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martes, 22 de diciembre de 2020

Las fortificaciones pintadas de la costa

 


 

Decoración incisa y pintada en la base de la torre de Lagos. (Foto del autor)



Durante los siglos XVII y XVIII las arquitecturas pintadas, ya fueran con motivos geométricos, arquitectónicos, florales o figurativos, o simplemente procurando un resalte de los materiales, fueron una solución utilizada en construcciones civiles y religiosas de muchas ciudades, a cuyos exteriores proporcionaban color, a la vez que con ellas se disfrazaba el aspecto de pobreza que presentaban los materiales empleados. En el caso de Málaga, desde hace algunas décadas están siendo estudiados muchos ejemplos de ellas en inmuebles urbanos en los que, afortunadamente, se ha recuperado su decoración mural externa en el marco de los procesos de rehabilitación desarrollados en su casco histórico (fachadas de la iglesia del Sagrario, iglesia de San Juan, ermita de la Piedad, Casa del Consulado, arquitectura doméstica dieciochesca diversa, etc.). Para el caso de esta ciudad en el siglo XVIII destacan especialmente los estudios realizados por Rosario Camacho y Eduardo Asenjo del departamento de Historia del Arte de la Universidad de Málaga[1]



Grafitos en el ingenio San Antonio Abad de Nerja realizados en 1734. (Foto del autor)


 

Este tipo de decoración mural externa no era exclusivo de las ciudades, también se dio en ámbitos rurales. Ya indiqué en una reciente entrada de este blog dedicada a la calle Pintada de Nerja, que el nombre de esta arteria en el siglo XVIII —calle de las Casas Pintadas— hacía alusión a la decoración de determinadas casas pertenecientes a miembros de la élite local situadas en ella; esta decoración se perdió hace ya muchas décadas, a la vez que las casas, aunque podemos hacernos una idea de cómo pudo ser a partir de la foto conservada en el Legado Temboury de la Casa Esgrafiada de Canillas de Aceituno, tomada en 1934. Incluso en las primeras décadas del mismo siglo XVIII tenemos en la Axarquía ejemplos de fachadas pintadas o esgrafiadas en edificios preindustriales, como el ingenio Nuestra Señora del Carmen de Frigiliana, en cuyas fachadas se despliega una decoración geométrica pintada, almohadillado fingido y elementos de arquitectura clasicista incisos, íntegramente conservada, aunque falta de estudio y restauración; o el ingenio azucarero San Antonio Abad de Nerja, con obras fechadas y documentadas en 1715 y 1734 que exhiben, asimismo, una variada decoración a base de olas, peces, barcos, formando una auténtica marina sobre el revoco de los muros, además de lágrimas revistiendo la mampostería y cruz con peana.



Decoración incisa de sillares imitando almohadillado en la fachada sur del ingenio de Frigiliana (década de 1720). (Foto del autor)



Pintura incisa a base de motivos geométricos y arquitectura clasicista fingida en la fachada sur del ingenio de Frigiliana (década de 1720). (Foto del autor)



Afortunadamente, en la provincia de Málaga, los estudios sobre este tipo de pintura mural van sobrepasando el ámbito de la capital, como demuestra el caso de su aplicación a la arquitectura dispersa, lagares y cortijos, de los Montes y la Hoya de Málaga, estudiado por el trío de investigadores formado por Álvaro Amaya, Naser Rodríguez y Carlos Sánchez, y dado a conocer en una reciente publicación[2] y en el blog Lagares y Cortijos[3]

 

Pero hay un tipo de arquitectura, la arquitectura defensiva de costa, especialmente la construida durante el siglo XVIII, en la que se utilizó con profusión la decoración pintada o incisa realizada sobre la cara externa de sus muros; estas decoraciones aplicadas a las fortificaciones costeras están aún por estudiar. Desgraciadamente, la mayor parte de ellas se ha perdido a causa del deterioro ocasionado por el tiempo o de las intervenciones que se han llevado a cabo en algunos casos en que se ha optado por dejar desnudos los muros de mampostería sin la protección que los revocos a base de mezcla de cal y arena le proporcionaban, o emplear materiales como el hormigón para restituir determinadas partes perdidas, pero quedan restos en algunos ejemplares que permiten estudiar la técnica y los motivos empleados y hacerse una idea del aspecto externo que debían presentar estas fortificaciones en el momento de su construcción.

 

He podido constatar el uso de la pintura mural externa y de la decoración incisa de los revocos dieciochescos en dos tipos de fortificaciones: en algunas de las atalayas construidas en el siglo XVI, pero remodeladas en el XVIII, centuria en la que se aprovecha para ‘modernizar’ también su aspecto externo, y en algunas de las construcciones incluidas en el plan de obras que para la costa del reino de Granada diseñó entre 1765 y 1766 el ingeniero director de la misma José de Crane. Este proyecto, necesario para llevar a la práctica el Reglamento que para la defensa de la costa del reino de Granada aprobó Carlos III en 1764, fue el más ambicioso y coherente proyecto de construcciones militares concebido para la costa del reino granadino, la de las actuales provincias de Málaga, Granada y Almería. En él se contemplaba la realización de 32 construcciones de nueva planta: 8 atalayas, 12 torres reducto a batería para cañones, 10 fuertes con batería y 2 casas fuerte para caballería. La costa de la Axarquía es el único sector de la misma que reúne ejemplares de los cuatro tipos: las atalayas de Chilches y de Lagos; la torre reducto a batería para cañones llamada de Moya; el fuerte con batería denominado Castillo del Marqués; y la casa fuerte para caballería de Bezmiliana en Rincón de la Victoria[4].

 

Fueron raros los casos en que las fortificaciones costeras se construyeron con bloques macizos de piedra sillar regularmente despiezados; lo común era usar mampuestos irregulares, la mayoría de las veces entremezclados con guijarros y otros materiales de desecho, aunque para determinadas partes especialmente sensibles (esquinas, bóvedas, arcos, dinteles de puertas y ventanas, recercados en general, etc.) se reservaba el empleo del sillar, sustituido frecuentemente por el ladrillo, mucho más barato. Por ello se hacía necesario revocar los muros interior y exteriormente con mezcla de cal y arena, dándoles protección y disfrazando la tosquedad de los mismos, a la vez que se mostraban con un aspecto muy diferente al que los muros desnudos de la mayoría de ellos ofrece en la actualidad. Los proyectos constructivos y las instrucciones particulares de José de Crane, prolijos en lo referente a medidas, cantidades, materiales a emplear, incluso al color que se debía aplicar a la madera, nada dicen de la decoración de la cara externa de los muros, tampoco otros proyectos de construcciones militares del XVIII, por lo que debemos considerar que formaba parte de la práctica constructiva de la época y su ejecución quedaba al criterio de los maestros de obras y de los ingenieros encargados de cada una de ellas. 

