Etiquetas

lunes, 12 de mayo de 2025

El retablo de la ermita de Nuestra Señora de las Angustias de Nerja, un diseño de Fernando Prini Betés




Retablo de la ermita de Nuestra Señora de las Angustias de Nerja trazado por Fernando Prini Betés



El actual retablo de la ermita de Nuestra Señora de las Angustias de Nerja, situado en la capilla mayor, enmarcando la embocadura del camarín de la Virgen, fue trazado por Fernando Prini Betés (1961-2025). Hasta su fallecimiento, acaecido el día 11 de mayo del presente año 2025, Fernando Prini ha sido uno de los grandes diseñadores malagueños de arte religioso, especialmente, aunque no solo, del destinado a las cofradías. El diseño de magníficos tronos y andas, palios, estandartes y demás enseres procesionales, mantos y aderezo de imágenes de Vírgenes de Málaga y de otros lugares de Andalucía son obra suya. En ellos, partiendo de la tradición y de una estética que se ha ido fijando a través del tiempo, Prini ha realizado propuestas innovadoras, imprimiéndoles un sello particular que las hace reconocibles como obras suyas.



Fernando Prini Betés. Traza del retablo de la ermita de Nuestra Señora de las Angustias de Nerja



Como hemos dicho, el diseño del retablo que nos ocupa se debe a Fernando Prini; este fue realizado en 1986 en el taller sevillano del tallista Antonio Díaz, correspondiendo el dorado y policromado del mismo a Luis Sánchez. En la sacristía de la ermita se conservan las trazas del retablo con la siguiente leyenda: «Proyecto de Retablo para la Capilla de Ntra. Sra. de las Angustias, Patrona de Nerja (Málaga). Dibujó: Fernando Prini Betés. E. 1:40/3». Este diseño se inspira en el retablo barroco que la ermita tuvo hasta 1936 en que fue destruido y del que se conservan fotografías tomadas en las décadas de 1910 y 1930 que Prini debió conocer, aunque difiere de aquel.



Detalle de frutas y flores del retablo



El retablo es de estilo neobarroco, está realizado en madera tallada, dorada y policromada, y rematado por un ángel que porta un corazón con siete puñales, emblema de la Cofradía de las Angustias. Es del tipo denominado por G. Kubler retablo-camarín, cuya función es la de enmarcar la embocadura del escenario en que aparece la imagen titular, a la que proporciona una enorme aureola dorada, ajustándose completamente al muro noreste de la capilla mayor, bajo uno de los cuatro arcos torales al que se adosa. Se divide horizontalmente en banco, un cuerpo y ático, y verticalmente en tres calles. Toda la mazonería (elementos arquitectónicos del retablo) está tallada, dorada y policromada, empleándose como soporte el estípite adosado dividido en tres cuerpos: estípite sobre basa, pilar central y pilar con ensanchamiento inferior coronado por capitel corintio; la decoración, en relieve, es a base de rocalla, roleos, sartas de frutas y flores, y cabezas de querubines situadas en los estípites. En los nichos laterales se encuentran las imágenes de San Nicolás (lado del Evangelio) y Santa Teresa de Jesús (lado de la Epístola), reemplazando esta última a la deSanta Bárbara que se encontraba en el mismo lugar del retablo antiguo.



Querubín en uno de los estípites del retablo



La ermita de Nuestra Señora de las Angustias, un pequeño santuario terminado de construir y bendecido en 1720, de patronato municipal desde 1853 y declarado Bien de Interés Cultural en 2023, ha tenido distintos retablos. El primero debió ser fingido mediante una pintura mural, imitando todos los elementos arquitectónicos y decorativos propios de él, e incluyendo dos peanas para colocar las imágenes de San Nicolás y Santa Bárbara, advocaciones, además de la Virgen de las Angustias, a las que se consagró la ermita; este retablo formaría parte del primero de los programas decorativos de la misma. Con posterioridad a la década de 1730 se colocaría el segundo retablo, de madera tallada y dorada, del que dan testimonio algunas fotografías tomadas en las décadas de 1910 y 1930. A partir de 1936, en que fue destruido, y hasta 1986, en que se talló y ensambló el actual a partir de las trazas de Fernando Prini, la ermita careció de retablo, enmarcándose la embocadura del camarín con una sencilla moldura de madera y disponiéndose las imágenes de  San Nicolás y de Santa Teresa de Jesús sobre sendas peanas.



