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lunes, 18 de junio de 2018

Bernarda Alférez, criptomusulmana, fundadora y patrona de la ermita de las Angustias de Nerja



Anotación de la solicitud de Bernarda Alférez del título de patrona de la ermita de las Angustias de Nerja. Archivo del Cabildo de la Catedral de Málaga. Acta del Cabildo de 16 de enero de 1720. Leg. 1041, fol.11


“MORISCOS, los convertidos de moros a la Fe catolica, y si ellos son Catolicos gran merced les ha hecho Dios, y a nosotros tambien.”
Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española, 1611.

***


Es martes 16 de enero de 1720 y los canónigos que integran el cabildo de la catedral de Málaga y que temporalmente están a cargo del gobierno de la diócesis por encontrarse esta en sede vacante, se hallan reunidos. Entre los asuntos a tratar figura la petición de una mujer viuda, Bernarda Alférez, que solicita para sí y sus descendientes el título de patrona de una ermita que dice haber construido a sus expensas junto a la puebla de Nerja para dar culto a la Virgen de las Angustias, san Nicolás de Bari y santa Bárbara, petición que el cabildo despacha sin mayores inconvenientes. 

Las obras de la ermita avanzan con rapidez y un mes más tarde, en febrero, cuando están concluidas, Bernarda Alférez se dirige por segunda vez al cabildo catedralicio para solicitar la bendición del santuario. De nuevo los canónigos acceden a la petición y ordenan al cura de Nerja llevarla a cabo según el ceremonial romano. 


Ermita de las Angustias de Nerja. Cartela con la fecha de bendición del santuario (foto del autor)


Por último, en agosto, escribe por tercera vez en ese año al cabildo para presentar la escritura, otorgada unos meses antes ante un escribano de Granada, ciudad en la que reside, por la que se obliga a sí misma y a sus sucesores al mantenimiento de la ermita con cargo a las rentas del ingenio de Nerja, del que son propietarios, y designa a los ermitaños para su nombramiento. De todo ello los canónigos se dan también por enterados y proceden a nombrar a los ermitaños propuestos por la patrona del nuevo santuario.

En el intervalo de siete meses Bernarda Alférez erige, consagra y goza del patronato de una ermita con la que contribuye a la difusión del culto a la patrona de Granada fuera de su ciudad; una fundación que, está convencida, le va a proporcionar un gran prestigio al convertirla en defensora de la fe y protectora de las artes[1]


La ermita de las Angustias de Nerja en el siglo XVIII (Reconstrucción virtual de Dori Castillo Delgado)


Pero, transcurridos unos años, la reputación alcanzada se hunde completamente al desencadenarse una serie de acontecimientos. Entre 1727 y 1731, la Inquisición granadina detiene, encarcela, enjuicia y condena a doscientas cincuenta personas criptomusulmanas, es decir, practicantes en secreto de la religión islámica. Bernarda Alférez es una de ellas[2].

Todo comienza en marzo de 1727 con la denuncia de un vecino de Granada y su mujer informando a la Inquisición de las actividades mahometanas de ciertos vecinos de la ciudad. El asunto es de suma gravedad por la cantidad e importancia de algunos de ellos. Contra lo que pueda creerse, no todos los moriscos que han ido aceptando la conversión forzosa al cristianismo como fórmula para poder quedarse en su país natal han abandonado el reino de Granada en las sucesivas expulsiones decretadas por distintos monarcas, la última de ellas ordenada en 1609 por el rey Felipe III. Algunos linajes granadinos colaboracionistas o colaboradores, castellanizados y conversos, permanecen en puestos de poder y mantienen su elevada categoría social; otros moriscos –cristianos nuevos– son autorizados a quedarse en el antiguo emirato y muchos más, cien años después, incluso, de la última expulsión, continúan viviendo en él o han regresado cuando la ocasión ha sido propicia; son tolerados por las autoridades, poseen desde su bautismo nombres y apellidos castellanos, aunque muchos los usan por conveniencia solo fuera del ámbito doméstico; se aprovechan de la corrupción y compran silencios y falsos testimonios, se falsifican documentos de limpieza de sangre… Son artesanos, mercaderes, o tienen otros oficios, se desenvuelven en el negocio de la seda, prestan dinero a personas notables, algunos ocupan puestos importantes en la administración y el gobierno de la ciudad, y hasta los hay que son sacerdotes. Se casan con miembros de su propia comunidad, aunque algunos contraen matrimonio con cristianos viejos, apartando así las sospechas que pudieran caer sobre ellos, apadrinan a los bautizados o son testigos de bautismo de sus propios parientes; se protegen. Están integrados en la sociedad en la que viven, al menos en apariencia, y nadie dudaría de su sinceridad cristiana. Pero no es así, son muchos los que practican secretamente la religión islámica, criptomusulmanes que recurren a la taqiyya (el disimulo), permitida por algunas corrientes del islam cuando la proclamación y la práctica de la propia fe en un medio hostil implican peligro para la propia vida.


