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martes, 18 de marzo de 2014

La fuente de la calle Angustias y los inicios del suministro de agua a viviendas en Nerja




La primitiva fuente de la calle Angustias de Nerja proyectada en 1878 por Salvador Gutiérrez Gallego



En 1877 las aguas de Nerja provenientes del río Chíllar se canalizaban a través de tres acequias, la Alta, la de Enmedio y la del Pueblo, con sus correspondientes brazales, que proporcionaban el agua tanto para el riego de sus tierras como para el funcionamiento de fábricas y molinos  y para el consumo humano. De la acequia del Pueblo se tomaban las aguas que surtían las tres fuentes públicas que entonces abastecían a la población, dos de ellas muy próximas, situadas en el sector sur de la misma, una en la Plaza (actualmente Plaza Balcón de Europa) y otra en la Plazoleta o plazuela de Cabanas, y una tercera ubicada en la confluencia de las calles Pintada y de la Cruz que era la única disponible para toda la parte central y alta de la localidad.

En el año que nos ocupa las tres fuentes eran claramente insuficientes, pues Nerja había crecido considerablemente en dirección norte. En la década de 1820 el límite urbano de la localidad se encontraba en las calles de Granada, Gitanos (posteriormente denominada Bronce), de la Cruz y Pintada, quedando aisladas en la parte superior la calle Angustias y la calle de las Carretas; la trama urbana se prolongaba hacia el Este con las calles Carabeo, Cristo y Huertos, y hacia el Oeste por la calle Vélez (hoy El Barrio) y camino de Málaga. A mediados del siglo XIX se habían abierto las calles Parra y Arropieros, y en 1870 ya existían las calles Méndez Núñez, Nueva, Molino, Guzmán el Bueno, Cervantes, San José, Trancos, Colón y San Juan, acercándose la población cada vez más al cementerio construido extramuros en 1853. Por lo tanto, las fuentes que hasta un determinado momento estuvieron relativamente cercanas a las casas de casi todos los nerjeños, habían quedado alejadas del área urbana ampliada.

Por otra parte, estos vecinos de los sectores central y norte habían visto cómo su situación se había ido complicando, ya que de la fuente de la calle Pintada manaba una cantidad de agua insignificante porque esta se perdía casi en su totalidad al hallarse obstruida la cañería por la que discurría; el conducto se encontraba a mucha profundidad y su reparación resultaba entonces enormemente costosa y volvería a serlo en el futuro cuantas veces hubiera que repararlo. La mayor parte del vecindario debía bajar hasta la fuente de la Plaza o la de la Plazoleta para abastecerse, con el consiguiente perjuicio, además del peligro que suponía la lejanía del acceso al agua en caso de producirse un incendio. La solución al problema pasaba por construir una nueva fuente al norte de aquella para atender las necesidades de la parte superior y central del pueblo y prolongar la canalización de la misma hasta la citada fuente de calle Pintada, de forma que esta pudiera disponer de un caudal considerable y fuera completamente aprovechable. Esto no era una novedad, pues ya diez años antes, en 1867, el Ayuntamiento se había planteado construir una fuente pública al final de calle Angustias “para dar trabajo a los jornaleros y clase menesterosa”, aunque el asunto quedó en una mera  declaración de intenciones.



Plano del trayecto de la cañería (Salvador Gutiérrez Gallego, 1878)

En el mes de julio de 1877 trece de los grandes contribuyentes de Nerja, todos ellos propietarios e industriales, que vivían en las calles de la Gloria, Pintada y Puerta del Mar, se dirigían al Ayuntamiento ofreciéndose a proporcionarle el dinero necesario para la ejecución de las citadas obras, hasta un máximo de 3.500 pesetas a devolver en el plazo de cuatro años. El ofrecimiento no era desinteresado, pues a cambio pedían autorización para realizar tomas de la cañería principal que proporcionaran agua corriente a sus hogares por medio de un grifo. Sin embargo, el Ayuntamiento declinó la propuesta, pues ya tenía consignada en el presupuesto de ese año la cantidad necesaria para llevar a cabo las obras, y, de momento, no se pronunció sobre la solicitud de los proponentes.