Retablo antiguo de la ermita destruido en 1936. Foto: Biblioteca de Cataluña. Archivo Editorial Albert Martín, C. 58, fot. 9.098





miércoles, 23 de abril de 2025

Los 'Pasos de la puebla de Nerja', del manuscrito a la representación teatral




Cubierta del manuscrito de los Pasos de la puebla de Nerja (detalle). Biblioteca Pública del Estado-Biblioteca Provincial de Málaga

En las décadas de 1830 y 1840 se representaban en Nerja unos pasos de Semana Santa que habían sido compuestos años antes por el sacerdote y racionero de la catedral de Málaga Antonio Peláez García (1754-1822). El texto de esos pasos fue copiado en un manuscrito por el joven Federico Sánchez Galvez (1828-1895), finalizando esta tarea el día 5 de abril de 1841, Domingo de Ramos. Dicho manuscrito es la única copia del texto de aquellos pasos que sepamos se conserva y forma parte del Fondo Antiguo de la Biblioteca Pública del Estado-Biblioteca Provincial de Málaga.

 

La existencia del manuscrito se conocía a través de un artículo publicado en el diario Sur el 8 de mayo de 1984 por José Salinero Portero, entonces director de la Biblioteca Pública Provincial de Málaga, situada en la Casa de la Cultura de la calle Alcazabilla, en el que daba cuenta de su hallazgo y hacía una somera descripción del mismo, a la vez que reproducía algunos fragmentos[1]. Desde entonces nada más se supo del manuscrito hasta que hace un año inicié su búsqueda y, una vez localizado, emprendí su estudio. El resultado de esa investigación ha sido la publicación del libro Pasos de la puebla de Nerja. [Manuscrito de 1841]editado por el Ayuntamiento de Nerja y la Diputación Provincial de Málaga, en el que ofrezco la transcripción del texto con un estudio introductorio y notas, incluyendo las partituras musicales compuestas por Fernando J. Laguna Bermúdez para aquellas partes que lo requieren y de las que no se conservan[2]



Cubierta del libro Pasos de la puebla de Nerja. [Manuscrito de 1841]


El manuscrito consta de veinticuatro folios recto y verso, escritos con tinta color sepia y cosidos. El primer folio, que es la cubierta, está decorado y coloreado y en la portada se indican la autoría y el nombre del copista, así como la fecha en que lo terminó de manuscribir. El texto está escrito en verso a excepción de dos partes: la Sentencia de Pilatos y la Sentencia del ángel, que lo están en prosa. Son 1.203 versos, utilizándose diferentes tipos de estrofa, aunque la que más abunda es la copla, formada por cuatro versos octosílabos con rima asonante los pares, quedando libres los impares, según el esquema: 8-, 8a, 8-, 8a. 

 