Moriscos en Alhama de Granada. “Alhama” (dibujo realizado por G. Hoefnagel en 1564). G. Braun y F. Hogenberg, De civitatis orbis terrarum, 1575


Bernarda Alférez es detenida en Granada el 27 de julio de 1729 y encerrada en las cárceles secretas de la Inquisición. Declaran contra ella dieciséis testigos que aseguran saber, algunos de oídas de sus mayores y otros de labios de la propia rea “ser de casta y generación de los mahometanos que quedaron en este reino al tiempo de su conquista”[3].

Bernarda María Alférez Velasco, ese es su nombre completo, tiene 84 años, es “alta, delgada, blanca, menuda de facciones, y sorda”. Ha nacido en Granada en abril del año 1645, en el barrio del Albaicín, y es hija de Diego Alférez y Leonor de Velasco; su padre pertenece a la familia morisca de los Alférez o Alférez Marín de Caniles de Baza, importante foco de población morisca, y es un acaudalado labrador que ha emigrado a la capital del reino; su madre, granadina, también es de ascendencia morisca, probablemente emparentada con la rama antequerana del apellido. Bernarda es bautizada en su parroquia, la iglesia de San Pedro y San Pablo, junto al Darro, el día 17 de abril; es su padrino el jurado Pedro Valerio de Almirante, morisco, y actúan como testigos Bernardo Miguel de Almirante, Jerónimo Hurtado Salido y Diego Velasco, todos ellos también moriscos[4].

Bernarda tiene tres hermanas, Dorotea, Marcelina y Luisa. En el interrogatorio al que muchos años después la somete el tribunal del Santo Oficio confesará haber hecho los ayunos, rezos y ritos “en la observancia y creencia de dicha secta mahometana” y aunque quiere hacer creer que fue una mujer extraña a la familia quien la convenció e inició en la fe islámica a los diez años y que volvió al cristianismo cuando contrajo matrimonio, su estrategia se viene abajo cuando reconoce que su madre y sus hermanas han sido musulmanas “creyentes y observantes” y reconoce que también lo son otras personas presas por la Inquisición como ella[5].


Emblema de la Inquisición española


Cuando ha cumplido 23 años, el día 11 de septiembre de 1668, Bernarda se casa en la misma iglesia en la que había sido bautizada con Luis López Enríquez de Alcántara. El esposo tiene 18 años y pertenece a una familia de hidalgos oriundos de Moura y Beja (Portugal), emigrados a Huelma (Jaén) y finalmente establecidos en Granada. Bernarda aporta una dote de 24.000 ducados “en posesiones y alhajas de sumo valor”, una elevada cifra comparable a las que proporcionan las hijas de prominentes familias granadinas de la época, moriscas o no, lo que demuestra la excelente situación económica de los Alférez. Es, claramente, un matrimonio de conveniencia, como tantos otros[6].


Ermita de las Angustias de Nerja. Escudo de Luis López Enríquez de Alcántara (foto del autor)


Luis López es cristiano viejo, o al menos eso se confirma en cuantas pruebas genealógicas se ven obligados a realizar él y sus hermanas, es un hombre muy religioso y cuando se presente la ocasión ingresará en la prestigiosa Hermandad de la Caridad y Hospital del Corpus Christi de Granada, en cuya iglesia de San Gil edificará a sus expensas capilla propia.  Sin que él lo imagine (¿o sí?), su matrimonio con Bernarda permite a esta, e indirectamente también a su familia, vivir a cubierto de sospechas y acusaciones de criptoislamismo durante mucho tiempo. La dote proporcionada por Bernarda y las propiedades de los Alférez permiten a Luis invertir y hacer negocios, poseer un taller de blanqueo de cera, un horno de pan y varias casas en el Albaicín, rentas y tierras; la buena marcha de los negocios le brinda la posibilidad de convertirse en acreedor, arrendar el ingenio de Maro en 1694 y comprar el de Nerja y sus tierras en 1700. A su muerte en 1713 deja todas esas posesiones, a las que ha podido acceder en gran medida gracias a la dotación económica aportada por su esposa.


