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lunes, 30 de octubre de 2017

El cementerio de San Miguel de Nerja


El cementerio nos mostrará como si de un espejo se tratase, las costumbres, devociones e idiosincrasia de la ciudad de los vivos. Mirémonos en ese espejo y nos descubriremos a nosotros mismos[1].
Francisco. J. Rodríguez Marín


Cementerio de San Miguel (Nerja). Fachada principal (foto del autor)


Desde la Prehistoria, la muerte y sus rituales han estado presentes en las distintas culturas que ha creado la humanidad. El ritual desarrollado en torno a la muerte, uno de los denominados rituales de tránsito, es el último que tiene lugar en la vida de una persona, una vez que esta ha finalizado, y del que tradicionalmente se han apropiado las diferentes religiones.

En Nerja y Maro hay documentados enterramientos prehistóricos y medievales, concretamente de época andalusí en las necrópolis de ambas alquerías con 175 sepulturas halladas en la primera y más de 400 en la segunda. Tras la conquista castellana del territorio en 1487 y la posterior cristianización de sus pobladores, los enterramientos se realizarán en los cementerios parroquiales adosados exteriormente a las iglesias, así como en su interior, generalmente en bóvedas o criptas, llamadas también carneros, que eran subterráneos abovedados con paredes de nichos, a los que se accedía a través de una losa en el suelo y una estrecha escalera. Las cofradías representaban un papel importantísimo y actuaban como mutualidades de entierro que garantizaban a todos sus hermanos, con independencia de su situación económica, una sepultura y la realización del correspondiente ritual funerario y ofrecimiento posterior de misas.


El cementerio representado en un plano de conducción de aguas de Nerja. Tomás Brioso, Málaga, 19 de abril de 1916, A.H.P.M., C.H.S.E., Leg.46.459


Desde finales del siglo XVI y primeras décadas del XVII, los enterramientos en Nerja se realizaban en la cripta de la capilla del castillo Bajo (Balcón de Europa), pasando a la iglesia de El Salvador cuando se terminó de construir en 1697. Estos enterramientos se llevaban a cabo en el cementerio de la parroquia, situado aproximadamente en el solar que actualmente ocupan los salones parroquiales y la vivienda del párroco. Había sepulturas en tierra y además existía, y existe aún, una cripta embovedada y un corredor subterráneo, a modo de catacumba, en el que se encuentran diferentes nichos reservados para los miembros del clero y con toda probabilidad para los miembros de la cofradía de Ánimas, documentada en Nerja desde el siglo XVIII. Sin duda, este espacio funerario externo junto a la cabecera de la iglesia existía ya en el momento en que esta se amplió, siete décadas después de su bendición, y cuando finalizó en 1782, una parte importante del cementerio, no toda, quedó ocupada por el edificio, y la entrada a la cripta quedó situada en el interior de la iglesia, justamente en el crucero. Asimismo, la ermita de Nuestra Señora de las Angustias, bendecida en 1720, cuenta con una cripta bajo el camarín de la Virgen en el que aún se conserva algún enterramiento de los varios que hubo hasta mediados del siglo XIX.


Mausoleo de Ferrándiz (1921)  (foto del autor)


En 1787 el rey Carlos III, con el ánimo de llevar a la práctica las ideas de higiene y salud pública defendidas por los ilustrados, por Real Cédula de 3 de abril estableció la obligación de inhumar los cadáveres en cementerios situados extramuros de las poblaciones, pues se creía que de la carne putrefacta emanaban enfermedades e infecciones que podían propagarse, obligando a que las necrópolis estuviesen situadas en sitios ventilados y salubres, alejados de las poblaciones. El primer cementerio extramuros que se construyó en España fue el del Real Sitio de la Granja (Segovia), que sirvió de modelo para todos los posteriores. No obstante, la medida no se implantó de inmediato ni de manera generalizada, sino que se fue aplicando paulatinamente, sobre todo desde comienzos del siglo XIX.