Con fecha 22 de diciembre de 1877 el alcalde de Nerja remitía al gobernador de la provincia, para su aprobación, el expediente para la construcción de una fuente pública en la calle Angustias que debía alimentar también a la de calle Pintada. Se incluía un proyecto bastante simple, carente de planos, y un presupuesto cuya realización había sido adjudicada a los maestros de albañilería Antonio Romo Ruiz y Francisco Cantarero Martín. Tras muchas dilaciones, cinco meses después se recibía una comunicación de la sección de Fomento del Gobierno Provincial en la que se formulaban diversos reparos y se denegaba la autorización hasta tanto no fueran subsanados.

Como una de las objeciones era que en realidad lo presentado no se podía considerar un proyecto, sino más bien un presupuesto, y Nerja carecía de personal especializado para elaborarlo, con fecha 7 de septiembre de 1878 el Ayuntamiento encargó su realización a Salvador Rodríguez Gallego, un afamado maestro de obras de Málaga que destacó construyendo importantes viviendas entre 1870 y 1885, el cual fechó el proyecto en dicha ciudad unos días después, el 20 de septiembre, siendo remitido de inmediato al gobernador de la provincia.



Secciones transversales de las cañerías (Salvador Gutiérrez Gallego, 1878)

Un ejemplar del proyecto, que consta de memoria, planos, pliego de condiciones y presupuesto, se conserva en el Archivo Municipal de Nerja diseminado en diferentes legajos. Se establecía tomar el agua de la acequia del Pueblo en un punto situado junto a la ermita de Nuestra Señora de las Angustias, surtiendo a las dos fuentes con un caudal de 16 metros cúbicos por hora. La distancia desde este punto hasta la nueva fuente sería de 235 m y desde ella hasta la otra, siguiendo por calle Pintada, 85 m, lo que hacía un total de 320 m. La cañería la compondrían atanores de barro de 10 cm de diámetro ajustados con zulaque (una especie de betún en pasta hecho con pelo de cabra, aceite, cal y otros materiales) para evitar filtraciones por las juntas; toda ella se revestiría con otra cañería de ladrillos. En el tramo que descendía por calle Pintada se añadiría otra cañería solo de ladrillo para conducir las aguas sobrantes de la fuente hasta la acequia del Pueblo, parte de la cual discurría cerca de la fuente que había en la esquina de dicha calle con la de la Cruz. La nueva fuente se construiría de ladrillo hasta una altura de 0,70 m, teniendo 2 m de frente y 0,80 m en sus costados, con coronación de sillería. El fondo era un macizo de mampostería cubierto de ladrillos gruesos, sobre el que se encontraba el pilón, recubierto interiormente con losetas. En el frontis de mortero hidráulico con una sencilla moldura en su contorno se disponían tres caños de bronce dorado por los que debía manar el agua. Todos los materiales se obtendrían en la propia localidad, excepto los atanores de barro que serían adquiridos en Vélez-Málaga, por ser estos de mejor calidad. Las obras se presupuestaban en 2.009,73 pesetas y se establecía un plazo de veinticinco días para su ejecución.

El 13 de noviembre de 1878 el proyecto era aprobado por la Sección de Fomento  de Málaga y el 10 de diciembre se realizaba en las dependencias municipales la subasta de las obras que fueron adjudicadas a  Miguel García Cereto (Acereto en su firma). Dichas obras estuvieron concluidas el 8 de febrero de 1879, fecha en que se procedió a la recepción de las mismas por el municipio, una vez que los maestros Antonio Romo Ruiz y Francisco Cantarero Martín hubieron certificado que cumplían todas las condiciones establecidas en el proyecto.



Alzado y sección transversal de la fuente (Salvador Gutiérrez Gallego, 1878)


Unos meses después de que entrara en funcionamiento la nueva fuente y se garantizara el caudal que correspondía a la de calle Pintada, el 14 de septiembre de 1879, aquellos grandes contribuyentes que dos años antes habían solicitado el abastecimiento de agua a sus viviendas volvían a realizar la misma petición, aprovechando que el pavimento de la calle Pintada estaba levantado. Esta vez el Ayuntamiento accedió a la solicitud con una serie de condiciones. El agua se derivaría de la alcantarilla de la citada fuente pública y debería llegar a las casas por una tubería que correría por el centro de la calle Pintada y se haría por cuenta de los interesados. Además, cada uno de ellos debería satisfacer para el fondo de propios una contribución anual de cinco pesetas. El Ayuntamiento se reservaba el derecho de utilizar sin indemnización la cañería matriz de los concesionarios para abrir otras fuentes en la parte baja del pueblo.