El texto sigue en su mayor parte el relato de la Pasión recogido en los evangelios de Marcos y Lucas con la inclusión de ciertos pasajes tomados de los escritos apócrifos. La mayor parte del texto está escrita para un narrador, un pregonero que recita el «pregón», aunque hay pasajes en los que intervienen un ángel, Caifás, Herodes, Pilatos, el pueblo, la moza de la esposa de Pilatos, la Verónica, la Magdalena o un pasajero, tomando la palabra. Estos pasos comienzan con una llamada al pueblo para que acuda a contemplar la Pasión de Cristo. El primero es el de la Cena pascual, en el que Jesús, acercándose a Jerusalén, manda a algunos de sus discípulos que se adelanten para preparar el lugar donde esta se habría de celebrar. Durante la misma tendrá lugar la institución de la Eucaristía, momento en que irrumpen los ángeles entonando una canción, el anuncio de la traición de Judas y el de la Pasión. De aquí se pasa a la Oración en el huerto de Getsemaní, adonde Jesús acude a velar y orar acompañado de Pedro, Juan y Santiago y recibe la visita del ángel confortador que le entrega el cáliz de su Pasión. Después siguen el paso del Prendimiento y el de Jesús ante Caifás, en el que tienen lugar las negaciones y lágrimas de Pedro. Continúa el texto con los pasos de Jesús ante Pilatos, ante Herodes y, de nuevo, ante Pilatos, los azotes y la coronación de espinas, la intervención de la esposa de Pilatos a través de una moza y la sentencia de Pilatos y la del Padre Eterno proclamada por un ángel. Sigue el pregón con Jesús con la cruz a cuestas camino del Calvario y la intervención del Cirineo y de la Verónica, personaje este que no aparece en ninguno de los evangelios canónicos en los que se basa la narración y que habla dirigiéndose alternativamente a Jesús y al pueblo. Le sigue el paso del arrepentimiento de Judas, finalizando el manuscrito con el paso de la Magdalena que

 

«Aunque es cierto que este paso

mucho antes sucedió,

lo proponemos ahora

a vuestra meditación»[3].

 

Estos pasos se representaban en Nerja en una calle que se entoldaba junto a la iglesia de El Salvador por actores aficionados y se hicieron hasta 1850, último año en que se escenificaron. Formaban parte de las celebraciones del calendario litúrgico que suponían la pervivencia de la fiesta barroca.



Cartel de la representación de los Pasos de la puebla de Nerja. Diseño de José Manuel Carneros con fotografía de Mariano Ibáñez de la carátula del sayón realizada por Damián Bueno


Conforme avanzaba en la preparación de su publicación más me convencía de que los pasos habían sido escritos no para ser leídos, aunque también, sino para ser representados; también era consciente de que un texto concebido como «sermón escenificado», una suerte de catequesis dirigida a las gentes de un pueblo como Nerja de la primera mitad del siglo xix, no podía ser representado de la misma manera en el siglo xxi, con el mismo concepto con el que se hacía casi 200 años atrás. Entonces propuse a Damián Bueno Fernández, quien había dirigido teatro en Nerja y era un gran conocedor de la dramaturgia de las celebraciones de la Semana Santa, que se hiciera cargo de la puesta en escena de estos pasos. Él aceptó, escribió el guion respetando el texto original del manuscrito, aunque acortando determinados pasajes, priorizando el relato de la Pasión, lo narrativo, sobre lo catequístico, creó la dramaturgia y se hizo cargo de la dirección y de la puesta en escena. Reunimos un elenco de actores de la localidad formado por Pedro Carlos como oficiante, Andrea Casanova como ángel confortador, José María Rico como Poncio Pilato, María Rivas como la Verónica, Rocío Delgado como María Magdalena, Antonio Raya como Verruguitas, Fernando Díaz como sayón y José Miguel Ortuño como acólito. En la parte musical intervinieron un trío de capilla, coro de cámara, contratenor y percusionistas, alumnos y profesores de la Escuela Municipal de Música y Danza de Nerja e integrantes, así mismo, los instrumentistas de la Banda de Música de Nerja, todos ellos dirigidos por el compositor de la música Fernando J. Laguna, y de Justa Martín al cante de saeta. Se contó también con la participación especial del Grupo de Teatro La Carpa, del Grupo de fandangos cortijeros de Río de la Miel y del Grupo de castañuelas del CPA; de la ayudantía de dirección se encargó Estrella Rebollo; del vestuario, Miguel Hermoso; de la realización de las carátulas, Damián Bueno, y del atrezo, Damián Bueno y Antonio Raya. Los Pasos de la puebla de Nerja se representaron, en una producción del Ayuntamiento de Nerja, en la plaza Balcón de Europa, ante la iglesia de El Salvador, el día 11 de abril, Viernes de Dolores, del presente año 2025.



