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jueves, 25 de enero de 2018

Notas para una historia de la pesca y los saladeros de pescado en Nerja





Playa de Calahonda (Nerja), hacia 1910. Biblioteca de Cataluña, Fondo Editorial Albert Martín, caja 58/9.095

Una de las actividades económicas de Nerja que gozó de gran importancia en el pasado, aunque es prácticamente testimonial en la actualidad, fue la pesca de bajura. Las pequeñas calas que conforman la costa más próxima a la localidad: el Chucho, Salón, Caleta, Calahonda, o las más extensas playas de Burriana o el Playazo constituían auténticos puertos pesqueros abiertos donde se desembarcaba pescado diariamente.

Aunque antes de 1633 la puebla de Nerja se encontraba algo retirada del mar, al otro lado del río Chíllar, debía existir en ella una notable actividad pesquera. Desde 1505 la venta del pescado gozaba de ciertas exenciones contenidas en la Carta de Privilegio que la reina Juana I otorgó el 23 de septiembre de dicho año a los vecinos que habían de repoblarla, así como a los de Torrox, después de que fuera abandonada por sus habitantes moriscos. Entre otras ventajas concedidas para atraerlos a lugares entonces muy peligrosos, se les eximía de pagar la alcabala (impuesto que gravaba las compraventas)

“del pescado que los vecinos de los dichos lugares pescaren o tomaren e vendieren en ellas y en sus términos quier sea para mantenimiento de los vecinos, de ellos o para fuera parte; que del pescado fresco o salado que se vendiere dentro en los dichos lugares por cualesquier personas para mantenimiento de los vecinos de ellos no paguen alcabala alguna.”[1]

Sin duda, ya entonces las salazones eran una actividad complementaria a la pesca, de enorme importancia si se quería conservar el pescado o transportarlo a lugares del interior. Y esto se deduce no solo de la inclusión del pescado salado en el privilegio de la reina Juana, sino también de la toponimia. En este sentido, considero que el nombre -por cierto, muy antiguo- de la cala del Salón se correspondería no con la primera acepción (sala grande, etc.) que da al término el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, sino con la segunda: “Carne o pescado salado para que se conserve”. La cala del Salón sería posiblemente aquella en la que se practicaba la salazón del pescado y el nombre Salón un sinónimo de saladero, por existir alguno de estos establecimientos en ella. La primera cita documental del topónimo se encuentra en un apeo de tierras de Nerja realizado por la ciudad de Vélez-Málaga en 1536 para deslindar las que eran de su propiedad, algunas de las cuales se encontraban por encima de dicha cala[2]. La historiadora Purificación Ruiz García apunta que el nombre Salón de esta playa pudiera derivar de la palabra hebrea shalom (paz), pues un judío, Maimón Leví, poseyó tierras en Nerja entre 1490 y 1492[3]. Esta versión se ha propagado, de manera que no hay lugar web que trate el asunto que no se haga eco de ella, dándose por sentado que esa y no otra es la etimología del nombre; incluso hay quiénes yendo más allá, especulan, no se sabe bien con qué fundamento, que esta playa podría haber sido uno de los puntos por los que partieron los judíos expulsados en 1492, y de ahí el nombre. Sin embargo, Maimón Leví no vivió en Nerja, sino en Vélez-Málaga, y aunque, gracias a una merced concedida por los Reyes Católicos, poseyó durante dos años algunas tierras en Nerja, también las poseía en Maro, Frigiliana, Torrox, Arenas, Corumbela, Archez y Rubite, y no está documentada la existencia de judíos en Nerja en aquella época. Por otro lado, en Nerja no embarcaron judíos; como ha documentado el medievalista Miguel Ángel Ladero Quesada, los judíos de Málaga y la Axarquía salieron por los puertos de Málaga y Almuñécar, y concretamente Maimón Levi y su casa lo hicieron por este segundo puerto, el 20 de junio de 1492, en una nave genovesa[4].