Estos beneficiarios eran algunos de los miembros más destacados de la élite de poder local: industriales, propietarios de tierras, e incluso el notario de Nerja y el secretario municipal. Eran Antonio Martínez Manescau, Antonio Martínez Roca, Lorenzo Terol Prolongo, Rafael de Guevara y Pérez, Jerónimo de Guevara y Sanjuán, Juan Ferrándiz Zaragoza, José Rico Medina, Antonio López Zamara, Francisco Cantarero Martín, Sergio Gómez Fernández, José Rico Navas, Francisco Martín González y Antonio Urbano López, que vivían, respectivamente, en el número 7 de la calle Gloria, en los números 17 y 22 de Puerta del Mar, y en los números 4, 9, 10, 11, 17, 18, 20, 24, 26, 27 y 37 de la calle Pintada.

Así fue como se inició el abastecimiento domiciliario de aguas en Nerja, que a partir de entonces, tímidamente, se iría ampliando a otras viviendas de gente pudiente de la localidad. Ya en el siglo XX, Francisco Cantarero Rodríguez, hijo del nombrado maestro de obras, solicitaría en 1913 el abastecimiento de agua para uso doméstico en la casa de aire mudéjar que se había construido en uno de los extremos de la calle San Miguel, y el año siguiente, siendo alcalde de Nerja, emprendería importantes obras de conducción de aguas al pueblo, traídas del manantial de la Fuente Santa; también instalaría una fuente en la plaza que lleva su nombre en 1917. Además se construyeron otras fuentes en Nerja, como la de calle Carabeo; pero todo ello sobrepasa los límites de esta historia y deberá ser objeto, quizá, de una entrada posterior.

La primitiva fuente de la calle Angustias no existe en la actualidad, pues fue sustituida hace unas décadas por otra distinta, con una función prácticamente ornamental,  que dispone de un solo caño, en lugar de los tres que tenía, y un pilón de mármol idéntico al de la fuente que existe en la plaza Balcón de Europa, junto a los Arcos del Paseo. En efecto, este pilón no es otro que la media taza de la fuente que hubo en la plaza, desmontada en los años inmediatamente anteriores a 1895. Una media taza se instaló en la fuente de la calle Pintada y la otra media, esta de la fuente actual de la calle Angustias, se utilizó primeramente en la fuente de la plazuela de Cavanas, para terminar en ella (véase en este mismo blog La fuente de la antigua plaza de la Constitución de Nerja).



La fuente de la calle Angustias en la actualidad



martes, 25 de febrero de 2014

La torre del río de la Miel de Nerja, historia de una ruina





    Restos de la Torre del río de la Miel



En 1743, Felipe Crame, un ingeniero que había recorrido la costa del reino de Granada para elaborar un informe sobre las reparaciones más urgentes que precisaban sus fortificaciones, escribía en el mismo lo siguiente sobre la torre del río de la Miel:

“la Torre del Río de la Miel del Partido de Vélez se arruinó enteramente con los temporales del invierno pasado y cubriendo una cala muy peligrosa para el  comercio de la costa por hallarse frecuentada de corsarios moros que encuentran en ella un buen aguadero conviene reedificarla de nuevo […]”[1].

Este sería uno de los mayores males que aquejaría a la torre desde el siglo XVIII. Seis años después, en 1749, seguía en las mismas condiciones y se comunicaba que “está totalmente destruida”, proponiéndose igualmente su reedificación[2].




   Torre del río de la Miel. Restos de la puerta de acceso y patín



Esta torre que ya estaba completamente inservible había sido construida en el último cuarto del siglo XVI (no conservamos documentación que acredite la fecha exacta), con el mismo diseño que las torres de Maro o de la Caleta, también conocida esta última como del Cañuelo. Era la antepenúltima torre de la costa de Nerja y del partido de la ciudad de Vélez-Málaga, al que pertenecía, por su parte de levante, y se levantó en la playa actualmente denominada del Molino de Papel. El objetivo era vigilar (no era entonces una torre dotada de artillería) una zona de costa muy atractiva para la piratería berberisca, como era la desembocadura del río de la Miel y las calas adyacentes, y por ello especialmente peligrosa.




    Torre del río de la Miel. Restos del pretil y plaza de armas



A la vista de que era completamente inútil, se decidió la construcción de una nueva en sustitución de aquella. Las obras, presupuestadas en 22.000 reales de vellón, comenzaron en 1751 y fueron dirigidas por el ingeniero Juan Zahoras. En enero de 1753 aún no se había concluido por haberse producido retrasos en los pagos y se designó al ingeniero Juan de Dios González para hacerse cargo de su terminación[3].