Saludo de los participantes en la representación de los Pasos de la puebla de Nerja a su finalización (foto de Mariano Ibáñez)
 

Con esta puesta en escena se ha recuperado la representación teatral en Nerja de estos pasos de Semana Santa, tras 175 años sin hacerse, cuya continuidad sería deseable. A la vez, ha sido la culminación de un proceso que comenzó con la búsqueda e investigación de un manuscrito y continuó con su publicación y puesta en escena. Visto con esta perspectiva, el trabajo ha terminado constituyendo un proyecto que ha supuesto una transferencia de la investigación a la sociedad y la cultura.



[1] Salinero Portero, José, «"El paso" de Nerja en un manuscrito de 1840», Sur, 8 de mayo de 1984, p. 18.

[2] Peláez García, Antonio, Pasos de la puebla de Nerja. [Manuscrito de 1841], transcripción, introducción y notas, Capilla Luque, Francisco, Málaga, 2025.

[3]  Ibid, p. 88.


jueves, 31 de octubre de 2024

El primer mausoleo del Cementerio de San Miguel de Nerja


 

Como la nube pasa y se deshace...

Job 7,9



Mausoleo de Patricia Muñoz López († 1880). Nerja, Cementerio de San Miguel 




En 1787 el rey Carlos III estableció la obligación de inhumar los cadáveres en cementerios situados extramuros de las poblaciones, pues hasta entonces se hacía en el interior de las iglesias, en bóvedas o criptas, llamadas carneros, o en cementerios parroquiales adosados a los templos. La medida no se implantó de inmediato ni de manera generalizada, sino que se fue aplicando paulatinamente, sobre todo desde comienzos del siglo XIX.

 

Nerja tuvo un primer cementerio situado extramuros construido en 1804 en un solar hoy ocupado por el Cuartel de la Guardia Civil. Medio siglo después este cementerio terminó quedándose pequeño y rodeado de casas, debido al crecimiento de la población, por lo que se hizo necesario construir otro en un lugar más alejado, abandonándose el primero.

 

El nuevo cementerio, llamado de San Miguel, al que ya dediqué una entrada en este blog (hacer clic aquí para acceder a ella), fue proyectado por el maestro de obras de la villa, Pedro de Algarra y se abrió en 1853[1]. El diseño seguía el modelo de los cementerios neoclásicos; era un rectángulo, casi un cuadrado, de 40 x 35,5 m; en el centro del lado norte se situaba la capilla, conectada con la puerta de entrada, situada en el lado sur, por un pasillo de 1,50 m de ancho que divide el espacio en dos mitades o cuadros. El cementerio, que está rodeado por unos muros exteriores, disponía cuando se bendijo de setenta y cinco nichos y veintisiete zanjas y dos bóvedas de mampostería a ambos lados que ocupaban un área de unos 1.000 m2. En la fachada principal, orientada al sur, se encuentra la puerta de entrada con arco de medio punto, flanqueada por doble juego de pilastras y rematada por un frontón mixtilíneo en el que se inserta una placa con el siguiente texto: «Mandó construir este cementerio el Ayuntamiento Constitucional de Nerja siendo su presidente D. José García Peralta. Año 1853». En 1885 el cementerio se amplió, según proyecto de Francisco Cantarero Martín,  añadiéndosele un segundo patio de idénticas dimensiones y características que las del primero y algunas dependencias complementarias.



Nerja. Cementerio de San Miguel (Portada)



Un cuarto de siglo después de su apertura, la ascendente burguesía terrateniente e industrial de Nerja quiso disponer de mausoleos con los que mostrar su posición social y económica en la ciudad de los muertos de la misma manera que lo hacía en la de los vivos. Algunas de estas familias, cuyos miembros fallecidos habían sido inhumados en nichos, decidieron trasladarlos a tumbas suntuosas en los cuadros derecho e izquierdo del primer patio, en las que se exhibiría el poder económico y social de sus ocupantes por medio de construcciones funerarias realizadas en mármol u otros ricos materiales y ornamentadas con esculturas y distintos motivos iconográficos. 