 

Algunas de las atalayas costeras construidas en el siglo XVI, tras la Rebelión de los moriscos, fueron remodeladas y adaptadas para contener cañones en el siglo XVIII. Es el caso de las torres de la Boca del río Vélez (erróneamente llamada hoy de Manganeta) o de Macaca, en Nerja. Estas torres, y otras muchas en la costa del reino de Granada, fueron diseñadas por el arquitecto e ingeniero Luis Machuca en 1571 y concebidas dentro de un plan constructivo de 39 torres de nueva planta en dicha costa. Se trataba de torres de planta circular y desarrollo troncocónico, de unos 10 m de altura, con su mitad inferior maciza y la superior para cámara de los torreros, abovedada, a la que se accedía por una puerta-ventana situada a unos 5-6 m de altura a través de una escala enrollable. Estaban rematadas por un terrado comunicado con la cámara por una escalera embutida en el muro. Eran torres exclusivamente para señales y no contenían artillería, pero en el siglo XVIII se vio la necesidad de adaptar algunas de ellas para cañones, a la vez que se las sometía a una intervención a fondo en todas sus partes deterioradas. Fue al renovar los revocos externos cuando se optó por no dejarlos lisos, sino por introducir ciertos elementos decorativos. Los hay de dos tipos: decoración simple a base de figuras ovales o en forma de grandes lágrimas distribuidas por toda la superficie, en cuyo interior podía quedar al descubierto la mampostería que había debajo o disminuir el espesor del revoco, por un lado, y pintura incisa imitando sillar o sillarejo, por otro. Veamos algunos ejemplos:

 

La torre de Macaca



Torre de Macaca vista por la parte del mar (1592). (Foto del autor)

 

Esta torre se encuentra en la punta del mismo nombre, en la costa de Nerja, junto al límite con el término municipal de Torrox, y formó parte de las fortificaciones del partido de Vélez-Málaga, uno en los que se dividió la costa del reino de Granada para su organización. Como se ha dicho, fue construida dentro del plan de obras diseñado por Luis Machuca en 1571, aunque no en la primera fase del mismo, sino en la segunda y última, ejecutada dos décadas después y dirigida por el ingeniero Martín Díaz de Navarrete. Su construcción se documenta en 1592, llevándola a cabo el albañil de Vélez-Málaga Esteban Arias. Esta torre quedó muy dañada por el terremoto de Lisboa de 1755, por lo que desde entonces se hizo necesaria su reparación. Pero sería en 1767 cuando José de Crane, que no había considerado necesaria su demolición y levantarla de nueva planta según su diseño general de atalayas, como otras del mencionado proyecto constructivo, proyectó su reparación y adaptación para contener artillería que debió ejecutarse a partir de dicho año y, en todo caso, antes de 1773. El aspecto un tanto dieciochesco que presenta la torre en la actualidad no es el que originalmente tenía la construcción del siglo XVI por una serie de elementos constructivos que se le incorporaron y que no viene al caso tratar aquí, y por la incorporación de la decoración en su cara exterior, de la que quedan algunos restos en la parte superior del muro orientado al norte. Esta decoración se hace en el enlucido que protege el revoque de la cara externa, que se consiguió realizando una serie de motivos de encintado incisos con los que, en un ejercicio de ilusionismo, se pretendía transmitir la impresión de que la fábrica había sido hecha con piedras más regulares que con los toscos mampuestos que en realidad tiene, a la vez que se imprimía color a los muros ya que el encintado era blanco y el resto del enlucido pintado con óxido de hierro, a semejanza de otro quizá más elaborado que más adelante veremos en la torre de Lagos.



 

Torre de Macaca, decoración incisa realizada en el siglo XVIII. (Foto del autor)



La torre de la Boca del río Vélez



Torre de la Boca del río Vélez, vista por la parte del mar (1574-1575). (Foto del autor)

 

Situada en llano al pie del cerro El Peñón y en la playa denominada antaño de Almayate, junto a la desembocadura del río Vélez, fue construida entre 1574 y 1575 por el albañil veleño Diego Pérez Caraballo, según el diseño y en el plan de obras de Luis Machuca, aunque en su primera fase, bajo la dirección del ingeniero Ambrosio Malgrat. Durante el siglo XVIII tuvo reparaciones y remodelaciones varias, aunque la más importante fue la proyectada por José de Crane con objeto de adaptarla para cañones, llevada a cabo entre 1770 y 1774. Posiblemente fue en esta última remodelación, aunque también es posible que lo fuera en otra anterior de mediados del siglo, cuando, al igual que sucedería con otras fortificaciones tanto antiguas como entonces modernas se enlució el muro, adoptándose la decoración exterior que, en este caso, consistió en motivos de lágrimas y motivos ovalados.



Decoración de lágrimas en el revoco de la torre de la Boca del río Vélez. (Foto del autor)


La torre de Lagos



Torre de Lagos vista por la parte de tierra (1771-1774). (Foto del Autor)


La torre, situada en el cerro del Carchín, a levante de la actual población de Lagos, fue construida en la década de 1510 y modificada con posterioridad. En el siglo XVIII fue demolida y sustituida por una atalaya de nueva planta de las proyectadas en 1765 por José de Crane dentro de su plan de fortificaciones para la costa, ejecutándose entre 1771 y 1774. Estas atalayas eran torres para señales, de planta circular y desarrollo troncocónico, interiormente divididas en tres niveles, el inferior macizo, el medio dedicado a almacén, y el superior para habitación de los torreros; estaban coronadas por un terrado con fogaril para las señales. Algunas de ellas presentan el exterior revocado con motivos de lágrimas u ovalados descubriendo la mampostería, como es el caso de la torre de Chilches, pero esta de Lagos presenta una decoración diferente.



Modelo de atalaya proyectada por José de Crane en 1764, al que pertenece la torre de Lagos. Archivo General de Simancas, Mapas, Planos y Dibujos 30-46 (detalle)


El revoco exterior de la torre está decorado con un motivo geométrico conservado en una parte importante de ella, parecido, en parte, al de la torre de Macaca ya vista; es muy posible que otras torres poseyeran la misma o similar decoración pictórica y la hayan perdido. La decoración consiste en un encintado inciso dispuesto en bandas horizontales y oblicuas con el que se imita la forma de los sillares pretendiéndose dar así la ilusión de que la torre es de sillería en lugar de estar construida con piedra tosca. El revoco está pintado con óxido de hierro que le proporciona un color amarillento y en él hay un encintado inciso que reproduce el llagueado ficticio que hay entre los sillares, pintado con agua de cal que le da un color blanco; en algunas zonas del llagueado se ha desprendido la cal blanca y se descubre el primer color aplicado a todo el muro.



Detalle de la pintura incisa de la torre de Lagos. (Foto del autor)


Detalle de la pintura incisa de la torre de Lagos. (Foto del autor)

 

El Fuerte de La Herradura

 

Los Fuertes con Batería para cuatro cañones de a 24, tipo al que pertenece el de La Herradura, fueron proyectados por José de Crane en 1765 y eran una de las cuatro tipologías diseñadas por este ingeniero para la costa del reino de Granada. Estaban formados por un hornabeque de alas paralelas que terminaban en dos semitorreones, con una batería semicircular a barbeta adosada por el lado del mar. Concebidos para albergar una guarnición de Caballería, Infantería y artilleros, disponían de sus respectivos cuarteles, almacenes, caballerizas, vivienda del oficial y capilla organizados en torno a un patio central con pozo. La planta superior era un terrado rodeado de un muro aspillerado para fusilería.



