovales en cuyo interior el revoco disminuía de grosor y que con el paso del tiempo ha dejado al descubierto la mampostería, mientras que el parapeto aspillerado que rodea el terrado está completamente revocado. Para los recercados de las puertas, ventanas y saeteras, así como para las esquinas de los baluartes y otros elementos no se empleó la piedra sillar indicada en el proyecto, sino el ladrillo, finalmente autorizado por el ingeniero, por lo que todos los elementos de este material fueron recubiertos con un revoco sobre el que se realizó una decoración incisa, un despiece de sillares con su correspondiente llagueado, quedando camuflada así la verdadera fábrica de ladrillo. En la intervención llevada a cabo en esta fortificación los restauradores, con buen criterio, han mantenido el revoco y la pintura originales en gran parte de la cara externa del edificio, reintegrándolos solo en aquellas zonas en que se hallaban perdidos o muy deteriorados.


Fuerte de la Herradura. Pintura incisa del recercado de una de las saeteras antes de la restauración. (Foto del autor)


 

Fuerte de la Herradura. Pintura incisa del recercado de una de las saeteras tras la restauración. (Foto del autor)




Fuerte de la Herradura. Pintura incisa en el ángulo del semibaluarte de levante tras la restauración. (Foto del autor)



Fuerte de la Herradura. Decoración del muro de la parte de tierra antes de la restauración. (Foto del autor)

 



[1] CAMACHO MARTÍNEZ, Rosario, “Cuando Málaga no era blanca. La arquitectura pintada del siglo XVIII”, Boletín de Arte 13-14, 1992-1993, Universidad de Málaga, págs. 143-170; “Málaga pintada. La arquitectura barroca como soporte de una nueva imagen”, Atrio. Revista de Historia del Arte 8-9, Sevilla, 1996, págs. 19-36; CAMACHO MARTÍNEZ, Rosario, y ARCOS VON HAARTMAN, Estrella, “La ermita de la Cruz del barrio del Molinillo (capilla de la Piedad) y sus pinturas murales”, Boletín de Arte 21, Universidad de Málaga, 2000, págs. 79-104; y ASENJO RUBIO, Eduardo, “El valor patrimonial en las pinturas murales de Málaga”, Boletín de Arte 21, Universidad de Málaga, 2000, págs. 131-148; “Una gota en el desierto: La recuperación de la pintura mural en el ámbito privado”, Boletín de Arte 23, Universidad de Málaga, 2002, págs. 653-656; y “Las arquitecturas pintadas de las ciudades europeas. Aportaciones desde Málaga: la secuencia cronológica y estilística”, Boletín de Arte 26-27, Universidad de Málaga, 2006-2007, págs. 117-137.

[2] AMAYA RÍOS, Álvaro, RODRÍGUEZ GARCÍA, Náser y SÁNCHEZ ARGÜELLES, Carlos, “Apuntes sobre pintura mural en la arquitectura dispersa del área de influencia de Málaga”, Desde el Alto Guadalhorce n.º X, 2020, págs. 126-137.

[3] AMAYA RÍOS, Álvaro, “Apuntes sobre pinturas murales en la arquitectura dispersa de los Montes y la Hoya de Málaga. Parte I.” [en línea]. Blog Lagares y Cortijos. Patrimonio popular, tradicional y vernáculo de Málaga y su provincia. 9 de noviembre de 2020. [Consulta: 20 de diciembre de 2020]. Disponible en https://lagaresycortijos.wordpress.com/2020/11/09/apuntes-sobre-pinturas-murales-en-la-arquitectura-dispersa-de-los-montes-y-la-hoya-de-malaga-parte-i/, y Apuntes sobre pinturas murales en la arquitectura dispersa de los Montes y la Hoya de Málaga. Parte II.” [en línea]. Blog Lagares y Cortijos. Patrimonio popular, tradicional y vernáculo de Málaga y su provincia. 19 de noviembre de 2020. [Consulta: 20 de diciembre de 2020]. Disponible en https://lagaresycortijos.wordpress.com/2020/11/19/apuntes-sobre-pinturas-murales-en-la-arquitectura-dispersa-de-los-montes-y-la-hoya-de-malaga-parte-ii/

[4] CAPILLA LUQUE, Francisco, Las fortificaciones del partido de Vélez-Málaga entre los siglos XV y XIX, Tesis Doctoral inédita leída en la Universidad de Málaga el 29 de enero de 2009.

[5] ORIHUELA URAL, Antonio y ALMAGRO GORBEA, Antonio, “Investigación y proyecto de restauración del Castillo de la Herradura (siglo XVIII), Almuñécar (Granada), Actas del IV Congreso Internacional sobre Fortificaciones. Las Fortificaciones y el Mar, Alcalá de Guadaira, 2008, y “La restauración del Castillo de La Herradura, Almuñécar (Granada): una batería para cuatro cañones promovida por Carlos III”, Actas del XVIII Congreso Internacional Conservación y Restauración de Bienes Culturales, Granada, 2011.  Véase también GIL ALBARRACÍN, Antonio, Documentos sobre la defensa del Reino de Granada (1497-1857), Almería-Barcelona, 2004.