 

La primera sepultura de estas características instalada en el cementerio de Nerja fue la de Patricia Muñoz López, natural de Tarancón (Cuenca), quien falleció en Nerja a la edad de 30 años (según consta en su acta de defunción, aunque de 26, según inscripción que figura en el mausoleo) en su domicilio, situado en la plaza de la Constitución (hoy plaza Balcón de Europa). Celestino Muñoz López, antiguo administrador de aduanas de Nerja, fue quien solicitó al Ayuntamiento, el 15 de mayo de 1880, el terreno para levantar un mausoleo bajo el que inhumar los restos de su hermana Patricia. A continuación transcribo el acuerdo municipal que autorizó la concesión, por ser el primero que adoptó el Ayuntamiento de Nerja y el que serviría de modelo para ulteriores solicitudes de construcciones de mausoleos o panteones. Dice así:

 

«Se dio cuenta de la instancia que eleva D. Celestino Muñoz López, administrador que ha sido de esta Aduana y actualmente oficial vista en la de Zamora, solicitando en el Cementerio Municipal un cuadrado de terreno de un metro setenta centímetros por lado, o sea una superficie de dos metros ochenta y nueve centímetros, que encerrará en una verja de hierro en cuyo centro elevará un mausoleo de mármol para colocar en su fondo cuando corresponda legalmente las cenizas de su Sra. hermana D.ª Patricia Muñoz y López, que falleció en esta villa el 28 del pasado marzo. Visto el art. 4.º del Reglamento Orgánico del Cementerio, aprobado por el Excmo. Sr. gobernador de la provincia en 20 de enero de 1854, que autoriza a censo estas concesiones siempre que no desfiguren en manera alguna la dirección y construcción del lugar sagrado.

 

Abierta deliberación y considerando que el mausoleo da mayor realce a la suntuosidad y estética del cementerio sin perjudicar en nada a su capacidad, puesto que debe elevarse en la encrucijada derecha, o sea en la calle central que divide los cuadros. Considerando que el terreno solicitado equivale próximamente al de dos sepulturas, cada una de las cuales en nicho satisface un canon anual de dos pesetas cincuenta céntimos, el Ayuntamiento acordó: 1.º Conceder a D. Celestino Muñoz y López los dos metros ochenta y nueve centímetros de superficie en el Cementerio Municipal que devengará anualmente cinco pesetas para que pueda levantar, desde luego, el mausoleo en que hayan de colocarse las cenizas de su Sra. hermana pasado el tiempo y observadas las formalidades prevenidas en la Real Orden de 19 de marzo de 1848[2], debiendo adelantar en la misma proporción de los nichos y con iguales condiciones de seguridad y responsabilidades treinta pesetas, con las cuales deja satisfechas las cinco anualidades del canon. Y 2.º Que este acuerdo sirva de regla general para casos análogos»[3].

 

Mausoleo de Patricia Muñoz López (†1880) (parte frontal del basamento). Nerja, Cementerio de San Miguel




El mausoleo, situado en el cuadro derecho del primer patio según se entra al cementerio, está realizado en mármol blanco. Consta de un basamento prismático trapezoidal de base rectangular coronado por frontones triangulares con acróteras en los vértices; tiene un remate de perfil mixtilíneo y sendos pergaminos que sostienen una cruz latina de altura similar al basamento. Toda la sepultura está rodeada por una verja de hierro. La cara frontal del basamento está decorada con una serie de elementos en relieve de clara resonancia masónica (¿pertenecía el comitente, Celestino Muñoz, a alguna logia masónica?, ¿era masón el autor del mausoleo?, ¿lo eran ambos?): un arco en cortina que enmarca un reloj de arena alado y dos rosetas de cuatro pétalos; el remate contiene el relieve de dos ramas con bayas entrelazadas por su base que pudieran ser de laurel u olivo. El reloj de arena representa el tiempo, pero el reloj de arena alado es una alegoría del tempus fugit (el tiempo huye, el tiempo vuela), tomada de las Geórgicas del poeta Virgilio, y es un símbolo que forma parte de la iconografía funeraria masónica que representa el fluir del tiempo y lo inexorable de la muerte. Hay, además, una inscripción: «Patricia Muñoz. Nació el año 1854. Murió el año 1880».