Perfil y elevación del modelo de Fuerte con batería para 4 cañones proyectado por José de Crane en 1765, al que pertenece el Fuerte de La Herradura. Archivo General de Simancas, Mapas, Planos y Dibujos, 30-44 (detalle)

 

Este Fuerte de La Herradura, en el partido de Almuñécar, se construyó entre 1770 y 1771 en la ensenada del mismo nombre. Fue ocupado a partir de 1839 por el Cuerpo de Carabineros y se usó como cuartel de la Guardia Civil entre 1940 y 2003, siendo adquirido por el Ayuntamiento de Almuñécar en 2005. A partir de entonces y hasta 2010 fue sometido a una restauración completa realizada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas[5].




Fuerte de la Herradura en la actualidad visto, tras la intervención realizada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, visto por la parte de tierra. (Foto: web oficial de Turismo de Andalucía)

 

El edificio está revocado, tanto por el exterior y como por el interior con mezcla compuesta de mitad de cal y mitad de arena. Los muros presentan en su cara externa el ya conocido motivo de lágrimas y figuras ovales en cuyo interior el revoco disminuía de grosor y que con el paso del tiempo ha dejado al descubierto la mampostería, mientras que el parapeto aspillerado que rodea el terrado está completamente revocado. Para los recercados de las puertas, ventanas y saeteras, así como para las esquinas de los baluartes y otros elementos no se empleó la piedra sillar indicada en el proyecto, sino el ladrillo, finalmente autorizado por el ingeniero, por lo que todos los elementos de este material fueron recubiertos con un revoco sobre el que se realizó una decoración incisa, un despiece de sillares con su correspondiente llagueado, quedando camuflada así la verdadera fábrica de ladrillo. En la intervención llevada a cabo en esta fortificación los restauradores, con buen criterio, han mantenido el revoco y la pintura originales en gran parte de la cara externa del edificio, reintegrándolos solo en aquellas zonas en que se hallaban perdidos o muy deteriorados.


Fuerte de la Herradura. Pintura incisa del recercado de una de las saeteras antes de la restauración. (Foto del autor)


 

Fuerte de la Herradura. Pintura incisa del recercado de una de las saeteras tras la restauración. (Foto del autor)




Fuerte de la Herradura. Pintura incisa en el ángulo del semibaluarte de levante tras la restauración. (Foto del autor)



Fuerte de la Herradura. Decoración del muro de la parte de tierra antes de la restauración. (Foto del autor)

 



[1] CAMACHO MARTÍNEZ, Rosario, “Cuando Málaga no era blanca. La arquitectura pintada del siglo XVIII”, Boletín de Arte 13-14, 1992-1993, Universidad de Málaga, págs. 143-170; “Málaga pintada. La arquitectura barroca como soporte de una nueva imagen”, Atrio. Revista de Historia del Arte 8-9, Sevilla, 1996, págs. 19-36; CAMACHO MARTÍNEZ, Rosario, y ARCOS VON HAARTMAN, Estrella, “La ermita de la Cruz del barrio del Molinillo (capilla de la Piedad) y sus pinturas murales”, Boletín de Arte 21, Universidad de Málaga, 2000, págs. 79-104; y ASENJO RUBIO, Eduardo, “El valor patrimonial en las pinturas murales de Málaga”, Boletín de Arte 21, Universidad de Málaga, 2000, págs. 131-148; “Una gota en el desierto: La recuperación de la pintura mural en el ámbito privado”, Boletín de Arte 23, Universidad de Málaga, 2002, págs. 653-656; y “Las arquitecturas pintadas de las ciudades europeas. Aportaciones desde Málaga: la secuencia cronológica y estilística”, Boletín de Arte 26-27, Universidad de Málaga, 2006-2007, págs. 117-137.

[2] AMAYA RÍOS, Álvaro, RODRÍGUEZ GARCÍA, Náser y SÁNCHEZ ARGÜELLES, Carlos, “Apuntes sobre pintura mural en la arquitectura dispersa del área de influencia de Málaga”, Desde el Alto Guadalhorce n.º X, 2020, págs. 126-137.

[3] AMAYA RÍOS, Álvaro, “Apuntes sobre pinturas murales en la arquitectura dispersa de los Montes y la Hoya de Málaga. Parte I.” [en línea]. Blog Lagares y Cortijos. Patrimonio popular, tradicional y vernáculo de Málaga y su provincia. 9 de noviembre de 2020. [Consulta: 20 de diciembre de 2020]. Disponible en https://lagaresycortijos.wordpress.com/2020/11/09/apuntes-sobre-pinturas-murales-en-la-arquitectura-dispersa-de-los-montes-y-la-hoya-de-malaga-parte-i/, y Apuntes sobre pinturas murales en la arquitectura dispersa de los Montes y la Hoya de Málaga. Parte II.” [en línea]. Blog Lagares y Cortijos. Patrimonio popular, tradicional y vernáculo de Málaga y su provincia. 19 de noviembre de 2020. [Consulta: 20 de diciembre de 2020]. Disponible en https://lagaresycortijos.wordpress.com/2020/11/19/apuntes-sobre-pinturas-murales-en-la-arquitectura-dispersa-de-los-montes-y-la-hoya-de-malaga-parte-ii/

[4] CAPILLA LUQUE, Francisco, Las fortificaciones del partido de Vélez-Málaga entre los siglos XV y XIX, Tesis Doctoral inédita leída en la Universidad de Málaga el 29 de enero de 2009.

[5] ORIHUELA URAL, Antonio y ALMAGRO GORBEA, Antonio, “Investigación y proyecto de restauración del Castillo de la Herradura (siglo XVIII), Almuñécar (Granada), Actas del IV Congreso Internacional sobre Fortificaciones. Las Fortificaciones y el Mar, Alcalá de Guadaira, 2008, y “La restauración del Castillo de La Herradura, Almuñécar (Granada): una batería para cuatro cañones promovida por Carlos III”, Actas del XVIII Congreso Internacional Conservación y Restauración de Bienes Culturales, Granada, 2011.  Véase también GIL ALBARRACÍN, Antonio, Documentos sobre la defensa del Reino de Granada (1497-1857), Almería-Barcelona, 2004.

domingo, 22 de noviembre de 2020

El ingenio azucarero San Javier de Torrox




Restos del ingenio San Javier (Torrox). Fotografía del autor


 

La caña de azúcar se cultivó en la península ibérica desde la Edad Media, tras su introducción por los árabes en aquellas zonas de al-Andalus cuyas condiciones climáticas y edafológicas lo permitieron; una de ellas fue la actual comarca malagueña de la Axarquía, que llegaría a poseer seis de cada diez instalaciones azucareras de la provincia de Málaga. Aunque la gran expansión de este cultivo y la proliferación de ingenios para la fabricación del azúcar como alternativa al moral y a la producción de seda tuvo lugar a partir de la década de 1570, tras la rebelión morisca, hubo un lugar en la Axarquía que fue un adelantado en el sector: Torrox.

 

La caña dulce se cultivaba en Torrox en las márgenes abancaladas de su río, que antaño fue conocido también con el nombre de río de las Cañas, en clara alusión al cultivo de esta gramínea, y, además, en las fértiles tierras llanas situadas a ambos lados de su desembocadura. Cuando en 1569 se rebelaron los moriscos de la Sierra de Bentomiz, Torrox contaba con un ingenio azucarero, el primero establecido en la comarca, que fue conocido con el nombre de ingenio Alto y desde el siglo XVIII también con el de Nuestra Señora de la Concepción. También en aquellos momentos se hallaba en construcción otro ingenio, el ingenio Bajo, que sería llamado San Rafael a partir de la década de 1720. Ambos ingenios eran propiedad de moriscos de Granada y de algunos vecinos de Málaga y de Almuñécar[1]. La importancia de Torrox en la producción azucarera sería reconocida por los ingenios de otros lugares de la Axarquía, al menos durante los siglos XVII y XVIII, al aceptar como precio “oficial” de la forma de azúcar el fijado por los ingenios de esta villa o adoptar la maquila tal como se practicaba en Torrox[2].



