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lunes, 15 de diciembre de 2014

Un accidente laboral de 1904 en la fábrica azucarera ‘San Joaquín’ de Maro (Nerja)



Fábrica azucarera 'San Joaquín' de Maro


El 18 de marzo de 1904 se produjo en la fábrica azucarera ‘San Joaquín’ de Maro, en el término municipal de Nerja, un accidente laboral que ha quedado registrado en un acta notarial conservada en el Archivo Histórico Provincial de Málaga, cuya transcripción adjuntamos[1]. El obrero accidentado era José Moreno Via, residente en la calle de Vélez (actual calle El Barrio) de Nerja, quien resultó quemado por el líquido expelido por una defecadora, y falleció días después dejando viuda y dos hijos menores. En el acta el notario Antonio José Urbano Escobar da fe del cumplimiento por parte de la entonces propietaria de la fábrica, María del Carmen Pérez del Pulgar y Blake, de sus obligaciones  de indemnización como patrona.

La fábrica ‘San Joaquín’ era una factoría construida en 1879 por Joaquín Pérez del Pulgar y Ruiz de Molina en el denominado pago de las Mercedes de Maro para producir azúcar y alcohol de caña, siendo declarada ese mismo año colonia agrícola junto con las tierras y casas del pago en que se encontraba. A la muerte del propietario, en 1883, la fábrica quedó proindivisa en manos de sus cuatro hijos quienes la mantuvieron hasta 1894 en que fue adquirida por el Banco Hipotecario de España, al no poder estos hacer frente al pago de un préstamo hipotecario de dicha entidad bancaria recibido por su padre unos meses antes de morir. En 1902, el banco vendió la fábrica junto con el resto de la colonia a Rafael de Chaves y Manso, marqués de Tous y de la Cueva del Rey y conde de Casa Chaves, esposo de María del Carmen Pérez del Pulgar y Blake, hija y heredera de Joaquín Pérez del Pulgar. Un año después, el 29 de junio de 1903, falleció Rafael de Chaves, por lo que en 1904, cuando tuvo lugar el accidente laboral que tratamos, la propietaria de la Colonia Agrícola las Mercedes y Maro y por tanto de la fábrica ‘San Joaquín’, era María del Carmen Pérez del Pulgar, entonces marquesa viuda de Tous y demás títulos.

La fábrica estaba equipada con moderna maquinaria a vapor, una de las cuales, con la que se produjo el accidente, eran las defecadoras o pailas, unos recipientes en los que se calentaba el jugo extraído de las cañas a 95 grados inyectándoles vapor en su doble fondo, con objeto de que se separaran las impurezas que contenía y se clarificara.



Defecadora o paila de la casa Fives-Lille



En el acta citada la señora Pérez del Pulgar hace constar, y Ana Algarín Heredia, viuda del obrero accidentado, admite, que el accidente ha ocurrido “por un descuido o imprevisión” del trabajador; que le ha indemnizado con un salario de tres pesetas diarias durante el tiempo transcurrido desde el accidente hasta el día de su muerte (el sueldo de este era de una peseta con ochenta y siete céntimos al día); además, ha sufragado los gastos de médico y medicinas que ha requerido y ha costeado el ataúd y entierro; además,

“siendo el corazón de la Excma. señora marquesa tan benéfico y caritativo para ella que haciéndose cargo de la desgracia y orfandad  en que se queda tanto ella como sus hijos por el accidente del trabajo ocurrido y quedándose sin medios para atender a su vida, le ha hecho entrega de la cantidad de mil cien pesetas, como queda antes expresado, para atender a su manutención y la de sus desgraciados hijos y dándole un Dios se lo pague por tan meritoria obra.”

Por último, Ana Algarín renuncia a “cualquier derecho que la ley pudiera darle tanto a ella como a sus menores hijos, toda vez que con la cantidad recibida y los gastos ocasionados en la enfermedad y muerte de su esposo está satisfecha y pagada con exceso.”

Pero las indemnizaciones que la marquesa había abonado al obrero y a la viuda no eran fruto de su corazón caritativo, sino de la obligación que como patrona la ley le exigía. En efecto, unos años antes, en 1900, se había promulgado la Ley de 30 de enero, sobre accidentes de trabajo, conocida como Ley Dato, por ser promovida por el entonces ministro de la Gobernación Eduardo Dato, a la que siguió el Real Decreto de 28 de julio, por el que se aprobaba el reglamento para la aplicación de la citada ley.