 

Además de Patricia Muñoz López, fue inhumado bajo el mismo mausoleo el propio Celestino Muñoz López, como vimos, funcionario de Hacienda en la sección de Aduanas que prestó servicio en Nerja y en distintas localidades de España, falleciendo a comienzos del siglo XX, en 1902 como muy tarde. También fueron inhumados en la misma sepultura a partir de 1910 los suegros de Celestino Muñoz Luis Cañas García y Matilde Jaramillo Mera. Ignoramos si, en adelante, lo fueron otras personas.



Alegoría del Tempus fugit en el mausoleo de Patricia Muñoz López

 

En la actualidad, el cementerio de San Miguel de Nerja cuenta con veintiocho sepulturas suntuarias, entre panteones y mausoleos, situadas en los dos cuadros del primer patio o patio histórico. El cementerio contiene, además, un registro documental de familias, individuos y cronología de sus vidas que posee un valor histórico al que se suma un enorme valor patrimonial por la variedad de tipologías sepulcrales, por la cantidad y calidad de elementos arquitectónicos y escultóricos de carácter funerario que posee y sobre todo por el buen estado de conservación de los mismos, que lo convierten en uno de los cementerios patrimoniales más importantes y mejor conservados de la provincia de Málaga y para el que, desde aquí, reclamo la protección que merece como bien del Patrimonio Histórico Cultural de Nerja. 



Ramas entrelazadas en el mausoleo de Patricia Muñoz


 

 



[1] (A)rchivo (M)unicipal de (N)erja, Expediente para la corta de pinos para la construcción del cementerio. Leg. H 066, doc. 1.

[2] Se trata de la Real Orden de 19 de marzo de 1848, modificatoria y comprensiva de las de 27 de marzo de 1845 y 21 de febrero de 1846, sobre exhumación y traslación de cadáveres, y honorarios de los facultativos en los reconocimientos correspondientes. (Nota del autor).

[3] A.M.N. Libro de Sesiones Municipales de 1880, sesión de 15 de mayo.

martes, 17 de septiembre de 2024

La primitiva y primera Torre de Maro

 


 

Caseta de Carabineros de Maro, lugar en el que estuvo la primitiva torre

 

Cuando hablamos de la Torre de Maro nos estamos refiriendo a la que se ha conservado, situada en un cerro a 140 m de altitud, en una zona agreste con peñas y tajos que dan al mar en la parte de levante de la playa de Maro, antaño conocida con el nombre de Cala de los Turcos o Calaturcos. La construcción de esta torre está documentada entre los años 1592 y 1593 y sustituyó a otra de la que no queda rastro, levantada casi noventa años antes en un lugar distinto. A esa primera torre vamos a dedicar esta entrada.



La segunda Torre de Maro, construida entre 1592 y 1593


En 1487, cuando los Reyes Católicos conquistaron el territorio de la actual comarca de la Axarquía, Maro era una alquería de cierta importancia, dedicada a la agricultura, cuyo caserío se encontraba en un lugar distinto de la población moderna, en el entorno del nacimiento del río Maro y el cruce del mismo por la carretera N-340. Diecisiete años después, en 1504, sus habitantes moriscos lo abandonaron y huyeron al Norte de África, como lo harían los de otros lugares próximos a la costa, dejándolo completamente despoblado. En febrero de 1505, la reina Juana, necesitada de fondos, vendió Maro al secretario real Gaspar de Gricio; uno sus sucesores, Juan de Gricio, lo vendió al abogado de la Audiencia Real de Granada Felipe de Armengol, quien entre 1585 y 1586 construyó un ingenio azucarero que fue el origen de la actual población de Maro. 