     Detalle del plano de la Torre Derecha de Algarrobo de Juan Zahoras. 1755.

La fortificación que se hizo era una torre artillada, fortificación abaluartada equipada con dos cañoncitos de bronce, uno dirigido hacia el Castillo de Nerja y otro hacia el puerto del Cañuelo, idéntica a la que, posteriormente, en 1755, el mismo Zahoras levantaría en la costa de Algarrobo,  la Torre Derecha, siguiendo un modelo que se estaba construyendo por aquel entonces en la costa de Almería.

Aunque no se conservan los planos que Zahoras debió realizar para la Torre del río de la Miel, sí han llegado a nuestros días los que hizo unos años después para  la Torre Derecha de Algarrobo. Por ellos podemos saber que la torre era de planta circular y tenía dos cuerpos: uno inferior de forma troncocónica que albergaba una estancia con bóveda, a la que se descendía por un escotillón abierto en la clave de la misma; en él se encontraba el almacén de pólvora; otro, el superior, era cilíndrico y albergaba una cámara con chimenea, destinada a cuarto para los torreros, que debería estar dotada de un tablado en alto para el personal; sobre su bóveda se encontraba la plaza de armas, una batería donde se situaban las piezas de artillería, rodeada por un parapeto; a ella se subía por unas escaleras embutidas en el muro, cuya boca estaba protegida por un cobertizo en el que había una ladronera para la defensa de la vertical de la puerta de entrada a la torre. A la torre se accedía por un patín -escalera de obra- exento conectado con la puerta elevada por un puente levadizo que salvaba el espacio existente entre ambos a modo de foso.

El material utilizado para la torre fue la mampostería revocada y enlucida interior y exteriormente, empleándose el ladrillo para algunas partes, como las bóvedas de las dos plantas así como para la del almacenillo de pólvora, y los marcos de puertas y ventanas. Podríamos imaginar e incluso reconstruir completamente la torre a partir de la Torre Derecha de Algarrobo, pues ésta se hizo siguiendo el modelo precedente de la del río de la Miel.




                   Torre Derecha de Algarrobo


Unos años después se pensó sustituir su artillería por otra más potente, pero en 1774, el ingeniero Francisco Gozar informaba de que  no podría recibir la artillería del calibre aprobado “por defecto de sus cimientos y estar enteramente cuarteada”, y por ello ya se había propuesto a la Corte la construcción de otra de nueva planta en sus inmediaciones[4]. Varios años después aún seguía en el mismo estado de deterioro, aunque ya se había presupuestado  la reconstrucción de la torre, y en 1778 se informaba de que “por estar totalmente inútil se debe indispensablemente reedificar, debiendo sostener con su defensa las embarcaciones que ancoran en su rada cargando éstas de carbón para la mayor parte de la costa […].”[5]

Por segunda vez en pocos años la torre había quedado seriamente dañada por el mar y de nuevo se hacía necesaria su reconstrucción. Se realizó un proyecto que no se llevó a cabo, optándose por una solución de urgencia consistente en la reparación de la gran grieta que la afectaba, a causa, quizá, del hecho de que Manuel Centurión acababa de construir en sus inmediaciones el  Molino de papel de río de la Miel y había que garantizar la protección de la zona.

A comienzos del siglo XIX se volvió a plantear la necesidad de construir una nueva torre, entre otras cosas porque en febrero de 1805 se arruinó mucho más de lo que estaba, encargándose al ingeniero José Iglesias la redacción del proyecto, que tampoco se llevaría a la práctica. Mientras tanto, se optó por levantar una batería provisional ubicada en alto, en un recodo del antiguo camino de Málaga a Motril que debería rodearla por su parte posterior. El estallido de la guerra de la Independencia y la posterior situación económica que se vivió, impidieron la ejecución del proyecto de Iglesias y el papel defensivo de la Torre del río de la Miel  quedó asignado definitivamente a la batería provisional.