En la nueva legislación se consideraba al patrono como responsable de los accidentes ocurridos a sus operarios con motivo y en el ejercicio de la profesión o trabajo que realizaran y los obreros tenían derecho a la percepción de indemnización por accidente laboral. En el caso que nos ocupa la ley exigía una indemnización igual a la mitad de su jornal diario desde el día en que tuvo lugar el accidente hasta aquel en que se hallara en condiciones de volver al trabajo y en todo caso no menor de 1,50 ptas diarias. Además, los patronos estaban obligados a facilitar asistencia médica y farmacéutica. Si el accidente producía la muerte del obrero el patrono debía sufragar los gastos del sepelio e indemnizar a los familiares; aquí concretamente se debía pagar a la viuda e hijos, que eran menores de dieciséis años, una suma igual al salario medio diario de dos años que disfrutara la víctima.

La marquesa viuda de Tous cumplió con sus obligaciones legales, aunque duplicó la cantidad diaria de salario que debía abonar. Por otra parte, la cantidad pagada a la viuda e hijos menores por los dos años de salario que les correspondían parece que fue incrementada, pues se le abonaron los dos años completos, cuando la temporada de trabajo de José Moreno en la fábrica era de setenta a ochenta jornadas por zafra. ¿Generosidad o acuerdo?

Llama la atención que tanto la patrona como la viuda del trabajador hicieran constar que el accidente se había producido por un “descuido o imprevisión” del mismo, y esta última, tras recibir las compensaciones económicas, renunciara expresamente a cualquier derecho que la ley pudiera concederle. Sin embargo, la ley dejaba bien claro que siempre la responsabilidad era del patrón y a ella se añadía responsabilidad penal si las instalaciones carecían de las medidas obligatorias de seguridad y de precaución, de mecanismos preventivos  y aparatos preservativos, o si se daban faltas de previsión, como máquinas y aparatos en mal estado o utilización de personal inepto en tareas peligrosas sin la debida dirección.





[1] Archivo Histórico Provincial de Málaga, Leg. P-7.436, fols. 317r-320r.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Donde habite el olvido, una mirada sobre el patrimonio funerario




[...] 
donde habite el olvido  
allí estará mi tumba. 
       G. A. Bécquer, Rima LXVI


Calaveras coronadas y tibias. Pintura al seco sobre un arco formero de la iglesia de San Antonio de Padua (Frigiliana) (fotografía del autor)




Cristo yacente. Ermita de Nuestra Señora de la Cabeza (Vélez-Málaga) (fotografía del autor)





Niño Jesús de Pasión. Cementerio de San Miguel (Nerja) (fotografía del autor)





Sarcófago de José de Gálvez. Panteón de los Gálvez. Iglesia de San Jacinto (Macharaviaya) (fotografía del autor)





Tumba destruida. Cementerio Inglés (Málaga) (fotografía del autor)





Osario. Cementerio Público (Vélez-Málaga) (fotografía del autor)




Vaso velado, iconografía funeraria masónica. Cementerio de Santa Catalina (Ceuta) (fotografía del autor)





Alegoría del Tempus fugit. Cementerio de San Miguel (Nerja) (fotografía del autor)






Entre los ángeles. Cementerio Público (Vélez-Málaga) (fotografía del autor)





Mater dolorosa. Cementerio de San Miguel (Nerja) (fotografía del autor)




Sepultura. Cementerio Público (Vélez-Málaga) (fotografía del autor)






Mercurio. Mausoleo de William P. Beecher. Cementerio Inglés (Málaga) (fotografía del autor)




Noche de Difuntos. Cementerio (Frigiliana) (fotografía del autor)











Virgen de Ánimas, azulejo (Aracena) (fotografía del autor)



[...]