 

Desde la finalización de la conquista del reino nazarí de Granada en 1492 la Corona tuvo que organizar la defensa de la costa en la que se situaba la frontera marítima.  Para ello se fueron dando una serie de disposiciones que culminaron en la Instrucción de 1497 en la que se diseñó el dispositivo defensivo de la costa del obispado de Málaga, haciéndose extensivo en 1501 a la del resto del reino de Granada. Entre otras cosas, se establecía una red de puestos de vigilancia costera denominados estancias, dotados de un determinado número de guardas, algunos de los cuales contaban con una torre vigía, mientras que otros carecían de ella.

 

En Maro, en las instrucciones de 1497 y de 1501 no se fija ninguna torre, pero se habla de una estancia, es decir, de un puesto de guardia, en la Peña Horadada de Maro. En la instrucción de 1497 se disponía que «en el peñón que es de aquella parte de Maro encima del río Guadalquibilejo a de haber dos peones por guardas»[1].

 

Entre 1502 y 1503 se decidió construir una torre junto a Maro, en el lugar en que se encontraba la estancia. Desconocemos la fecha exacta, pero antes del verano de 1504 el capitán general del reino de Granada, Íñigo López de Mendoza, II conde de Tendilla y I marqués de Mondéjar, había concertado su construcción  con el alarife Bartolomé Fernández[2]. No se hizo en ese momento, pues la despoblación que iba afectando a la zona había ocasionado la bajada en la recaudación de los impuestos con que se financiaban la construcción y el mantenimiento de las fortificaciones y torres de la costa, dándose prioridad a la reparación de las ya existentes. 



Entorno de la Peña Horadada



En julio de 1505, unos meses después de que el secretario Gaspar de Gricio tomara posesión de Maro, Tendilla se puso en contacto con él, comunicándole que «la torre que se ha de haser en la peña Horadada, cabe Maro, yo tenia dados X [M] maravedís para començalla antes que fuese vuestra Maro»[3]


Posteriormente, Tendilla acordó con 

«el alcaide de Maro, en nonbre del secretario Gaspar de Griçio, cuyo es el dicho lugar, para que, pagando los maravedís que costase haser vna torre en la ystançia de la Peña Horadada de la Rábita de Maro, pudiese gozar e gosase del salario de los ocho peones guardas de las estançias de la torre del Pino e de la dicha Rábita de la Peña Horadada de Maro»[4]

La torre ya estaba construida en octubre de 1509, por lo que podemos fechar su construcción  en el período comprendido entre julio de 1505 y octubre de 1509, asignándosele una guarnición de cuatro guardas.

 

A mediados del siglo XVI, en 1553, se le hicieron reparaciones, pero poco después, en 1555, se encontraba en muy mal estado. En la relación de las torres y fortalezas de la costa hecha ese mismo año, el visitador escribe: 

«La Torre de Maro visité y hallé todos los materiales al pie della y hallé muy maltratada y caydo lo alto. Y dormí una noche en el estançia. Y está  la torre, en que dormí el pie della en una choça porque está para caerse»[5]

 

En 1589, Alonso de Cárdenas, corregidor de Granada a cuyo cargo estaba la costa mientras se encontraba vacante la Capitanía General de la misma, relataba que 

«en la Villa de Maro, ques en el Partido de Bélez, está una Torre bieja para caerse donde se recoge la gente y señalado sitio para otra y si se hiziese podría costar seyscientos ducados y ayudarían a esta obra los que tienen yngenios de açúcar»[6]. 

En efecto, unos años antes, en 1582, Juan de Gricio, nieto de  Gaspar de Gricio, el primer señor de Maro, se había desprendido del lugar vendiéndolo a Felipe de Armengol, quien, como se ha dicho, decidió plantar de cañas sus ricas tierras y construir un ingenio azucarero. Parece, pues, que la construcción de la nueva torre se hacía más necesaria que nunca, ya que los intereses económicos del propietario del ingenio azucarero obligaban a redoblar la vigilancia y atender aún más si cabe a la seguridad de la zona; es por ello que el licenciado Armengol se debió mostrar dispuesto a colaborar con las autoridades comprometiéndose a sufragar una parte del coste de las obras. Fue así como se terminó construyendo la nueva Torre de Maro, abandonándose la anterior, muy ruinosa.