Cuando en 1830 la visitó el ingeniero Mauricio Rodríguez de Berlanga, refería que estaba inutilizada, pues “habiéndola situado con poco cimiento en un terreno muy flojo y muy inmediato al mar, éste fue socavando aquel, y ocasionó que se rebajara media torre, resultando cortada por una sección perpendicular a su base”. Proponía hacer una defensa estable en la zona, ya fuera batería o torre reducto, porque tanto en la playa del río de la Miel como en la de las Alberquillas “vienen los barcos enemigos y contrabandistas a hacer aguada y echar géneros”[6]. En 1849, Miguel de Santillana informaba de que “se cayó media torre y quedó la otra media inútil”  y descartaba definitivamente su reconstrucción[7].

Entre 1940 y 1945 la parte de la torre que quedaba en pie fue utilizada por los guerrilleros antifranquistas para ocultar en su almacén, bajo la paja, las armas que recibían[8]. En el Legado Temboury se conserva una fotografía de la torre, tomada en 1956 por Simeón Jiménez Reina, en la que se puede apreciar que en esos momentos su deterioro  era menor que el que presenta en la actualidad, pues aún conservaba gran parte del cuerpo superior y del terrado, el cobertizo, y  se pueden ver la puerta de acceso y el frente de tierra completos. A partir de entonces casi la mitad de la construcción existente a mediados del siglo XX ha ido cayendo al mar, aunque todavía pueden verse algunos de los elementos de la torre original proyectada por Juan Zahoras




Torre del río de la Miel. 1956. Fot. Simeón Giménez Reyna. Legado Temboury, Archivo   Fotográfico, fotografía 5086. 



[1] (A)rchivo (G)eneral de (S)imancas. Secretaría de Guerra, leg. 3400.
[2] A.G.S. Secretaría de Guerra, leg. 3408.
[3] A.G.S. Secretaría de Guerra, legs. 3411 y 3412.
[4] A.G.S. Secretaría de Guerra, leg. 3424.
[5] A.G.S. Secretaría de Guerra, leg. 3428.
[6] Archivo General Militar de Madrid. Colección General de Documentos, nº 3916.
[7] Idem.
[8] AZUAGA RICO, J.M, La guerrilla antifranquista en Nerja, Nerja, Izquierda Unida-Los Verdes-Convocatoria por Andalucía, 1996, págs. 57-58.

miércoles, 19 de febrero de 2014

El Libro del Privilegio de Nerja y Torrox



                           
Portadilla del Libro del Privilegio de Nerja y Torrox (1705)


En el Ayuntamiento de Nerja se conserva la confirmación, otorgada en Madrid el 28 de noviembre de 1705 por el rey Felipe V, de los privilegios concedidos a los vecinos de Nerja y Torrox por la reina Juana I de Castilla doscientos años antes, en 1505.

El documento consta de veintidós folios numerados escritos en pergamino con letra humanística moderna en tinta color sepia y encuadernados en cuero. El anverso del primer folio hace las veces de portadilla y está profusamente ilustrado con hojas de acanto y dos putti que portan canastos llenos de frutos sobre la cabeza, símbolo de la abundancia; en el centro una cartela muestra el sello real y el inicio del texto: “SEPAN QVANTOS esta carta”, mientras que en la parte inferior otra cartela ovalada contiene una azucena, flor que alude a la pureza de la Virgen María.

Nerja y Torrox gozaban de un privilegio que databa de1505. Ambos lugares habían quedado despoblados al huir todos sus habitantes moriscos a Berbería en el verano de aquel año; a partir de ese momento los bienes que estos habían dejado pasaron a ser propiedad real. Inmediatamente se ordenó a la ciudad de Vélez-Málaga, bajo cuya jurisdicción estaban ambos lugares, que procediera a repoblarlos con cristianos viejos. Como no era fácil conseguir gente dispuesta a establecerse en una costa tan peligrosa e insegura, hubo que atraerla por medio de la concesión de generosos beneficios fiscales. Fue así como el 6 de septiembre de 1505, desde Segovia, Fernando el Católico, en su calidad de Administrador y Gobernador de los reinos por su hija, la reina Juana I de Castilla, emitió un albalá o carta por la que concedía a los nuevos pobladores de Nerja y Torrox una serie de franquezas y privilegios.

En primer lugar, se les declaraba libres y exentos de contribuir en “pedidos, y monedas, y moneda forera y de otro cualquier servicio e sisa e imposición” que hubiera que pagar a la Corona. También quedaban francos, libres y exentos de pagar la alcabala, un impuesto indirecto sobre el valor de las ventas, de todo lo que vendieran en dichos lugares procedente de su “labranza y crianza e de toda la carne muerta que se vendiere e pesare” en sus carnicerías, salvo los cueros y sebos, y la pasa, higo y almendra. Tampoco pagarían la alcabala del pescado que se cogiera en sus términos, tanto si era para el mantenimiento de los vecinos como “para fuera parte”, ni del pescado fresco o salado que se trajera de otros lugares para ser vendido en Nerja y Torrox. Asimismo, los vecinos quedaban exentos de satisfacer la alcabala del pan, vino y carne que llegara de otros lugares para su mantenimiento.