No cabe duda que el traslado de la población “a la lengua del agua”, en el entorno del castillo Bajo (Balcón de Europa) en 1633, debió favorecer el desarrollo de la pesca y demás actividades relacionadas con ella, como la salazón del pescado. A mediados del siglo XVIII, en 1752, en el Catastro de Ensenada de la puebla de Nerja se indica que el número de jornaleros de la mar era de ciento veinte hombres, lo que suponía una tercera parte del total de jornaleros de la localidad, y recoge la existencia de cuatro jábegas de pesca con una dotación de veinte hombres cada una de ellas y cinco barcos de transporte de mercancías con cinco hombres por embarcación; a estas cifras habría que añadir los calafates y algún carpintero de ribera. Nada se menciona de la salazón de pescado, aunque es posible que no se hiciera porque dicha actividad pudiera entenderse comprendida dentro de la actividad pesquera.


Playa de la Caleta (Nerja), hacia 1910. Biblioteca de Cataluña, Fondo Editorial Albert Martín, caja 58/9.096


Desde la década de 1750 y hasta la década de 1880 en que fue suprimida, Nerja fue sede de una Ayudantía de Marina perteneciente a la provincia marítima de Motril y al departamento de Cádiz, y contaba con una importante presencia de matriculados de mar, es decir, de la gente de mar, desde patrones de barco hasta calafates, pasando por todas las categorías de marengos, inscrita en una relación o matrícula que era movilizada en caso de guerra. En el siglo XVIII y primeras décadas del XIX los matriculados de mar de Nerja estaban agrupados en el denominado gremio de matriculados de San Telmo, su santo patrón, para cuyo altar en la iglesia de El Salvador costearon en la década de 1780 el retablo realizado por José Martín de Aldehuela (véase en este mismo blog la entrada El escudo heráldico de Nerja).


En 1766, el ingeniero José Antonio Espelius levantó un plano de parte de la población de Nerja en el que se muestran las playas aledañas al castillo Bajo: la Caleta del Castillo (hoy, playa de la Caleta o Caletilla) a poniente, y Calahonda a levante que estaba siendo ordenada por la Dirección de Rentas Generales de la Superintendencia General de la Real Hacienda para la mejor organización del puerto de Nerja. Aunque no figura aún ningún saladero, sí que se indica el lugar en que se encontraban los alfolíes de la sal, a los que se descendía por una rampa o escalera situada a levante, en la parte de la playa de Calahonda, justo al pie de la torre del homenaje del castillo para asegurar la vigilancia y custodia de dicho acceso[5]. No todas las localidades poseían alfolíes, estancos de la sal en los que esta se almacenaba procedente de las salinas para su venta a los comerciantes, ganaderos o a los propietarios de saladeros, y el hecho de que Nerja contara con ellos indica el uso abundante que se podría hacer de este producto. El alfolí de la sal de Nerja contaba con un fiel (interventor y medidor de la sal) y, como el resto de los alfolíes malagueños, se abastecía de las salinas de Cádiz y de Alicante.


Plano de parte de la población de Nerja, de la playa, castillo y bajada al puerto cerrada e inutilizada por una casa y huerto. José A. Espelius. S.l., 1766. A.G.S., Mapas, Planos y Dibujos, 58-83 (la flecha roja indica la situación de los alfolíes)   