Restos del ingenio azucarero de Nerja (San Antonio Abad) perteneciente a la familia López de Alcántara durante el siglo XVIII (foto del autor)


Luis y Bernarda han tenido cuatro hijos: Salvadora, la mayor, que fallecerá muy joven a consecuencia del parto de su única hija Ana Felipa; Luis, sacerdote, que morirá a los pocos años de hacerlo su padre; Andrés, el sucesor al frente de los negocios; y Nicolasa, la menor. La herencia de Luis López Enríquez de Alcántara se reparte entre Bernarda, los tres hijos que le sobreviven y su nieta Ana Felipa. Bernarda recibe una suma considerable a la que agregará la correspondiente a su hijo Luis, el clérigo, cuando este muera, al ser su heredera. 

En 1727, cuando empiezan las actuaciones del tribunal de la Inquisición de Granada, Bernarda Alférez, los hijos que le quedan y demás familiares disfrutan de una buena situación social y económica. Su hijo Andrés dirige los negocios familiares, está casado con Francisca de Rojas, juntos han dotado una capellanía y memoria de misas en la ermita de Nerja y tienen descendencia: José, Paula y Bernarda. Nicolasa, la hija, que le ha dado una nieta llamada también Bernarda, tras enviudar del capitán nerjeño Tomás Vicente ha contraído segundas nupcias y vive también en Granada. Ana Felipa, la nieta mayor, huérfana de padre y madre, que se había casado en 1711 con un patricio granadino, Pedro Pascasio de Baños, goza de una extraordinaria posición en la ciudad. Nada hace, por tanto, presagiar el peligro que se avecina[7].

Con su detención comienza para Bernarda Alférez un proceso que se alarga durante algo más de tres meses en los que permanece en los calabozos del Santo Oficio de Granada y en los cuales se gasta en su alimentación y en otras cosas 16.200 maravedís. El 23 de agosto de 1729, casi un mes después de su apresamiento, el tribunal granadino ha concluido las investigaciones y remite el expediente de ciento veinte folios al Consejo de la Suprema y General Inquisición, más conocido como la Suprema, que se encarga de dictar la sentencia: confiscación de bienes, obligación de vestir el sambenito y cárcel por un periodo de cuatro meses, y destierro de la ciudad de Granada y de “Madrid, corte de Su Majestad, y ocho leguas en contorno por tiempo de cuatro años, confinada en el lugar que se le señalare y encargada a persona docta que la instruya y fortalezca en los misterios de la santa fe católica”. Deberá reconciliarse en un auto de fe, que se celebra el 5 de noviembre a puerta cerrada en la sala del propio tribunal, por orden expresa del inquisidor general, Juan de Camargo, evitándole así a Bernarda la humillación de ser vista en una ceremonia pública. Bernarda oirá la lectura del proceso y la sentencia de pie, vestida con sambenito con la cruz de san Andrés y soga al cuello, y con una vela verde en la mano. Solo estarán presentes los ministros del Secreto y doce personas: seis eclesiásticos y seis seglares, entre ellos Alonso Cobo Peinado, el notario de Rentas decimales del arzobispado de Granada. También ordena la Suprema que la confiscación de sus bienes solo sea parcial y que no se saquen a pública subasta. La benevolencia que muestra la Inquisición con Bernarda Alférez, al menos en todo lo que concierne a su exhibición pública, no es casual, hay ciertas influencias. Varios miembros de la familia de su difunto esposo son familiares del Santo Oficio; además, uno de sus sobrinos, Esteban Rodríguez de Cos López de Alcántara, es comisario de la Inquisición y abad de la Colegial de San Salvador de Granada y el hermano de este, Nicolás, secretario del Secreto del tribunal, cargo que, además del de alguacil mayor, también había desempeñado el padre de ambos y cuñado de Bernarda[8].


