Etiquetas

miércoles, 26 de abril de 2023

Un verano en Nerja del pedagogo Francisco Giner de los Ríos

 

 



Francisco Giner de los Ríos (Ronda, 1839-Madrid, 1915), pedagogo y fundador de la Institución Libre de Enseñanza



La familia Giner, oriunda de Valencia, llegó a la Axarquía en el siglo XVIII, cuando se estableció en Vélez-Málaga el médico Francisco Giner Falcó (1754-1818), procedente de Godella; en Vélez casó con Ana Fernández de Ayban y tuvieron descendencia que sería prolijo detallar aquí. Solo diremos que bisnietos suyos fueron, entre otros, los hermanos Francisco Giner de los Ríos (1839-1915), pedagogo y fundador de la Institución Libre de Enseñanza, el proyecto pedagógico más importante e influyente de la España contemporánea, y Hermenegildo Giner de los Ríos (1847-1923), profesor ligado a la Institución Libre de Enseñanza, jurista y político, y Alberto Giner Cossío (1851-1931), primo hermano de los anteriores.

 

La relación de los Giner con Nerja se documenta en febrero de 1874, año en el que Alberto Giner Cossío, quien vivía con sus abuelos en la casa familiar de Vélez-Málaga y había estudiado Medicina en Granada, accedió a ocupar la segunda plaza titular de médico cirujano de Nerja (posteriormente, ascendió a la primera)[1]. Alberto Giner adquirió una casa y un huerto sobre los acantilados marinos en la calle Carabeo de Nerja y en décadas sucesivas que llegan hasta el año de su fallecimiento, se fue haciendo con otros solares y casas aledañas. Ejerció la medicina en Nerja durante pocos años, pues a comienzo de la década de 1880 marchó a El Pardo (Madrid), donde asumió la dirección de los Asilos de esa localidad, y, a través de su primo Francisco, entró en contacto con la Institución Libre de Enseñanza, de la que fue médico y profesor de excursiones. Sin embargo, Alberto Giner Cossío mantuvo hasta su muerte una relación con Nerja muy estrecha y prolongada, y su casa de la calle Carabeo se convirtió en lugar de encuentro de la familia durante los veranos. Allí acudieron con asiduidad sus primos y sobrinos, amigos y conocidos, y fue un polo de atracción para una parte importante del krausismo español (filosofía de la que Francisco Giner de los Ríos fue uno de sus máximos representantes en España), para intelectuales y poetas. 





Imagen actual de la fachada de la casa que fue de Alberto Giner Cossío en la calle Carabeo de Nerja donde estuvo Francisco Giner de los Ríos



Uno de esos veranos Francisco Giner de los Ríos fue a Nerja. Lo cuenta su sobrina Gloria Giner García[2] en el número extraordinario del Boletín de la sección de México de los antiguos alumnos de la Institución Libre de Enseñanza, publicado con motivo del cincuentenario del fallecimiento del pedagogo, en el que se hace eco de su permanente curiosidad científica[3]. No especifica el año en que tuvo lugar aquella estancia, aunque posiblemente fuera en torno a 1910, o quizá algo antes, y cuando acudió a Nerja, convencido por su sobrino Bernardo[4], hermano de Gloria, era ya mayor y se sentía «hundido y agotado»; volvía por primera vez al lugar en el que había fallecido su hermano José Luis, en enero de 1876, a la edad de 32 años.





Vista parcial de Nerja (ca. 1910). Biblioteca de Cataluña, Fondo Editorial Albert Martin, caja 58/9.097



A continuación reproducimos los fragmentos que Gloria Giner dedicó a la estancia de su tío Francisco en Nerja en los recuerdos familiares publicados en el citado Boletín:

 

«Un verano [Francisco Giner de los Ríos] estuvo, al fin, en Nerja. Nos reunimos en la casa quince personas de la familia íntima. La mayoría eran ya viejos. Por las tardes sentados en el mirador del huerto sobre el mar, recordaban sus reuniones de niños en la casa del abuelo común que tenía en Vélez-Málaga, cerca de donde estábamos, un negocio de pasas. Las cajas de envases les servían a los muchachos como ladrillos para levantar tabiques y hacer compartimientos donde poderse acomodar para dormir tantos como eran. Y nos contaba tío Paco a los jóvenes, los episodios y las escenas que allí tenían lugar. Una de ellas, de tipo patriarcal, era el acto de rezar el Rosario, Rosario peripatético, pues, llevado por los abuelos, únicos que permanecían sentados, los niños, los trabajadores y los sirvientes de la finca, rezaban dando vueltas en torno a la gran nave del taller, perfumada con el delicioso aroma de las pasas frescas.  Iban rezando y andando de uno en fondo; cuando se alejaban del abuelo, dejaban de rezar para hacer planes, más o menos diabólicos, para el día siguiente, discutiéndolos con calor; pero al pasar por delante de los viejos, ponían cara de buenos y reanudaban la oraciones y letanías. Contándonos estas anécdotas se reía tío Paco, así como recordando una canción que le hacía mucha gracia en su desentono:

 

"En la torre más alta

de San Agustín,

hay un pájaro, madre,

que canta en latín .