Desde mediados del siglo XIX la salazón de pescado debió de ser una industria en auge. En 1847, el ayudante militar de Marina de Nerja, Joaquín López, remitió las respuestas a un interrogatorio dirigido a elaborar una “Exposición sobre la necesidad de restaurar y fomentar la industria de la pesca en España”; este documento que se conserva en el Museo Naval de Madrid ha sido transcrito y publicado por Manuel Burgos Madroñero[6]. En el informe se destacaba la decadencia de la pesca, debida a la sobreexplotación de los recursos y a las artes de pesca utilizadas, y se informaba de las embarcaciones, efectivos y especies que se pescaban. Había entonces de seis a nueve jábegas, uno o dos boliches y entre dos y siete barcos, siendo 172 las personas que integraban la matrícula de mar; las especies que se pescaban eran: sardinas, bogas, boquerones, salmonetes, lenguados, calamar, besugos, brecas, dentones, cabrillas y japutas, consumiéndose el 10% en Nerja, puntos de su partido y Torrox, y el 90% restante se exportaba a Granada y su vega y reino de Jaén. Los pescadores vendían todo el pescado en fresco, pero el que se exportaba al interior se hacía salado, lo que implica la existencia de empresarios dedicados a la compra del pescado y su salpresado en saladeros. El abastecimiento de sal para ello era fundamental, pues se necesitaba la mitad del peso del pescado de sal en invierno, tres cuartas partes en primavera y otoño, y la misma cantidad de sal que de pescado en verano.


        Saladero del Playazo de Nerja. Mapa Topográfico Nacional de España, hoja 1.054


¿Dónde se encontraban estos saladeros de Nerja? Los había, al menos, en dos lugares: en el Playazo y en la playa de Calahonda. En la hoja 1.054 del Mapa Topográfico Nacional de España, editada en 1911, figura un saladero situado hacia la mediación de la playa del Playazo de Nerja. Este saladero estaba funcionando en 1879 en un inmueble propiedad del industrial Lorenzo Terol, aunque arrendado por Miguel Romo González, quien lo había dedicado a la salazón de pescado[7]; en las primeras décadas del siglo XX debía explotarlo un descendiente suyo, Francisco Romo, un armador que poseía entonces la mayor parte de las embarcaciones que faenaban en Nerja y a quien Pablo Rojo Platero califica como el “amo de la mar”[8]. En la playa de Calahonda hubo dos saladeros, junto a los alfolíes de la sal; en 1922 uno de ellos era propiedad de Salvador Gutiérrez Escobar, domiciliado en Torrox, y el otro, un saladero y almacén de pescado, lo era de los hermanos Emilio y Manuel Rosa Paloma, vecinos de Nerja. Desconocemos la fecha hasta la que estuvieron activos estos saladeros. En la década de 1960 los almacenes y saladeros de Calahonda fueron demolidos y las familias que habitaban las casas de esta playa fueron desplazadas a un grupo de viviendas sociales al producirse la expropiación de las mismas, dentro del plan de ordenación del Balcón de Europa, Calahonda y el Salón[9].






[1] (A)rchivo (M)unicipal de (N)erja. Libro del Privilegio de Nerja y Torrox, fol. 10 vº.
[2] Archivo Municipal de Vélez-Málaga. Sig. IV-2, Traslado del apeo en tierras de Nerja realizado en 1536, fol. 2v.
[3] RUIZ GARCÍA, P., La taha de Frigiliana. Nerja, Torrox, Maro y Frigiliana después de la Conquista, Vélez-Málaga, 1994.
[4] LADERO QUESADA, M. A., “De nuevo sobre los judíos granadinos al tiempo de su expulsión”, En la España Medieval 30, 2007, págs. 281-315
[5] Plano de parte de la población de Nerja, de la playa, castillo y bajada al puerto cerrada e inutilizada por una casa y huerto. José A. Espelius. S.l., 1766. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Archivo General de Simancas, Mapas, Planos y Dibujos, 58-83.
[6] BURGOS MADROÑERO, M., “La pesca en Nerja en el siglo XIX”, Isla de Arriarán. Revista cultural y científica VII, 1996, págs. 17-31.
[7] A.M.N., Libro de Actas Municipales de 1879, sesión de 9 de agosto.
[8] ROJO PLATERO, P., 100 años de Nerja en fotos, Nerja, 2005, págs. 107-119.
[9] A.M.N. Libro de Actas Municipales de 1962, sesión del 15 de diciembre.