Ingenio de Maro


Podemos establecer con bastante aproximación la situación de la primitiva torre gracias a los datos que nos ofrece el capitán Antonio Moreno en la relación de la visita que hizo a la costa en 1567; la torre se encontraba entre la cala de los Lobos (hoy, playa de la Caleta) y la cala de los Turcos (como se ha dicho, actual playa de Maro) [7], es decir, al sur de la población, en el entorno de la llamada Casa de la Marquesa. Restos de la misma se podían ver aún en el siglo XVIII; así en la Relación de los puestos que ocupaban las tropas y milicias para prevenir el contagio en la costa del reino de Granada, hecha en 1729, se citan  la Puebla de Maro y  su torre «del Diablo, derrivada»[8], y en el Mapa de la costa del Reyno de Granada dividido en sus nueve partidos, levantado en 1761, se señala junto a Maro, en el lugar que hemos indicado, una «Torre cahída»[9]



Situación de la primitiva Torre de Maro, indicada en el mapa de 1761 como Torre cahida
 

El punto en que se sitúa la torre en la cartografía histórica citada está ocupado por la hoy abandonada caseta de Carabineros de Maro, construida en el siglo XIX para el Cuerpo de Carabineros, creado con el objetivo de perseguir el contrabando y asegurar el resguardo de las rentas públicas, y usada por la Guardia Civil a partir de 1940. Se encuentra, como la torre, junto a la caída al mar de las aguas del río de Maro en lo que se conoce como Chorrera de Maro. Debajo hay una oquedad o pequeño abrigo marino que justificaría el nombre de la Peña Horadada a la que se refiere la documentación antigua, topónimo que hoy no se conserva. Cabe suponer que, asimismo, la torre se construyó en el lugar en que se encontraba la llamada Rábita de la Peña Horadada (una rábita era un lugar de carácter religioso al que se retiraban hombres piadosos, a la vez que podía tener otros usos), como indica la documentación. Pero esto es algo que deberá confirmar la arqueología.



Punto en que el río de Maro, seco en el momento de tomar la fotografía, desemboca en el Mediterráneo, en una caída de agua, junto a la Caseta de Carabineros y de la primitiva torre


Parte de la Caseta de Carabineros de Maro
 



[1] (A)RCHIVO DE LA (A)LHAMBRA DE (G)RANADA. Leg. 58, fol. 8 v.

[2] SZMOLKA CLARES, J.; MORENO TRUJILLO, A. y OSORIO PÉREZ, M. J., Epistolario del Conde de Tendilla (1504-1506), 2 vol., Granada, Universidad de Granada, 1996, pág. 49.

[3] SZMOLKA CLARES, J. y otras, pág. 438. Carta dirigida a Gaspar de Gricio, fechada en Granada, el 27 de julio de 1505.

[4] BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA. Ms. 10.230, fol. 153 v.

[5] A.A.G. Leg. 20, doc. 38.

[6] (A)RCHIVO (G)ENERAL DE (S)IMANCAS. Secretaría de Guerra y Marina, leg. 254, doc. 268.

[7] (A)RCHIVO (G)ENERAL (M)ILITAR DE (M)ADRID. Colección Aparici, T.II., sig. 1-5-2.

[8] A.G.M.M. Colección General de Documentos, nº 3.902.

[9] Mapa de la Costa del Reyno de Granada dividido en sus nuebe partidos. (4º) Partido de Vélez que da principio en la Torre de Moya y finaliza en la del Cañuelo. S.a., s.l., Ca. 1761. CENTRO GEOGRÁFICO DEL EJÉRCITO, Archivo Cartográfico y de Estudios Geográficos,  nº 285.