Situación de los ingenios Alto y Bajo de Torrox. Mapa de la Costa del Reyno de Granada dividido en sus nuebe partidos. (4º) Partido de Vélez que da principio en la Torre de Moya y finaliza en la del Cañuelo. S.a., s.l., Ca. 1761. Centro Geográfico del Ejército, Archivo Cartográfico y de Estudios Geográficos,  nº 285 (detalle)


 

Entre 1764 y 1765 el indiano Manuel Gijón y León compró ambos ingenios e inició el proceso de modernización culminado por Larios a partir de 1854, que situaría a Torrox en la era industrial. En este proceso cabe destacar la figura del comerciante malagueño de origen irlandés Tomás Quilty y Valois, quien compró a Gijón los dos ingenios en 1779 e introdujo en el ingenio San Rafael la más moderna tecnología de su tiempo y el uso del carbón mineral como combustible alternativo a la leña. A la muerte de Tomás Quilty, acaecida en 1803, el ingenio Alto o Nuestra Señora de la Concepción pasó a su hija Rosa, casada con Domingo Cabarrús y Gelabert, II conde de Cabarrús, mientras que el ingenio Bajo o San Rafael lo heredó su otra hija, Josefa, casada con Francisco de León Ferrándiz Bendicho, oidor de la Real Chancillería de Granada. 

 

Fue Francisco de León, vecino entonces de Madrid y propietario consorte del ingenio San Rafael quien, al poco de acabar la Guerra de la Independencia, en 1815, se asoció con el vecino de Torrox Antonio Escobar para la construcción de un nuevo ingenio en el llano, en un lugar llamado Rambla de Urbano, en la margen izquierda del río y próximo a su desembocadura[3], asociándose ambos para este proyecto un año después con el industrial Manuel Agustín Heredia. Pero estos tres asociados abandonarían la empresa antes de iniciarla y sería el hijo del primero y nieto de Tomás Quilty por línea materna, Francisco Javier de León Bendicho y Quilty, quien lo terminaría construyendo diez años después, llamando a este nuevo establecimiento con el nombre del santo de su onomástica: ingenio San Javier.



Situación de los restos del ingenio San Javier, desembocadura del río Torrox y faro. Fotografía aérea del Vuelo Americano, 1957

El ingenio San Javier se construyó entre 1826 y 1828 y era un establecimiento que utilizaba el sistema doble de molienda: un molino de sangre, movido por animales, y otro de agua, impulsado por la voladera movida por agua, para lo cual hubo que construir un acueducto para conducirla hasta la misma. Es posible que el ingenio inicialmente levantado en 1826 funcionara solo con energía animal, mientras que un par de años después, en 1828, se terminara la infraestructura hidraulica que permitiría activar el sistema de molienda por agua, aunque en lo sucesivo mantuviera ambos. Eso podría desprenderse de la inscripción realizada por el maestro de obras constructor en uno de los arcos de la crujía del cuarto de molienda adosado al terminal del acueducto: “Año 1828. La yso Josef Sanche”.



Inscripción en uno de los muros del ingenio San Javier: “Año 1828. La yso Josef Sanchez”. Fotografía cortesía de Carlos Sánchez Argüelles


El ingenio estuvo activo durante muy poco tiempo, apenas dos décadas. De ello informa Ramón de la Sagra quien, en su Informe sobre el cultivo de la caña y la fabricación del azúcar en las costas de Andalucía, de 1845, apuntaba que 

“no hace mucho tiempo lo estaban [en funcionamiento] otros dos [ingenios], el uno en el pueblo mismo [el Alto], y cuya rueda hidraulica daba a la misma calle de la entrada, el otro sobre la costa [San Javier] de dos molinos, uno de agua y otro de animales, cuyos trabajos han cesado hace pocos años”[4]

En efecto, Francisco Javier de León Bendicho y Quilty, quien era de profesión abogado y diputado de tendencia liberal por Málaga entre 1834 y 1836, contrajo matrimonio con una almeriense y a finales de la década de 1830 fijó su residencia en la ciudad de Almería[5]. Aunque esto no suponía un problema para un propietario que podía encomendar la dirección del ingenio a un administrador, lo cierto es que fue a partir de entonces cuando Francisco Javier de León Bendicho, por otra parte en el contexto de una coyuntura azucarera seguramente poco propicia, se planteó el cierre de San Javier y centró su interés en el ingenio San Rafael, heredado de sus padres, en el que realizó obras de reforma en 1847. Finalmente, terminaría vendiendo este último a Martín Larios Herrero en 1854, año en que, paralelamente, invertía en propiedades en la provincia de Almería, poniendo fin a su relación personal y a la de las familias León Bendicho y Quilty con el negocio azucarero.



Firma autógrafa de Francisco Javier de León Bendicho y Quitty, constructor y propietario del ingenio San Javier


Del ingenio San Javier poseemos escasos datos para la reconstrucción de su historia[6]. De lo que fue el edificio quedan en pie muros, semibóvedas y arcos de potente factura de distintas dependencias del ingenio, realizados en mampostería enlucida y ladrillo que se han ido deteriorando con el desuso y el paso del tiempo, y que ahora corren un peligro añadido por una irrespetuosa intervención humana y el desinterés de las administraciones públicas por asegurar la conservación de un bien perteneciente a un patrimonio, el industrial, reconocido por ley. 



Restos del ingenio San Javier. Fotografía del autor


Restos del ingenio San Javier. Fotografía del autor




Pero, con todo, en este ingenio, y asociado a él, hay que destacar un magnífico ejemplar de arquitectura del agua: el acueducto de San Javier, que proporcionaba el agua necesaria para hacer girar la voladera o rueda hidraulica que movía los molinos para triturar la caña de azúcar. El acueducto, de mampostería revocada y ladrillo, mide 65 m de longitud y posee 17 arcos de medio punto sobre los que se encuentra el canal por el que discurre el agua.



Acueducto de San Javier. Fotografía del autor





Canal del acueducto y boca de caída del agua sobre la voladera del ingenio San Javier. Fotografía del autor




[1]ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. Cámara de Castilla, leg. 2158.

[2]CAPILLA LUQUE, Francisco, La industria azucarera en Nerja y Maro (I). Los ingenios preindustriales, Vélez-Málaga, 2016, pág. 75.

[3]ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE MÁLAGA. Sección de protocolos notariales, leg. P-3839, fols. 614 r y ss.

[4]SAGRA, Ramón de la, Informe sobre el cultivo de la caña y la fabricación del azúcar en las costas de Andalucía, Madrid, 1845, pág. 37.