Monín ven acá,

ven acáaaaa, monín.”

 

Estas charlas tenían lugar cuando no salíamos de paseo. Íbamos por las playas o hacia la sierra y él nos llamaba la atención jovialmente sobre cosas que se nos pasaban por alto.

 

De estas excursiones hubo una memorable: la que hicimos en pleno agosto a “Cerro Gordo”, promontorio que, con la “Punta de la Mona”, forma la preciosa bahía de “La Herradura”, a veintitantos kilómetros de Nerja. Salimos carretera adelante acompañados de un carro de una mula, contratado por los más temerosos de la familia, para que pudiésemos descansar a ratos; porque el sol abrasaba y el termómetro marcaba los 50°. La carretera, en pésimo estado, serpenteaba sin cesar sobre precipicios. El mar, azul cobalto, sin olas, cabrilleaba deslumbrador al pie del acantilado; pero el ejemplo del tío Paco marchando delante, blanco de traje y pelo, y la calva de bronce bruñido al sol, nos vedaba aprovecharnos de la sombra del carro todo lo que hubiéramos deseado. Con un martillo en la mano iba golpeando rocas acá y allá, para obtener un pedazo que metía en un saco que llevábamos en la tartana. Y era tan incansable que, el diablero, el hombre que guiaba la diabla o tartana, nos miraba atónito y nos hacía la señal de que "el pobre señor" andaba algo destornillado.Cuando bajamos a la playa para bañarnos, la arena quemaba los pies de tal modo que ni siquiera pudimos descalzarnos. Al regreso, se había levantado el terral, viento de fuego que achicharraba las plantas a su paso. ¡Huelga decir el recibimiento que nos hicieron en casa, horrorizados con el día! Tío Paco sonreía entre arrepentido y satisfecho de la hazaña. En cuanto se bañó y se puso de limpio de pies a cabeza, sacó del saco los minerales recogidos y los colocó para su estudio y clasificación con nosotros. Parecía imposible que en tan poco tiempo hubiese podido rehacerse hasta aquel punto quien había llegado hundido, agotado, deshecho por la emoción de volver por vez primera a aquel sitio donde años antes había muerto, aún joven, su hermano menor. No había quien lo arrancase de Madrid: tuvo que hacerlo, como quien lleva un niño a la fuerza su sobrino Bernardo. Y luego pasó una de las temporadas más felices de su vida, en el seno de su familia íntima y querida»[5].




Vista de los acantilados marinos y huertos de la calle Carabeo de Nerja (ca. 1910). La flecha roja indica el mirador al que se hace referencia en el texto que aún hoy existe. Biblioteca de Cataluña. Fondo Editorial Albert Martin, caja 58/9.095

 


[1] Archivo Municipal de Nerja. Libro de Sesiones Municipales de 1874, acta del 7 de febrero.

[2] Gloria Giner García (1886-1970) era hija de Hermenegildo Giner de los Ríos, el hermano de Francisco, y de Laura García Hoppe. Maestra y escritora, casó con Fernando de los Ríos Urruti, catedrático de Derecho Político y varias veces ministro durante la II República. Tuvieron una hija, Laura de los Ríos Giner (1913-1981), casada con Francisco García Lorca, hermano del poeta Federico García Lorca.

[3] GINER GARCÍA, Gloria, «Don Francisco en la vida de familia», Boletín de la Corporación de Antiguos Alumnos de la Institución Libre de Enseñanza, del Instituto escuela y de la Residencia de Estudiantes de Madrid. Grupo de México, México, 18 de febrero de 1965, págs. 10-12.

[4] Bernardo Giner de los Ríos García (1888-1970), hijo, asimismo, de  Hermenegildo Giner de los Ríos y de Laura García Hoppe, y hermano de Gloria Giner, fue arquitecto racionalista, político y ministro durante la II República. Casó con Elisa Morales Veloso y tuvieron varios hijos, entre ellos el poeta Francisco Giner de los Ríos Morales (1917-1995), vecino e hijo adoptivo de Nerja. Fue una figura destacada del exilio español en México.

[5] GINER GARCÍA, Gloria, obra citada, pág. 11.