El primer cementerio de estas características que tuvo Nerja se construyó en 1804, como consecuencia de la Real orden dada por Carlos IV en 3 de abril de dicho año y de la epidemia de fiebre amarilla que asolaba la región. Pedro Coronado Zambrana cedió un terreno en el exterior de la población (actualmente ocupado por el Cuartel de la Guardia Civil), cercano a la ermita de las Angustias que probablemente haría las veces de capilla del camposanto, de manera que las inhumaciones dejaron de hacerse en el cementerio parroquial. En los más de veinte años que separan la ampliación de la iglesia de El Salvador de la apertura del cementerio extramuros, al que llamaremos Viejo, se siguió sepultando a los difuntos en el subterráneo de la parroquia y en zonas de tierra que aún quedaban sin ocupar. Pero a mediados del siglo XIX el cementerio se había quedado pequeño y la expansión urbana del pueblo hacia la zona en que se encontraba hizo que las casas acabaran rodeándolo, por lo que, en 1851, el Ayuntamiento decidió su clausura y la construcción de uno nuevo.


Vista parcial del cuadro derecho del primer patio o patio histórico del cementerio (foto del autor)


El problema principal que tenía el municipio para llevar a cabo la empresa era de orden económico, pues los cementerios tenían que ser construidos con fondos municipales, por lo que se solicitó a la reina Isabel II, y esta autorizó en 30 de junio de 1852, la corta de pinos de los montes de propios de Nerja, siempre que se redujera a lo necesario para obtener los 7.500 reales presupuestados, según proyecto aprobado por el Gobierno Civil de Málaga. La corta se adjudicó en noviembre de 1852, aunque en junio de 1853 hubo que ampliarla, pues se había consumido el presupuesto y aún faltaba por levantar parte de la tapia y construir la capilla, los depósitos de cadáveres y de ataúdes y la vivienda del sepulturero. El coste total de las obras ascendió a 13.280 reales, para cuya recaudación hubo que cortar 5.279 pinos carrascos de la sierra. Finalmente, el mismo año 1853 la necrópolis estuvo finalizada y el gobernador civil de la provincia aprobó el reglamento para su régimen y gobierno con fecha 20 de enero de 1854[2].


Mausoleo de la familia de Adolfo Rodríguez Luque (1924) y osarios del lado oeste del primer patio del cementerio (foto del autor)


Este cementerio, llamado de San Miguel, se construyó en un lugar retirado de la población a más de cuatrocientos pasos de sus últimas viviendas, soleado y ventilado, tal como requería la normativa, junto al antiguo camino de Almuñécar (posteriormente, carretera Nacional 340). Se encargaron de las obras el maestro de obras de la villa, Pedro de Algarra, el maestro de albañilería Antonio Romo y el de carpintería Francisco Roca. El diseño seguía el modelo del cementerio de San Miguel de Málaga y de los cementerios neoclásicos en general; su planta era rectangular, casi cuadrada, midiendo 40 m el lado mayor y 35,5 m el menor; en el centro del lado norte se situaba la capilla, conectada con la puerta de entrada, situada en el lado sur, por un pasillo o eje axial de 1,50 m de ancho que divide el espacio en dos mitades o cuadros. El cementerio, que está rodeado por unos muros exteriores de 3,50 m de altura y 55 cm de espesor, disponía cuando se bendijo de setenta y cinco nichos, y veintisiete zanjas y dos bóvedas de mampostería a ambos lados que ocupaban un área de unos 1.000 m2. En la fachada principal, orientada al sur, se abre la puerta de entrada con arco de medio punto, flanqueada por doble juego de pilastras, uno de orden inferior y otro de orden mayor, aunque sin llegar a ser gigante, y rematada por un frontón mixtilíneo en el que se inserta una placa con el siguiente texto: “Mandó construir este cementerio el Ayuntamiento Constitucional de Nerja siendo su presidente D. José García y Peralta. Año 1853”. La capilla del camposanto, dedicada a las Ánimas y presidida por la Virgen del Carmen, reproduce en su fachada el esquema de la puerta de entrada principal, rematada por frontón triangular y espadaña; la cubierta era de armadura de madera y su altar estaba presidido por un retablo de pino de Flandes que no se conserva.


Cementerio de San Miguel (Nerja). Capilla de las Ánimas (foto del autor)

En 1867, el Ayuntamiento acordó demoler el cementerio antiguo, trasladar los restos al de San Miguel, y en su solar construir una plaza en cuyo centro se erigiría un monumento conmemorativo rodeado de una valla; la demolición y ordenación de la plaza se completó entre 1875 y 1877.