[5]Francisco Javier de León Bendicho y Quilty (1803-1873) nació en Granada y era hijo de Francisco de León Ferrándiz Bendicho y de Josefa Quilty y Cologan. Se licenció en Derecho, fue diputado por Málaga en la legislatura 1834-1836 y por Almería entre 1840 y 1850; entre 1864 y 1868 fue senador. En la década de 1830 contrajo matrimonio con la almeriense María Dolores Puche y Segura, estableciendo su residencia en Almería, donde fue copropietario de haciendas y molinos y amplió su patrimonio con nuevas adquisiciones, a la vez que se desprendía de los ingenios de Torrox.

[6]Este ingenio ha sido tratado en la siguiente bibliografía: AAVV, Axarquía y azúcar. Un patrimonio por conocer, Málaga, 2020; GUZMÁN VALDIVIA, Antonio y SANTIAGO RAMOS, Antonio, Axarquía. Patrimonio industrial, Málaga, 2007; PEZZI CRISTÓBAL, Pilar (ed.) y otros, El azúcar en la provincia de Málaga, Málaga, 2019; y RUIZ GARCÍA, P., La Axarquía, tierra de azúcar. Cincuenta y dos documentos históricos,Vélez-Málaga, 2000.

 

martes, 30 de junio de 2020

Los Cantarero y la introducción de la estética neoárabe en la arquitectura de Nerja y Maro





Casa Cantarero (Nerja), Ca. 1913


En la primera mitad del siglo XIX se desarrolló en Europa (también en América) el neomedievalismo arquitectónico, que suponía una vuelta a los estilos que se habían dado en la Edad Media, como el románico, del que derivaría el neorrománico, o el gótico, sobre el que versaría el neogótico, que fueron reinterpretados. Pero también hubo una extensión de los neomedievalismos islámicos, y este es el caso de la arquitectura neoárabe o neomusulmana, o de fusión, como el de la arquitectura neomudéjar. Todos ellos se desarrollaron en España a partir de mediados del siglo XIX, algo más tardíamente que en otros países europeos, llegando su implantación hasta las primeras décadas del siglo XX.

En España, y más específicamente en Andalucía, la arquitectura islámica y mudéjar estaban presentes en muchas construcciones y tradiciones constructivas que habían pervivido, por lo que los arquitectos y maestros de obras tenían a mano ejemplos más que suficientes en los que inspirarse. Pero, además, las relaciones de diverso tipo que históricamente se han mantenido con el Magreb han hecho posible la existencia de una arquitectura islámica común, con sus peculiaridades regionales, en las dos orillas del Mediterráneo occidental. Como veremos en esta entrada, quizá sea la influencia ejercida por la arquitectura norteafricana en el alarife nerjeño Francisco Cantarero Martín, o la de los arquitectos e ingenieros españoles que construyeron en el norte de Marruecos en su hijo Francisco Cantarero Rodríguez, promotor y propietario de una casa de aire neoárabe, más que la peninsular, la que haya que buscar en los ejemplos de arquitectura neoárabe de Nerja y Maro que vamos a tratar.

FRANCISCO CANTARERO MARTÍN (1822-1896)

Francisco Cantarero Martín nació en Nerja en 1822 y era hijo de Antonio Cantarero y de Luisa Martín[1] Su padre era maestro alarife al que en 1817 el ayuntamiento había requerido para hacerse cargo del mantenimiento de las acequias y atarjeas del pueblo[2]. El hijo ejerció también la misma profesión (en los padrones de habitantes de Nerja de 1846 y 1852 figura como tejero y albañil), alcanzando con ella un gran prestigio en la localidad al convertirse en maestro de obras del ayuntamiento nerjeño, cargo que empezó a ejercer en la década de 1860[3]y en el que sucedió al maestro Pedro de Algarra, proyectista y constructor en 1853 del cementerio de San Miguel y autor de varias intervenciones en la ermita de Ntra. Sra. de las Angustias. Francisco Cantarero Martín participó activamente en la vida política de Nerja, ejerciendo durante muchos años el cargo de concejal de su ayuntamiento y en ocasiones el de alcalde accidental. Militó en el liberalismo progresista y, desde su fundación en 1871, perteneció al Partido Constitucional de Práxedes Mateo Sagasta, uno de los dos en que se dividió el antiguo Partido Progresista, de cuyo comité en Nerja formó parte. Posteriormente, en 1880, se integró en el Partido Liberal-Fusionista, heredero del anterior, también liderado por Sagasta, siendo vocal del comité nerjeño de dicho partido[4].

Además de su actividad constructora, Francisco Cantarero Martín poseyó un tejar heredado de sus padres, quienes lo habían comprado en 1826, situado en la calle San Miguel, a la altura de la actual plaza de Cantarero. Hacia 1885, el tejar dejó de funcionar y en su solar fundó una fábrica para la molienda de la caña de azúcar y la producción de miel de caña denominada El Progreso, convirtiéndose en un industrial azucarero local. La posesión del tejar coincidió con los años centrales de su actividad como maestro de obras, hecho importante, pues en los tejares no solo se fabricaban tejas de barro, sino también ladrillos y baldosas, con lo que Cantarero podía proveerse en su propio tejar de gran parte de los materiales empleados en las obras que realizaba. Durante todo el periodo que Cantarero fue maestro de obras municipal realizó multitud de informes para el Ayuntamiento, estuvo a cargo de todas las obras municipales, incluido el proyecto del cementerio de Maro que no llegó a ver realizado, y en su actividad privada debió proyectar y construir parte de la arquitectura doméstica de la Nerja de la segunda mitad del siglo XIX, junto con otro maestro de obras coetáneo suyo: Antonio Romo. Pero será en Maro donde Francisco Cantarero Martín llevaría a cabo la obra por la que es más conocido, el acueducto del Águila, trabajando para Joaquín Pérez del Pulgar y Ruiz de Molina, su promotor.

El acueducto del Águila


Acueducto del Águila (1860-1864). Cara norte. Constructor: Francisco Cantarero Martín. Foto del autor


A comienzos de la década de 1860 y en todo caso antes de 1864, pues en este año ya se encontraba incluido en un mapa de la zona levantado para la construcción de la carretera de Málaga a Almería, Francisco Cantarero Martín construyó para Joaquín Pérez del Pulgar el acueducto del Águila con el que salvar el barranco de Maro para conducir las aguas del manantial de Maro al pago de Las Mercedes, unas tierras que había comprado y que se proponía convertir en regadío, con el objetivo de crear una colonia agrícola y construir una fábrica azucarera. 


Plano del proyecto inicial de la carretera de Málaga a Almería donde aparece representado el acueducto (detalle). Emilio Iznardi y Cipriano Martínez, Málaga, 31 de octubre de 1864. Archivo Histórico Provincial de Málaga, Leg. 24.971/2


No poseemos apenas documentación sobre el acueducto. Sabemos que lo construyó Francisco Cantarero Martín, porque su nombre se halla inciso en el revoco de una de las caras internas del templete que corona el acueducto, como firma de autor. Sin embargo, desconocemos si Cantarero, además de llevar a cabo la construcción, realizó el proyecto o este fue obra de un ingeniero. Los maestros de obras no estaban autorizados a proyectar obras hidráulicas, pero todo es posible al tratarse de una obra de carácter privado y no público, en terrenos pertenecientes a Pérez del Pulgar y destinada al paso de aguas procedentes de un manantial propio que discurrirían exclusivamente por sus tierras. Hay una publicación que, erróneamente, atrasa la construcción del acueducto casi veinticinco años, a 1888, y en la que se afirma, sin aportarse documentación que lo acredite, que su diseño se debe a Rafael de Chaves, yerno de Joaquín Pérez del Pulgar[5]; Chaves, un aristócrata sevillano, no era ingeniero, sino rentista y hombre relacionado con la jurisprudencia, no con la arquitectura o el diseño de obras hidráulicas. El acueducto, es una magnífica obra de ingeniería que pertenece a la arquitectura industrial; mide unos 100 m de largo y 52 m de alto y tiene 36 arcos de medio punto peraltados, realizados en ladrillo, repartidos en cuatro niveles.  Por la parte superior discurren dos canales, uno central abierto y otro oculto, embutido en el pretil del lado sur. El canal mayor atraviesa un templete coronado por un airoso pináculo, mientras que la cara norte es la que presenta un aspecto más ornamentado, pues era la que quedaba a la vista, ya que antes de que se construyera la carretera N-340 el antiguo camino que iba a Almuñécar atravesaba el barranco por el norte del acueducto y no por el sur, como lo hace la carretera.