                                    
 Libro del Privilegio de Nerja y Torrox (fol. 10r)


Días después, el 23 de septiembre de 1505, a petición del “Concejo, alcaldes, alguaciles, regidores y oficiales y hombres buenos del lugar de Torrox” la reina Juana otorgó la carta de privilegio de la merced y franqueza contenidos en el albalá de su padre, confirmando y aprobando todo lo establecido en el mismo. En lo sucesivo, todos los monarcas de la Casa de Austria, es decir Carlos I, Felipe II, Felipe III y Felipe IV, confirmaron el privilegio, a excepción de Carlos II que no lo hizo por no serle solicitado, siempre a petición de Torrox. Pero aunque Nerja no hubiera realizado solicitud expresa de confirmación de la carta de privilegio, se entendía que le era igualmente de aplicación, pues el albalá del rey Fernando se había dado conjunta e inseparablemente a los dos lugares y cada vez que su texto se insertaba en los documentos figuraban ambos topónimos expresamente citados.

El día 8 de octubre de 1705, las villas de Nerja y Torrox (es la primera y única vez, desde su moderna formación en 1635 hasta el siglo XIX, que Nerja aparece citada en los documentos con el nombre de villa, ya que su denominación era la de puebla) solicitaban al rey Felipe V la confirmación del privilegio. Había dos problemas de procedimiento para acceder a la petición; uno de ellos era que dicho privilegio, contrariamente a lo establecido por el nuevo monarca para poner cierto orden ante el volumen de estas peticiones, no contaba con la confirmación de sus tres antecesores inmediatos, pues, como hemos visto, faltaba la de Carlos II; el otro consistía en que los peticionarios no conservaban el original del privilegio, cuya presentación se exigía para atender la demanda. Sin embargo, a pesar de ello, el rey accedió a la petición, ordenando su libramiento a los funcionarios competentes, a los que  tranquilizaba comunicándoles que “dispenso y suplo los dichos defectos y a vosotros os relevo de cualquier cargo o culpa que por ello os pueda ser imputado”.



Retrato de Felipe V (pechina de la ermita de la Virgen de los Remedios de Vélez-Málaga)


¿Qué había sucedido? ¿Por qué pedían precisamente en esos momentos Nerja y Torrox la confirmación de la carta de privilegio y por qué el monarca la otorgaba, aun cuando de haber observado sus propias disposiciones no debería haberlo hecho?

Transcurría entonces la Guerra de Sucesión española que estalló en 1702 al disputarle el archiduque Carlos de Habsburgo el trono español a Felipe de Anjou (Felipe V), coronado tras la muerte de Carlos II, y finalizó en 1713. Los reinos de Andalucía y el reino de Granada apoyaron a Felipe V, cuyas tropas experimentaron un gran retroceso en el verano de 1705 con la pérdida de todo el levante (el año anterior Gibraltar había sido ocupado por los ingleses y tuvo lugar la batalla naval de Vélez-Málaga). Para recaudar fondos con que sufragar los gastos de la guerra, el nuevo monarca exigía a los territorios que le permanecían fieles continuas aportaciones económicas, que se incrementaron precisamente ese año de 1705. Es, pues, en este contexto en el que hay que situar el deseo de Nerja y Torrox de ver confirmado su antiguo privilegio, pues las exenciones fiscales de que disfrutaban les permitirían, sin duda, gozar de un gran desahogo en esos momentos de enorme presión recaudatoria. Por su parte, el monarca no dudó en atender la petición, pues le interesaba ante todo mantener intactas las adhesiones a su causa en unos momentos tan adversos para la misma.

A lo largo del siglo XVIII este documento, que actualmente forma parte del patrimonio histórico de Nerja, sería aportado, junto a otros, por sus vecinos en los diferentes pleitos que mantuvieron con Vélez-Málaga para obtener la propiedad de las tierras, casas y huertos, y para emanciparse políticamente de la ciudad, así como con los dueños del ingenio azucarero de dicha puebla, la familia López de Alcántara.