Tres décadas después de la construcción del cementerio de San Miguel, este se había quedado pequeño, y en octubre de 1884 se acordó destinar 2.250 pesetas obtenidas del Fondo de calamidades públicas para su ampliación, que se hizo absolutamente necesaria tras el azote de la epidemia de cólera desatada en el verano de 1885. La ampliación consistió en un segundo patio de idénticas dimensiones y características que las del primero y algunas dependencias complementarias y “la plantación interior y exterior de árboles propios de estos sagrados lugares”[3]; en 1929 se habilitó por su parte posterior un pequeño patio para cementerio civil. Desde entonces, el cementerio ha experimentado pequeñas ampliaciones por sus laterales para la colocación de nichos y osarios.


Panteón de la familia de Ruiz (ca.1957) (foto del autor)

Durante varias décadas el cementerio careció de sepulturas de prestigio, como panteones o mausoleos, pero la ascendente burguesía agraria e industrial de Nerja quiso disponer de ellas, mostrando así su posición social y económica en la ciudad de los muertos, de la misma manera que lo hacía en la de los vivos. La primera tumba que podríamos considerar suntuosa está fechada en 1880, aunque la mayoría de las que hoy se mantienen se realizaron en dos periodos: las décadas de 1910 y 1920 (en 1914 los trabajadores usaban incluso la capilla para picar la piedra con destino a los mausoleos) y durante la posguerra y década de 1950. Denominaremos aquí panteones a las sepulturas familiares que imitan templetes de tipo griego o romano, en cuyo interior cuentan con un pequeño altar. Los mausoleos serían sepulturas monumentales familiares, cuadradas o rectangulares, generalmente ornamentadas, aunque situadas a nivel del suelo; los hay de dos tipos, según se realicen las inhumaciones en los laterales de la misma mesa o en una cripta bajo ella. Por último, estarían las tumbas individuales situadas en el suelo, más sencillas, aunque igualmente suntuosas. Todas estas sepulturas se hallan en los dos cuadros situados a ambos lados del pasillo central del primer patio o patio histórico y, aunque gran parte de las mismas se realizaron en el siglo XX, dan al cementerio nerjeño un inconfundible aire decimonónico. En la actualidad, este conjunto está formado por cuatro panteones, veintiún mausoleos y tres tumbas; de ellos, un panteón, diez mausoleos y dos tumbas están en el cuadro derecho según se entra, mientras que el resto se sitúa en el cuadro izquierdo. Sin embargo, la lectura de los mismos no debe realizarse desde la entrada hacia el interior, sino desde la capilla hacia la puerta del cementerio, pues todo el patio reproduce simbólicamente el interior de un templo en el que la capilla de las Ánimas representaría el altar mayor, en cuyas proximidades solían enterrarse las personas de mayor prestigio que ocupaban primeramente dichas zonas, y fue por allí por donde se comenzó la instalación de mausoleos.


Panteón de la familia de José y Antonio Luque Martínez (foto del autor)

La primera sepultura suntuosa que se instaló en el cementerio es la de Patricia Muñoz López; fue su hermano Celestino, antiguo administrador de aduanas de Nerja, quien solicitó al Ayuntamiento el 15 de mayo de 1880 “un cuadrado de terreno de un metro setenta centímetros por lado, o sea una superficie de dos metros ochenta y nueve centímetros, que encerrará en una verja de hierro en cuyo centro elevará un mausoleo de mármol para colocar en su fondo cuando corresponda legalmente las cenizas de su hermana Patricia Muñoz López, que falleció en esta villa el 28 del pasado marzo.”[4]


Tumba de Patricia Muñoz López (1880) (foto del autor)


La tumba, situada en el cuadro derecho según se entra, es interesante, porque incorpora en la parte frontal un relieve representando un reloj de arena alado, alegoría del tempus fugit (el tiempo huye, el tiempo vuela), utilizada con profusión en la emblemática del Renacimiento y el Barroco, con la que enlaza esta sepultura decimonónica nerjeña.