Acueducto del Águila, cara norte. Detalle de la arquería de arcos túmidos y polilobulados


Pero lo que aquí nos interesa del acueducto, porque guarda relación con el tema que tratamos, es la decoración de su cara norte y del templete central. En la citada cara norte, sobre la arquería superior y bajo el pretil se extiende un friso de dieciocho grupos, diecisiete de ellos compuestos de cuatro arcos ciegos de herradura apuntados o túmidos y polilobulados en el intradós cada uno y otro más de solo dos arcos, lo que hace un total de setenta arcos, realizados en ladrillo. Así mismo, cada uno de los cuatro lados del templete central está decorado con un arco ciego de herradura polilobulado. Esta decoración, pues no se trata de elementos sustentantes ni sustentados del acueducto, es claramente un elemento propio del estilo arquitectónico neoárabe o neomusulmán inscrito en una obra de ingeniería de aire romano en cuyos pretiles se incorporan bolas de terracota sobre peanas propias de la arquitectura renacentista y manierista. Esta combinación de una estructura basada en las construcciones hidráulicas romanas con el añadido de elementos decorativos neoárabes y neorrenacentistas, hacen del acueducto del Águila una obra de arquitectura industrial que estilísticamente podemos encuadrar dentro de las tendencias historicistas (los «neos»).

En la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, se conserva un dibujo del acueducto sobre papel entelado con anotaciones manuscritas de su altura (62 varas) y longitud del canal (116 varas)[6]; en el ángulo inferior derecho figura la siguiente anotación, también manuscrita: «Es copia esacta del espresado acueducto», y, debajo, firmado y rubricado «Joaq.Perez del Pulgar». El dibujo plantea algunos interrogantes que, en la medida de lo posible, vamos a intentar despejar. 


Dibujo del acueducto del Águila. Madrid, Biblioteca Nacional de España, DIB 15/86/43


En 1906 Ángel M. de Barcia, encargado de la Sección de estampas de la biblioteca, publicó el Catálogo de la Colección de dibujos originales de la Biblioteca Nacional, figurando este del acueducto del Águila con el número 6.261 del catálogo[7]. Los dibujos catalogados procedían de diferentes adquisiciones realizadas a coleccionistas, estampadores y artistas entre 1867 y 1906 que habían llegado en distintas remesas a la Biblioteca Nacional, por lo que es seguro que su entrada en la biblioteca no se produjo por donación de Joaquín Pérez del Pulgar, sino que formaba parte de uno de los lotes adquiridos. Aunque Barcia no identifica el acueducto representado, la firma de Joaquín Pérez del Pulgar que figura en el dibujo lo induce a reconocerlo como autor del mismo, atribuyéndole, además, la profesión de arquitecto. La escritura del dibujo pertenece a dos (quizá a tres) manos distintas: una es la del dibujante, y otra la de Pérez del Pulgar que firma la observación, no el dibujo, y posiblemente escribe la nota. Esta firma no es la de autor, como pensaba Barcia, sino la del propietario de la construcción que con ella certifica que el dibujo enviado a no sabemos quién reproduce fielmente «su» acueducto. Por otra parte, Joaquín Pérez del Pulgar no era arquitecto como suponía Barcia; su relación con la arquitectura consistió en construir como promotor una serie de edificios en Maro y en las tierras de la colonia (el Pabellón, el acueducto, la fábrica azucarera San Joaquín, la iglesia de Maro y, como veremos más adelante, la Casa Grande).

Pero, ¿es el dibujo una copia exacta del acueducto, como en él se afirma? Lo es en parte, aunque no totalmente, como consecuencia de la escala utilizada por el dibujante o, mejor dicho, por la ausencia de escala. El friso con la arquería ciega de arcos túmidos no guarda relación con el original, por lo que en cada grupo se dibujan dos arcos túmidos elevados, en lugar de los cuatro de menor altura que realmente tiene. En el acueducto cada grupo, salvo el del extremo occidental, se inscribe en un rectángulo cuyo lado mayor es el doble que el menor, mientras que en el dibujo cada grupo se inscribe en una figura casi cuadrada, lo que hace imposible al dibujante situar en ese espacio el número real de arcos con su altura. Además, el arco ciego de herradura polilobulado de la cara norte del templete es sustituido en el dibujo por uno túmido, idéntico a los del friso, confusión posible para el ojo desde la distancia en que se pudo situar el dibujante para tomar sus apuntes del acueducto.

Hay un dato en la biografía de Francisco Cantarero Martín, hasta ahora desconocido, que lo sitúa en el norte de África en los años anteriores a la construcción del acueducto. En 1846 Cantarero contrajo primeras nupcias con María Plana González[8]. Con posterioridad a 1852, con toda seguridad en 1855, emigraron a Argelia, concretamente a la localidad de Sidi-bel-Abbes, situada a unos 75 km de Orán hacia el interior. Desde 1830 en que tuvo lugar la conquista de Argelia por los franceses, el Oranesado se convirtió en el principal destino de la emigración española, sobre todo de Baleares, Levante y el Sudeste, durante gran parte del siglo XIX[9]. En Sidi-bel-Abbes nació y fue bautizada Luisa Cantarero Plana, la única hija habida (al menos la única de la que tenemos noticia) en su primer matrimonio, con la que, habiendo cumplido 4 años, regresó a Nerja en 1859 o 1860[10]. Fue entonces, al poco tiempo de llegar de Argelia, cuando Francisco Cantarero se hizo cargo de la construcción del acueducto del Águila. Sin duda Cantarero debió acusar la influencia de la arquitectura islámica del norte de Argelia, tan similar a la andalusí, de la que en su pueblo natal y otras localidades aledañas no se había conservado ejemplar alguno en el que haberse inspirado.

La Casa Grande de Maro o Casa de la Marquesa

Entre 1585 y comienzos de 1586 Felipe de Armengol, abogado de la Real Audiencia de Granada, tras comprar Maro a su propietario construyó un ingenio azucarero. El ingenio no solo constaba de los edificios propiamente dedicados a la molienda de la caña dulce y a la fabricación de azúcar, también tenía adosados una pequeña iglesia; una torre que hacía las veces de granero y campanario; aperos para las cabalgaduras; carpintería; horno de pan; mesón, ocho casas de altos y bajos dispuestas alrededor de una plaza central; y la denominada casa principal o casa grande para alojamiento del arrendatario o administrador del ingenio, con sus cocinas, bodega, almacén y demás estancias. Todo esto se encontraba en un recinto a casamuro que tenía dos torreones en sendas esquinas y un portón de salida al exterior. A mediados del siglo XVIII extramuros de este núcleo se construyeron casas formando la calle Real de Maro para acoger a la creciente población.