Allá, allá lejos;

donde habite el olvido.
                                         
                                    Luis Cernuda. Los placeres prohibidos.







martes, 14 de octubre de 2014

Sobre la fundación de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Nerja




Jesús Nazareno (Domingo Sánchez Mesa. 1944)(fotografía del autor)


La historia de las hermandades y cofradías de Nerja durante el periodo anterior al año 1936 es prácticamente desconocida, pues casi toda la documentación referente a las mismas se ha perdido. En mayo de 1931 tuvo lugar el incendio del palacio episcopal de Málaga, desapareciendo con él casi todo el archivo diocesano en el que se debían custodiar, entre otros, los expedientes de autorización de las hermandades con la documentación fundacional de las mismas. Posteriormente, en julio de 1936, fue destruido el archivo parroquial de Nerja, así como los de las distintas hermandades que tenían su sede canónica en su iglesia y en los que se debían guardar las escrituras fundacionales, constituciones y estatutos, libro de reglas, libros de cabildos, relación de hermanos, etc.

Perdida toda esa documentación y siendo muy escasas las noticias que sobre el tema proporciona Alejandro Bueno García en las dos obras que publicó sobre historia de Nerja en 1899 y 1907, los datos que puedan conocerse a través de documentos en los que se aluda a las cofradías, aunque sea de forma indirecta, cobran un gran valor, porque arrojan luz sobre un periodo de la existencia de estas del que muy poco o nada se sabe.

En la Reseña histórica de la villa de Nerja Alejandro Bueno refiere que la primera hermandad fundada en Nerja fue la Esclavitud del Santísimo, el 19 de marzo de 1715, que solía costear en la procesión del Corpus una tarasca, gigantes y seis danzantes, aunque a principios del siglo XX ya estaba en declive, contaba con pocos cofrades y había perdido el esplendor que la caracterizaba[1]. En los Apuntes históricos de Nerja el autor informa de la creación en 1787 de la Venerable Hermandad de la Concepción Purísima que a juzgar por el número siempre fijo de veinticuatro cofrades (sacerdotes, militares y algunos propietarios) que la componían, así como por la disposición de los asientos y el traje que usaban en las ceremonias, debía ser enormemente elitista[2]. Esta última debió crearse una vez que se hubo ejecutado la segunda ampliación de la iglesia e instalado en su capilla mayor el retablo de la Concepción de José Martín de Aldehuela con la imagen de la Inmaculada, tallada por Fernando Ortiz. Ningún dato más proporciona Alejandro Bueno sobre las cofradías nerjeñas.

En un documento que publicamos en una entrada anterior sobre la iglesia de El Salvador de Nerja, pudimos constatar la existencia de tres hermandades más en 1782, al figurar entre los firmantes los mayordomos de las mismas: la de San Miguel, que en el siglo XVIII, probablemente, fuera una hermandad de Ánimas; la de nuestra Señora del Rosario; y la de Nuestro Padre Jesús. Según nos informaba el cronista oficial de la Ilustre y Venerable Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima de los Dolores, Alejandro Jaime Peñuela, esta tenía como fecha fundacional, no documentada sino transmitida oralmente por hermanos de varias generaciones,  el año 1792; por lo tanto, la publicación del citado documento permitía adelantar la existencia de la misma al menos diez años.

Sin embargo, otros documentos que hemos hallado más recientemente en el Archivo Histórico Provincial de Málaga acreditan una antigüedad aún mayor para la cofradía, pues un testamento otorgado el 24 de diciembre de 1735 por Miguel Ruiz, vecino de Nerja, incluye la disposición de ser amortajado con “túnica de mi Padre Jesús Nazareno”[3]. Es cierto que esta cita por sí misma no garantiza la existencia de la hermandad en ese momento, pues muchas personas pedían ser amortajadas con túnicas de diferentes advocaciones no necesariamente asimiladas a una cofradía, pero otro documento fechado unos meses después sí hace mención expresa de la hermandad. Se trata de un testamento otorgado en Nerja  el 7 de abril de 1736 por Francisco González Zamora ante el notario Francisco Ruiz en el que manifiesta su voluntad de ser sepultado en la iglesia parroquial de la puebla y que su “cuerpo sea amortajado con túnica de la hermandad de nuestro Padre Jesús de Nazareno”[4]. Hay que tener en cuenta que una de las funciones asistenciales de las cofradías, que fundamentalmente, aunque no solo, estaban formadas por hombres, era la de asegurar sepultura a los hermanos difuntos y socorrer a su viuda e hijos en caso de necesidad.