Alegoría del tempus fugit en la tumba de Patricia Muñoz López (foto del autor)


Frente a ella, en el cuadro izquierdo, aunque algo más cercana a la capilla, se encuentra el mausoleo de la familia Maezo (o Maeso). El 6 de agosto de 1904 se autorizó a Rosario Maezo Navas 11 m2 de terreno “en el primer patio del cementerio municipal al objeto de inhumar los restos de sus padres y hermano”[5]. José Maezo García era natural de Frigiliana, maestro albéitar (veterinario) y herrador de oficio, se instaló en Nerja donde compró molinos harineros, llegando a ser un importante industrial; fue secuestrado y asesinado en 1875; sus descendientes convirtieron uno de sus molinos en La Maquinilla o fábrica de miel de caña de RIFOL. El mausoleo tiene en el centro un pilar que sostiene la escultura de un Niño Jesús abrazado a una cruz, preludio de su pasión, a la vez que sostiene en sus manos una corona de rosas que guarda relación con la corona de espinas y recuerda también la corona de rosas que se ofrecía a los emperadores romanos cuando eran coronados, clara alusión a su “reino” venidero. La escultura es copia de una existente en el cementerio malagueño de San Miguel, realizada por José Frapolli Pelli. Este afamado escultor, de origen suizo, realizó mausoleos en el citado cementerio y en el cementerio inglés de Málaga y es autor del Tabernáculo del altar mayor de la catedral de Málaga. Probablemente fue realizada en los talleres de mármoles de la Viuda de Baeza en Málaga, como las lápidas que figuran en el mausoleo, marmolería que cuenta con más ejemplos en otras sepulturas de este cementerio.


Mausoleo de la familia de Maezo (1904). Al fondo, coronado por frontón triangular, el panteón de la familia de Vicente Luque Martínez (foto del autor)


Niño de Pasión del mausoleo de Maezo, copia del realizado por J. Frapolli Pelli (foto del autor)


No vamos a realizar un catálogo de todos y cada uno de estos enterramientos suntuarios del camposanto, pues sería prolijo y haría excesivamente larga esta entrada, aunque llamaremos la atención sobre los panteones, especialmente los de las familias de Vicente Luque Martínez y José y Antonio Luque Martínez, imitando austeros templetes clásicos; o la tumba de Rafael Chaves y Manso, marqués de Tous y otros títulos, yerno de Joaquín Pérez del Pulgar y propietario de la colonia agrícola Las Mercedes y Maro, en cuya casa de la fábrica San Joaquín falleció el 29 de junio de 1903; o el mausoleo donde reposa Alejandro Bueno García, historiador y alcalde de Nerja fallecido el 10 de octubre de 1927; o el de Ferrándiz, con un tondo magnífico de la Soledad y el escudo de la Marina Española; o el de la familia Narváez, sencillo pero con la particularidad de estar íntegramente realizado en piedra almendrilla procedente de los tablazos nerjeños; o el nicho donde reposan, Francisco Giner de los Ríos, poeta, sobrino nieto del fundador de la Institución Libre de Enseñanza, y su esposa María Luisa Díez-Canedo.


Mausoleo de la familia de Alejandro Bueno García (foto del autor)


No cabe duda de que el cementerio de San Miguel de Nerja es un camposanto importante desde el punto de vista histórico, pues contiene un registro documental de familias, individuos y cronología de sus vidas de gran valor en ausencia de otros registros perdidos. Pero también lo es desde el punto de vista patrimonial por la variedad de tipologías sepulcrales, por la cantidad y calidad de elementos arquitectónicos y escultóricos de carácter funerario que posee y sobre todo por el buen estado de conservación de los mismos. Afortunadamente, estos elementos se han mantenido y, de momento, no han sucumbido a la llegada de ciertas modas en el ámbito funerario, por lo que podemos considerar este camposanto como uno de los cementerios patrimoniales a tener en cuenta en la provincia de Málaga; y como tal debe ser valorado y gozar de la protección debida a este tipo de bienes.


Tondo de la Virgen de la Soledad del mausoleo de Ferrándiz (1921)  (foto del autor)


[1] RODRÍGUEZ MARÍN, F. J., La ciudad silenciada. Los cementerios de Málaga, Málaga, 2011.
[2] (A)rchivo (M)unicipal de (N)erja, Expediente para la corta de pinos para la construcción del cementerio, Montes 1, S. XIX.
[3] A.M.N. Libro de Sesiones Municipales de 1884, sesión de 21 de octubre.
[4] A.M.N. Libro de Sesiones Municipales de 1880, sesión de 15 de mayo.
[5] A.M.N. Libro de Sesiones Municipales de 1904, sesión de 6 de agosto.