Desde finales del siglo XVIII Maro pertenecía a la familia formada por Fernando Pérez del Pulgar y Varo, V marqués del Salar, y María Soledad Ruiz de Molina y Cañaveral. En 1858, tras una sucesión de herencias, la Casa Grande pasó a manos de uno de los hijos, Joaquín Pérez del Pulgar, aunque este no pudo tomar posesión legal de ella hasta finales de noviembre de 1872 por problemas habidos con las particiones. En 1879 la incluyó en la Colonia Oriental o de Maro que posteriormente se integraría en la Colonia Agrícola Las Mercedes y Maro que había constituido con todas sus propiedades de Maro y Nerja. El inmueble es una casa rodeada de jardines, junto a la que estaban los restos de la iglesia antigua y los del ingenio, pero no sabemos en qué momento exacto fueron demolidas las casas y dependencias anteriormente citadas y el solar fue transformado en un jardín que rodeaba a la casa de nueva construcción. Sin embargo, la transformación debió tener lugar a partir de mediados del siglo XIX, por iniciativa de Joaquín Pérez del Pulgar y una vez que la recibió en herencia, pues así se describe en distintos documentos de la segunda mitad de esa centuria:

«Una casa con su jardín situada en la plazuela que llaman la Antigua del pueblo de Maro, que está señalada con el número once moderno y sesenta y cinco antiguo, y se compone de dos cuerpos de alzada, un corral y cuadra y un mirador, ocupando de superficie, sin contar el jardín, [...] ciento veinte y ocho metros cincuenta y cuatro decímetros la parte de dos cuerpos; [...] veinte y ocho metros, treinta y nueve decímetros la cuadra; [...] veinte y nueve metros, sesenta y nueve decímetros el mirador; y [...] sesenta y un metros veinte y ocho decímetros el corral. Linda la casa por levante, norte y mediodía con propiedad de don Joaquín Pérez del Pulgar, hoy sus herederos o sucesores y por poniente con don Fernando Pérez del Pulgar, marqués que fue del Salar, hoy sus herederos. El jardín perteneciente a la casa se compone de dos marjales y medio de tierra, equivalentes a trece áreas y veinte centiáreas, en que hay diferentes árboles y linda a levante y poniente con propiedad de herederos del citado señor marqués del Salar; al norte con el portón llamado de Maro y al mediodía con la casa anteriormente descrita, de la que forma parte».


Casa Grande de Maro o Casa de la Marquesa (detalle), fachada neoárabe. Foto Arenas (1963). Archivo Fotográfico Histórico de la Universidad de Málaga


La casa con jardín ya existía cuando Joaquín Pérez del Pulgar la heredó, pero también se conservaban siete de las casas antiguas pertenecientes al ingenio, a cuya demolición procedió a partir de 1872, cuando obtuvo definitivamente la posesión del inmueble, para ampliar el jardín hasta ocupar este una superficie total de 29 áreas, 56 centiáreas. Debió ser entonces cuando tuvo lugar la transformación de la puerta de acceso, el «portón de Maro», que era una puerta adintelada, en una portada con arco de herradura de ladrillo coronada con merlatura de merlones escalonados, también de ladrillo. Además, junto a la puerta, el muro exterior de una de las casas o almacén antiguo y un resto de la muralla del reducto del ingenio fueron modificados imprimiéndoles también un estilo neoárabe a base de ventanas cegadas con arco de herradura, grupos de arquerías ciegas de cinco arcos de herradura cada uno de ellos, y merlatura de merlones escalonados, todos ellos de ladrillo. 

Esta intervención en la Casa Grande en el más puro estilo neoárabe, aunque no esté documentada, conecta con la decoración de la cara norte del acueducto del Águila y la relaciona con Francisco Cantarero Martín, quien, a partir de la construcción del acueducto debió trabajar para Joaquín Pérez del Pulgar hasta la muerte del propietario de Maro en 1883. En 1875, por ejemplo, Cantarero proyectó el cementerio de Maro, cofinanciado entre el Ayuntamiento de Nerja y el propietario de Maro, aunque ni él ni Pérez del Pulgar vivirían para verlo construido. 


Casa Grande de Maro o Casa de la Marquesa, fachada neoárabe en la actualidad. Foto del autor


Al fallecer Joaquín Pérez del Pulgar en 1883 la Casa Grande pasó a sus cuatro hijos y herederos. El inmueble, como toda la Colonia Agrícola Las Mercedes y Maro, estaba hipotecado y cayó en manos del Banco Hipotecario de España en 1894. Pero inmediatamente fue adquirida al banco por Rafael de Chaves y Manso, marqués de Tous, quien estaba casado con una de los herederos: María del Carmen Pérez del Pulgar y Blake. En 1903 falleció Chaves y la propiedad de la casa se transmitió a sus hijos y su viuda; esta vivió en la casa largas temporadas, por lo que empezó a ser conocida con el nombre de Casa de la Marquesa, por la marquesa viuda de Tous (hay quienes erróneamente piensan que el nombre procede de la marquesa de Larios). En 1918 Joaquín de Chaves Pérez del Pulgar, hijo de los anteriores, constituyó una sociedad para la explotación de la colonia, aportando a la misma todas las propiedades. Uno de los socios, José Joaquín Herrero Sánchez, político, diputado y senador entre 1905 y 1923 y escritor, se hizo con la colonia y en 1922 figuraba como propietario de la Casa Grande de Maro, que fue adquirida por Larios el 1 de julio de 1931[11].

FRANCISCO CANTARERO RODRÍGUEZ (1861-1950)

Francisco Cantarero Martín contrajo segundas nupcias con Concepción Rodríguez Jaime y de esta unión nacieron dos hijos: Francisco y Mercedes Cantarero Rodríguez[12]. Como su padre, Francisco Cantarero Rodríguez tendría contacto con el norte de África, tierra de la que recibiría un fuerte influjo, emigraría para retornar posteriormente a Nerja, dedicándose a la política local y, aunque no era arquitecto, terminaría encargando la construcción de su vivienda en Nerja, a la que llamaremos Casa Cantarero, con un fuerte sello neoárabe.


Francisco Cantarero Rodríguez en su gabinete de trabajo de la Casa Cantarero. Foto cortesía del Museo de Nerja


En 1883, Francisco Cantarero Rodríguez fue destinado como soldado de reemplazo al regimiento de Mindanao n.º 56, sito en Baleares, donde obtuvo el grado de cabo 1.º. Al poco de llegar fue trasladado al Batallón Disciplinario de Ceuta[13], comenzando así una relación con esta plaza española norteafricana que retomaría muchos años más tarde con la amistad y relaciones tejidas con destacados militares del protectorado español en Marruecos.