A.H.P.M., Leg. P-4.709, fol.86 v.
"It. es mi voluntad que mi cuerpo sea amortajado con tunica de la hermd de nuestro Padre Jesus de Nazareno."


Por lo tanto, diciembre de 1735 o, si se prefiere con más exactitud, abril de 1736 son las fechas en las que se encuentra documentada esta hermandad. No obstante, esta debía haber sido fundada con anterioridad a esas fechas, aunque con posterioridad a la de la primera cofradía que Alejandro Bueno situaba en 1715, en el espacio de los veinte años transcurridos de una fecha a la otra, y posiblemente en la década de 1720, pues en otro testamento de finales de la misma la persona testamentaria, sin llegar a nombrarlas, afirma pertenecer a varias cofradías. Desgraciadamente los primeros protocolos notariales de Nerja que se conservan en el archivo provincial malagueño son los de esos años, entre otras cosas porque entonces no había escribanía en la puebla y se tenía que desplazar a ella un notario de otra localidad; además, están incompletos. Es muy probable que el año fundacional de 1792 que hasta ahora había considerado la hermandad del Nazareno sea el de la hermandad de la Virgen de los Dolores que terminaría fusionándose con la primera, pues de ese tiempo datan tanto la primitiva imagen de la Dolorosa donada por Pedro Coronado como la construcción y ornamentación del camarín en el que recibe culto.







[1] BUENO GARCÍA, A., Reseña histórica de la villa de Nerja, Vélez-Málaga, 1907, pág. 37.
[2] BUENO GARCÍA, A., Apuntes históricos de Nerja, Vélez-Málaga, 1899, págs. 30-31.
[3] (A)rchivo (H)istórico (P)rovincial de (Málaga), Leg. P-4.709, fols. 86r-87v.
[4] A.H.P.M., Leg. P-4.709, fols. 98r-99v.

viernes, 10 de octubre de 2014

Los orígenes de la feria de Nerja









Los orígenes de la feria de Nerja se sitúan en la década de 1840. Aunque de momento desconocemos el año exacto, el tomo del Diccionario Geográfico de Pascual Madoz que incluye el partido judicial de Torrox, publicado en 1849, recoge que “respecto a las ferias solo se celebra una en la v. de Nerja en los días 26, 27 y 28 de septiembre de cada año, que le fue concedida recientemente por el Gobierno”. Por lo tanto, cabe situar el nacimiento de esta feria en los años inmediatamente anteriores a la publicación del diccionario, y en todo caso durante la referida década. Esta era la segunda feria que se celebraba en la comarca -la primera era la de Alcaucín, en agosto- e inmediatamente tenía lugar la de Vélez-Málaga, autorizada en 1842, entre el 29 de septiembre y el 1 de octubre; posteriormente, en 1853, Torrox pediría celebrar feria los días 1, 2 y 3 de octubre.  En 1874 el Ayuntamiento nerjeño, trasladó las celebraciones a los días 9, 10 y 11 de octubre, fechas que se han mantenido hasta la actualidad, aunque ya antes se había desplazado su finalización al día 29 de septiembre.

Desde 1837 el Gobierno estaba facultado por las Cortes para permitir la celebración ferias y mercados en todos los pueblos que lo solicitasen como medio de impulsar el comercio local y el consumo. Muchas de ellas eran ferias monográficas, pero otras implicaban la compraventa de los más variados géneros y productos; además, la mayoría de ellas tenían lugar en los momentos del año en que la población disponía de recursos por haber finalizado la recogida de frutos y se hacían coincidir con festividades religiosas. La de Nerja era una feria de ganado cuyos días de celebración giraban inicialmente en torno a la solemnidad del arcángel san Miguel.


San Miguel Arcángel, ant. a 1936 (desaparecida)



San Miguel había sido proclamado patrono de Nerja a comienzos del siglo XIX, aunque desde 1718 se celebraba una misa y procesión del arcángel en su solemnidad. El 23 de septiembre de 1804, los vecinos, atemorizados por la epidemia de fiebre amarilla que asolaba la provincia de Málaga, se congregaron en la iglesia, aclamaron a san Miguel por su tutelar y patrono y juraron guardar y hacer guardar su festividad. Este voto fue aceptado y promulgado por el obispo de la diócesis el día 15 de agosto de 1806, por lo que podemos considerar esta última fecha la de la proclamación oficial de san Miguel como patrono de Nerja. Por lo tanto, desde su nacimiento en la ya citada década de 1840, la feria de Nerja se hizo coincidir con la solemnidad del patrono, quedando así unidos el mercado y los actos religiosos.