Sambenito con cruz de San Andrés similar al que Bernarda Alférez debió vestir durante su auto de fe. Francisco de Goya. Por haber nacido en otra parte. 1810-1811. Aguada, pincel y tintas sobre papel. Madrid, Museo Nacional del Prado


No se sabe a ciencia cierta el lugar de destierro al que es destinada Bernarda Alférez, aunque es posible que este fuera Nerja, pues parte del dinero de la venta de sus alhajas se le entregarán en 1733 a su hijo Andrés y el resto al depositario del secuestro y a otros en Vélez-Málaga. Antes de que concluyan los años de destierro fijados y pueda regresar a Granada, Bernarda Alférez morirá “arrepentida y reconciliada con administración de sacramentos y eclesiástica sepultura”[9], quizá en la cripta de su ermita de las Angustias.

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“La existencia de cientos, acaso miles, de familias de origen morisco en el reino de Granada, uno o dos siglos después de su expulsión oficial del territorio español solo se puede entender correctamente en el contexto de una sociedad dominada por contradicciones de este tipo. Un tiempo en el que la realidad y la ideología discurrían por lo general por caminos separados, donde se practicaba una cosa y se decía otra, un escenario en el que, simplificando mucho, lo importante no es tanto lo que pasara sino lo que se proyectase al exterior. Parecer antes que ser.” 
Enrique Soria Mesa, Los últimos moriscos. Pervivencia de la población de origen islámico en el reino de Granada (siglos XVII-XVIII), 2014, pág. 132.








[1]Véase, CAPILLA LUQUE, F., y ARCOS VON HAARTMAN, E., La ermita de Nuestra Señora de las Angustias de Nerja y sus pinturas murales, Málaga, 2012.
[2]Este proceso fue tratado en primer lugar por LERA GARCÍA, R. de, “Cripto-musulmanes ante la Inquisición de Granada en el S. XVIII”, Hispania Sacra vol. 36, nº 74, 1984, págs. 521-575, y más ampliamente en SORIA MESA, E., Los últimos moriscos. Pervivencia de la población de origen islámico en el reino de Granada (siglos XVII-XVIII), Valencia-Granada-Zaragoza, 2014.
[3](A) rchivo (H)istórico (N)acional. Inquisición, leg. 3.373, exp. 2
[4]A.H.N. Leg. 2.675, doc. 8. La partida de bautismo de Bernarda Alférez en A.H.N. Órdenes militares. Caballeros de Santiago, exp. 7.139, fol. 33 v.
[5]A.H.N. Ibidem.
[6]A.H.N. Estado, Carlos III, exp. 828.
[7]Archivo Histórico Provincial de Granada. Leg. 3.084, exp. 22.
[8]A.H.N. Inquisición, leg. 2674. Caja 2, docs. 225, 261 y 271, y Libro 271. 
[9]A.H.N., Ibidem, doc. 271.

martes, 5 de junio de 2018

Unos murales cerámicos de Miguel Durán-Loriga en Nerja



Mural oeste del chiringuito Torrecilla 3, antigua cafetería La Torrecilla (Nerja). Miguel Durán-Loriga/Alfaraz (1972). Fotografía del autor


A Manuel Callejón,
con mi agradecimiento a María del Carmen Cortés


En la playa de la Torrecilla, en Nerja, hay un edificio de apartamentos construido en torno a 1970 en cuyos bajos existe un local de restauración, el chiringuito Torrecilla 3, llamado anteriormente cafetería La Torrecilla. Este local está decorado interiormente con tres magníficos murales cerámicos diseñados por Miguel Durán-Loriga y realizados en los talleres Alfaraz de Madrid en 1972. Esta entrada pretende reivindicar su valor, que los convierte en una pieza incuestionable del patrimonio histórico de la localidad cuyos propietarios han sabido conservarla hasta nuestros días.