Francisco Cantarero Rodríguez emigró a América, concretamente a Argentina, donde en 1890 contrajo matrimonio en Tucumán con Corina Molina[14]. Allí trabajó como ingeniero de minas, trasladándose posteriormente a Bolivia. En 1910 retornó a Nerja acompañado de uno de sus hijos, Damián Cantarero Molina, nacido en Bolivia en 1904, donde se estableció hasta su fallecimiento en 1950. Miembro del Partido Conservador, ocupó cargos en el Ayuntamiento de Nerja, entre ellos el de alcalde entre 1914 y 1917, bajo cuyo mandato se realizó el abastecimiento de agua potable de Nerja.

La Casa Cantarero

A su regreso, Cantarero se hizo cargo de las tierras y negocios de su padre, especialmente de la fábrica de mieles y azúcares El Progreso que había levantado en el antiguo tejar; la fábrica ocupaba una superficie de 2.852,28 my estaba situada en los números 33, 34 y 35 de la calle San Miguel. En el número 33, Francisco Cantarero Rodríguez se hizo construir una casa, la que sería su vivienda en Nerja a partir de entonces. La casa debía estar si no construida finalizándose su construcción en 1913, pues en ese año solicitó una toma de agua; en todo caso, ya estaba terminada en enero de 1917, fecha en que se tomó una fotografía de la inauguración de una fuente en la plaza delantera, donde se ve parcialmente su fachada principal.


Fachada principal de la Casa Cantarero, Nerja, Ca. 1913. Foto del autor


Desconocemos el nombre del arquitecto o del ingeniero que la proyectó, pero su estilo entronca con la arquitectura del protectorado (Tetuán, Larache, Alhucemas) y con la de la ciudad de Tánger, aunque cronológicamente sea coetánea al establecimiento del protectorado (1913) y recuerda al estilo arabizante que arquitectos e ingenieros españoles impusieron en muchas construcciones del Marruecos jalifiano antes y después de 1913[15]. Tres son, por tanto, las fuentes en que pudo beber Francisco Cantarero Rodríguez para inclinarse por el estilo neoárabe a la hora de concebir su casa nerjeña: por un lado, los ejemplos procedentes de las construcciones realizadas por su propio padre para Joaquín Pérez del Pulgar; por otro, la arquitectura neoárabe de Sudamérica, especialmente la realizada en Bolivia (palacio de La Glorieta en las afueras de Sucre o la sala de billar del palacio Portales en Cochabamba) en las últimas décadas del siglo XIX, construida por encargo de empresarios mineros y que Cantarero pudo ver por coincidir con los años en que vivió y trabajó allí[16];pero, sin duda, la influencia principal que se adivina en la casa es la de la arquitectura neoárabe proyectada por los arquitectos e ingenieros militares españoles en el norte de Marruecos.

En la Hojas de Registro Fiscal de Nerja correspondientes a 1922, la Casa Cantarero es descrita como: 
«Edificio de buena construcción, su solar de forma irregular, dedicado a vivienda con patio lateral izquierdo con cocina y comedor y otros accesorios para uso doméstico, al fondo un huerto. Tiene molino aéreo para la extracción de agua y un estanque para su acumulación y uso.»[17]
La superficie total del solar era de 19.495 m2, de los cuales estaban cubiertos 336, 64 m2.

La casa tiene dos plantas, baja y alta, más azotea. En su fachada principal se abren la puerta y dos ventanas abalconadas con arcos rebajados y tres en la planta superior con arco apuntado la central y de herradura las laterales. Toda la construcción está rematada por merlatura de merlones escalonados y encastillados en las esquinas, lo que le da un cierto aire de familiaridad con acuartelamientos y construcciones militares del norte de Marruecos.


Parte trasera de la Casa Cantarero, Nerja Ca. 1913. Foto del autor


En la década de 1980 parte de la finca fue expropiada para la construcción de la variante de la carretera N-340 y la casa dejó de ser una vivienda para convertirse en un establecimiento de restauración. Por su estilo, del que existen escasísimos ejemplos en la Axarquía, y por su interés histórico la Casa Cantarero debería estar incluida en la relación de bienes de patrimonio cultural y arqueológico del municipio de Nerja y gozar de protección arquitectónica.


Fotografía de la inauguración de la fuente de la plaza de Cantarero (enero de 1917). Obsérvese el arco de herradura del piso superior de la casa y a la derecha el edificio de la fábrica de mieles y azúcares propiedad también de Francisco Cantarero Rodríguez. Foto publicada en ROJO PLATERO, Pablo, 100 años de Nerja en fotos, Nerja, 2005, pág. 15.




[1]La partida de bautismo de Francisco Cantarero Martín no se ha conservado, por lo que ha sido necesario consultar los diferentes padrones de habitantes de Nerja y otros documentos donde figura inscrito con su edad. En ningún caso el año de nacimiento es coincidente con la edad declarada, que puede ser 1822, 1823, 1824 o 1826. Hemos optado por aceptar 1822 que es el año de nacimiento que se corresponde con la edad consignada en la inscripción de su primer matrimonio, celebrado en Nerja el 30 de septiembre de 1846.
[2](A)RCHIVO (H)ISTÓRICO (P)ROVINCIAL DE (M)ÁLAGA, Leg. P-4.739, fol. 57.
[3](A)RCHIVO (M)UNICIPAL DE (N)ERJA, Libro de Actas capitulares correspondientes a 1868.
[4]CAPILLA LUQUE, Francisco, La industria azucarera en Nerja y Maro (II). Las fábricas, Vélez-Málaga, Libros de la Axarquía, 2017, págs. 180-181.
[5]AGUILERA CUENCA, Francisco, «El Puente del Águila. Un acueducto de 1888 en el barranco de la Coladilla (Maro)», Pendvlo18, 2007, págs. 36-47.
[6]BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA, [Proyecto para el acueducto «Puente del Águila» en Nerja, Málaga], DIB/15/86/43.
[7]BARCIA, Ángel M. de, Catálogo de la Colección de dibujos originales de la Biblioteca Nacional, Madrid, 1906, pág. 440.
[8]A.M.N., Libro de Registro de Matrimonios, año 1846.
[9]VILAR RAMÍREZ, Juan Bautista, Los españoles en la Argelia francesa (1830-1914), Murcia, 1989.
[10]A.M.N., Padrón de Habitantes de Nerja, años 1852, 1875 y 1883.
[11]CAPILLA LUQUE, Francisco, Ob. Cit., págs. 123-156.
[12]A.M.N., Padrón de Habitantes de Nerja, años 1875 y 1883.
[13]ARCHIVO GENERAL MILITAR DE SEGOVIA, Exp. 1c-999 Cantarero Rodríguez.
[14]Censo Nacional de Argentina, año 1895. [Consulta: 30 de junio de 2020]. Para Francisco Cantarero Molina disponible en https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HT-6PXL-7L?cc=1410078&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AMW41-FD8 y para Corina Molina disponible en https://www.familysearch.org/ark:/61903/3:1:S3HT-6PXL-7L?i=268&cc=1410078&personaUrl=%2Fark%3A%2F61903%2F1%3A1%3AMW41-FDD
[15]BRAVO NIETO, Antonio, Arquitectura y urbanismo español en el norte de Marruecos, Sevilla, 2000.
[16]LÓPEZ GUZMÁN, Rafael y GUTIÉRREZ VIÑUALES, Rodrigo (coords.), Alhambras: arquitectura neoárabe en Latinoamérica, Granada, 2016.
[17]A.M.N., Hojas de Registro Fiscal. Año 1922, hoja 1.211.