Años más tarde, en 1857, la Virgen de las Angustias sería incorporada a estas celebraciones al convertirse en patrona de Nerja. Esta advocación mariana fue introducida en Nerja en 1720 por la familia granadina López de Alcántara, propietaria de su ingenio azucarero, construyendo para ello una ermita a las afueras de la localidad. En 1853 la ermita quedó bajo el patronazgo del Ayuntamiento y cuatro años más tarde, el 23 de junio de 1857, a petición municipal, el obispo de Málaga concedió el título de patrona de la villa para la Virgen de las Angustias. El Ayuntamiento acordó que “se baje en procesión popular y solemne a tan sagrada imagen a dicha Iglesia Parroquial para hacerle una solemne función de Iglesia con misa cantada y salve, con objeto de hacerle la declaración y confirmación de dicho patronato, y que además se practique el disparo de una función de fuegos artificiales en su solemnidad”.


Virgen de las Angustias, ant. a 1936 (desaparecida)


A partir de ese momento quedaron establecidos para lo sucesivo tanto los cultos como la procesión conjunta de ambos patronos; desde entonces todos los años la Virgen es conducida hasta la iglesia unos días antes del comienzo de la feria para regresar a su ermita, siempre precedida por el trono de san Miguel que la acompaña, durante la celebración de los festejos en una procesión que constituye uno de los actos centrales de las fiestas nerjeñas en su vertiente religiosa.

Desde un principio el Ayuntamiento sufragó los gastos ocasionados por las fiestas. Se conservan las cuentas correspondientes al año 1873, en las que figuran gastos por conceptos como cantora, sermón, órgano, acólitos y compostura de la iglesia, cera, aceite para las lámparas de la iglesia y de la ermita, gratificación a los artistas, fuegos artificiales, consumo de cera para el Santísimo durante la salve, compostura de la plaza, y diversos jornales. Especial importancia tenía el sermón que se encargaba a un religioso que glosaba la figura del arcángel. Conocemos el que dio en los últimos años del siglo XIX Ramón Gutiérrez de Gálvez, nerjeño, deán de la Catedral de Jaén, escritor y fino orador, publicado bajo el título de Panegírico de San Miguel Arcángel, patrono de Nerja.

El mercado y el ritual religioso estaban indisolublemente unidos a lo lúdico, de manera que durante unos días los nerjeños también se entregaban a la comida, la bebida y la diversión. La feria de ganado se realizaba en los aledaños de la población, pero el resto de las celebraciones tenían lugar en la plaza Mayor, el paseo y calles adyacentes, engalanándose para la ocasión. Los fuegos artificiales llenaban la noche de luz y color en un tiempo en que no había alumbrado público y cuando este se instaló quedaban encendidas excepcionalmente durante todas las noches de feria las setenta y tres farolas existentes. El centro del pueblo se transformaba; la plaza y sus calles eran testigos del paso del cortejo procesional de los patronos, verdadera exhibición de grupos sociales, dejando una estela de incienso, pero también del baile y el deambular de la gente, mientras sonaba la música, algo infrecuente entonces; era la fiesta de la luz y de los sentidos y una prolongación de la fiesta  barroca en pleno siglo XIX.

Conforme avanzaba el siglo XX la feria de ganado dejó de celebrarse y la feria se fue transformando, aunque permanecieron la fiesta y los actos religiosos. En las últimas décadas de esa centuria la feria abandonó el espacio físico que había ocupado tradicionalmente y se desplazó a la explanada de El Chaparil para regresar posteriormente al núcleo urbano, en cuyos Huertos de Carabeo se instala actualmente el real: una pequeña ciudad efímera levantada solo para unos días, a la que se accede por una portada monumental, con sus calles, casetas, puestos diversos y atracciones, que desaparece rápidamente una vez terminados los festejos. Es la feria de nuestro tiempo en la que, salvando las distancias, aún se pueden percibir los ecos de la fiesta barroca.

(Artículo publicado en Nerja Feria 2014, revista editada por el diario Sur el 9 de octubre de 2014)