Mural norte del chiringuito Torrecilla 3, antigua cafetería La Torrecilla (Nerja). Miguel Durán-Loriga/Alfaraz (1972). Fotografía del autor


Mural este del chiringuito Torrecilla 3, antigua cafetería La Torrecilla (Nerja). Miguel Durán-Loriga/Alfaraz (1972). Fotografía del autor


El local es de planta rectangular y tres de sus muros, los orientados al norte, este y oeste, están decorados con los murales cerámicos, a los que su autor gustaba llamar paramentos, colocados a modo de friso. Los tres murales forman en realidad un tríptico, un mosaico formado por placas cerámicas de 24 x 24 cm seriadas y decoradas con distintos motivos y otras no seriadas, con una faja superior de placas de 11 x 24 cm. El friso norte mide 107 x 960 cm, y los frisos este y oeste 107 x 432 cm cada uno. Los motivos representados son: olas, conchas de vieira, estrellas y caballitos de mar, y diferentes peces, como lenguados, rodaballos, etc., que incorporan algunas de las composiciones geométricas usadas por Durán-Loriga: el cuadrado y el círculo compartimentados, este último sugiriendo una rodaja de cítrico. Están firmados por MD-L (iniciales de Miguel Durán-Loriga), Alfaraz, Madrid, 1972. 


Detalle de los murales cerámicos del chiringuito Torrecilla 3, antigua cafetería La Torrecilla (Nerja). Miguel Durán-Loriga/Alfaraz (1972). Fotografía del autor


Detalle de los murales cerámicos del chiringuito Torrecilla 3, antigua cafetería La Torrecilla (Nerja). Miguel Durán-Loriga/Alfaraz (1972). Fotografía del autor


Detalle de los murales cerámicos del chiringuito Torrecilla 3, antigua cafetería La Torrecilla (Nerja). Miguel Durán-Loriga/Alfaraz (1972). Fotografía del autor


Detalle de los murales cerámicos del chiringuito Torrecilla 3, antigua cafetería La Torrecilla (Nerja). Miguel Durán-Loriga/Alfaraz (1972). Fotografía del autor


El empleo casi exclusivo del color azul con distintas tonalidades y el uso de motivos marinos de estos murales cerámicos, cuya fuente de inspiración quizá habría que buscarla en el Friso de los Delfines del palacio de Cnossos (Creta, ca. 1450 a.C.), producen en el espectador la sensación de encontrarse en un acuario, conectando perfectamente con el entorno en que se halla el local y el uso al que se destina.


Friso de los Delfines del palacio de Cnossos (Creta), ca. 1450 a. C.


El autor, Miguel Durán-Loriga Rodrigáñez (1928-1997), fue un afamado arquitecto, aunque su verdadera pasión eran la artesanía y el diseño, que él supo conjugar en toda su producción como artesano ceramista. En 1952 fundó Cerámica Artesana Alfaraz, inicialmente ubicada en Alcalá de Henares y posteriormente trasladada a Algete, ambas localidades de la provincia de Madrid, talleres en los que realizó toda su producción cerámica. Obtuvo el Premio Nacional de Diseño en dos ocasiones: 1971 y 1979. Además, ejerció una destacada labor docente en el campo del diseño (en 1984 fue nombrado director de la Escuela Experimental de Diseño) y como editor (fue fundador de las revistas Temas de Arquitectura Temas de Diseño).


  Rótulo a la entrada de la antigua cafetería La Torrecilla (Nerja). Miguel Durán-Loriga/Alfaraz (1972). Fotografía del autor

Cerámica Artesana Alfaraz produjo piezas diseñadas por Durán-Loriga, tanto de pequeño formato como piezas de arte urbano o grandes paramentos cerámicos. Entre ellos cabe destacar la fuente de la plaza de la Glorieta de Elche, los murales de los desaparecidos Almacenes SEARS de Barcelona, o el mural que decora la estación de metro República Argentina de Madrid, entre otros. Muchas de estas obras se conservan, algunas están siendo recuperadas, pero otras desgraciadamente han desaparecido. Entre estas últimas cabría situar el mural que decoraba una de las dependencias de Parador Nacional de Turismo de Nerja, inaugurado en 1965, y eliminado en una de las reformas posteriores realizadas en el edificio. Este mural, conocido a través de fotografías es atribuible sin ninguna duda a Durán-Loriga y en él figuraban representadas con profusión las rodajas de cítricos tan características de su autor. 


Inauguración del Parador Nacional de Turismo de Nerja (1965) por el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne. Obsérvese el paramento cerámico del fondo con las figuras características de los diseños de Durán-Loriga. Foto Sur


Detalle de los murales cerámicos del chiringuito Torrecilla 3, antigua cafetería La Torrecilla (Nerja). Miguel Durán-Loriga/Alfaraz (1972). Fotografía del autor